El Magazín Cultural

Hamlet

El Hamlet interpretado por Benedict Cumberbatch cierra la Temporada 2018 del National Theatre Live, de Cineco Alternativo, en funciones este sábado y domingo en las salas de Cine Colombia. El príncipe de Dinamarca, creado por William Shakespeare, vuelve con sus tormentos y sus urgencias de venganza, empujado por el fantasma de su padre y por la locura de su espíritu irrefrenable.

Alejandro González Puche
12 de octubre de 2018 - 05:41 p. m.
Benedict Cumberbach, protagonista de Hamlet, en el Barbican Theatre.  / Johann Persson
Benedict Cumberbach, protagonista de Hamlet, en el Barbican Theatre. / Johann Persson
Foto: JOHAN PERSSON

Hamlet es quizás la tragedia de Shakespeare más misteriosa y enigmática, de ahí la fascinación que hace cuatrocientos años provoca. Como afirma el psicólogo ruso Lev Vigotsky, la obra posibilita cientos de interpretaciones, ya que resulta inexplicable el porqué Hamlet, una vez el espectro de su padre le revela los terribles detalles de su muerte, no ejecuta inmediatamente la venganza contra Claudio. La obra nos incita a responder este enigma y por ello en la escena hemos visto a Hamlet débiles, indecisos, cobardes, locos o filósofos. Sin embargo, debemos percatarnos de que el mayor enemigo de Hamlet es el mismo Shakespeare, quien sistemáticamente se opone a que su héroe pueda cumplir rápidamente su objetivo. El autor debía observar la convención del teatro isabelino donde las tragedias y comedias se desarrollaban en cinco actos y no en uno, y por eso tuvo que crear escenas maravillosas como la de los cómicos, la muerte de Ofelia o los enterradores, para aplazar por cuatro actos más, el esperado objetivo de su héroe.

La versión del National Theatre Live que ahora disfrutamos alrededor del mundo, se apoya en la dimensión humana del héroe principal, resaltando temas que continúan teniendo gran resonancia en la actualidad: como la pérdida del padre, la incapacidad de afrontar los retos que nos impone la vida, y la guerra entre las naciones. La sensibilidad de la directora Lyndsey Turner se hace presente en el tratamiento de los personajes. Hamlet, interpretado por Benedict Cumberbatch, (Doctor Strange, Frankenstein) justifica la famosa indecisión del héroe a través de una excesiva vulnerabilidad y fragilidad.  Desde la primera escena (se omite el célebre encuentro en la explanada entre Horacio, Bernardo y Marcelo) nos encontramos a un Hamlet sumido en la nostalgia, quien al lado de un fonógrafo observa los álbumes familiares. La presente interpretación hace énfasis en el dolor que causa para un hombre contemporáneo la muerte de su padre y nos ubica en un contexto de guerra. El dolor del hijo se profundiza como eje de la obra, cuando el príncipe se viste con el abrigo de su padre fallecido y tiene que soportar, solitariamente en el salón del trono, cómo su madre besa sin pudor a su nuevo esposo. Mientras que Claudio declara el luto por la muerte del rey y anuncia las nupcias con la reina, Dinamarca está alterada por los movimientos de las tropas del danés Fortimbrás. El célebre monólogo de “Fragilidad, tu nombre es mujer” no es sentenciado en la soledad de Hamlet, sino que se apoya en la imagen congelada del festejo real. A través de este recurso, que se repite insistentemente, la directora nos recuerda que, realmente, Hamlet siempre está solo.

Como es costumbre en las estructuras del teatro isabelino, las escenas se alternan creando un entramado dramático formidable: Horacio interrumpe la escena acompañado por Marcelo y Bernardo, quienes comunican la aparición del espectro; de esa manera queda saldada, en parte, la omisión de la primera escena. Laertes, antes de partir a Francia, aconseja a Ofelia sobre los cuidados que debe tener con Hamlet; en esta versión ella es resuelta como una artista dedicada a tomar fotos y a tocar piano. Polonio, interpretado por Jim Norton (El niño con el pijama de rayas), siempre con un cuadernillo de anotaciones, se despide de Laertes con los célebres consejos de un padre a su hijo; máximas que no dejan de ser oportunas a pesar del transcurso de los siglos. La Sombra del padre aparece dentro del propio castillo, no en una explanada como acota el texto. A partir de este momento se convierte la locura en una estrategia para vengar a su padre. En vez de una pacífica corte, la directora ha preferido colocar a Claudio en un gabinete de guerra donde disfruta del amor y el poder, mientras Hamlet deambula por el palacio, tocando el tambor como si fuera un soldadito de plomo. El célebre monólogo de “ser o no ser” está resuelto sobre una mesa y colocado en un acto diferente al original, con un príncipe que sufre ahora por su padre y la imposibilidad de actuar.  La locura del príncipe cobra vida a través de un castillo de juguete, que parece encarnar la metáfora de que Dinamarca es una cárcel. La troupe de actores es resuelta de una manera contemporánea, y el director recurre al recuso de congelar la acción de los cómicos para dar nuevamente desarrollo al monólogo en que Hamlet descubre la fortaleza de los actores en la ficción, frente a su debilidad al asumir la realidad. La célebre escena de la ratonera, en la que Hamlet busca atrapar a Claudio en la confesión de su crimen, es resuelta de manera un tanto convencional, y tiene como novedad que el mismo príncipe actúa en la pantomima. La comprobación del crimen de Claudio se considera como el acontecimiento principal de la obra, a partir del cual el héroe pasará a la acción. Quizás uno de los mejores actores de esta representación es Ciarán Hinds (quien trabajó entre otros con Peter Brook) como Claudio, quien construye el fondo isabelino de la puesta. Su confesión la hace de manera interna, sin recurrir a ningún otro recurso que su comunicación con dios, que hacen que Hamlet, o Shakespeare, se arrepientan de matarlo.  La muerte de Polonio se realiza en el viejo fondo del teatro, quizás un bello lugar para el único personaje de Hamlet que afirma haber sido un gran actor.

La muerte de Polonio se convierte en el acontecimiento que transforma la escena; la decadencia política se ve reflejada en el palacio que ahora es cubierto por la suciedad y la bruma. La muerte de Polonio desequilibra a Ofelia y su locura se refleja en el instrumento abandonado y caído en desgracia, así como en las fotos que nos recuerdan las que apreciaba Hamlet al inicio del espectáculo. Los dos Clowns enterradores de Ofelia, interpretados por un despiadado enterrador y una funcionaria de la corte, agudizan la idea del control político a toda actividad. Antes del duelo final, Hamlet pide, de manera sincera y conmovedora, perdón a Laertes. El combate final recurre a soluciones escénicas maravillosas, donde el cambio de ritmos, luces y escenografía dilatan la llegada de la muerte. Al final Laertes y Hamlet agonizantes se perdonan, pero ya es demasiado tarde. “Lo demás es silencio”.

 

Por Alejandro González Puche

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