El Magazín Cultural

“Hasta el último hombre”: la decisión de no matar

Mel Gibson vuelve a la dirección con una historia real sobre un soldado que se enlistó en el ejército para ir a la guerra, pero no para matar sino para salvar vidas.

David Carranza Muñoz
20 de febrero de 2017 - 05:58 p. m.
“Hasta el último hombre”: la decisión de no matar

El 3 de abril de 2006 hacía sol y algunas nubes terminaban por componer el paisaje del cielo en Chattanooga, la cuarta ciudad más grande de Tennessee, Estados Unidos. Ese día, helicópteros de la fuerza aérea sobrevolaron en formación de tributo el Cementerio Nacional de esa ciudad mientras un caballo halaba la carroza que llevaba el ataúd, cubierto con la bandera de Estados Unidos, en el que iba el cuerpo de Desmond Doss.

La batalla de Okinawa había tenido lugar 61 años atrás en la isla del mismo nombre, en Japón. Fue allí en donde Doss se hizo héroe. En ella, se enfrentaron las fuerzas de Estados Unidos contra las japonesas. Era el momento más cruento de la II guerra mundial. En ese territorio, de un poco más de 1.200 Km2, murieron alrededor de 250.000 personas. El combate duró 82 días y fue uno de los que tuvo más víctimas durante todo el conflicto bélico. Doss sobrevivió a ella. Lo hizo sin disparar una sola bala.

El militar se volvió una leyenda y se convirtió en el primer objetor de conciencia en ser galardonado con la Medalla de Honor, la máxima condecoración entregada por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.

La objeción de conciencia significa rehusarse a acatar órdenes o leyes aduciendo motivos éticos o religiosos. Doss fue criado por Bertha y William Thomas Doss bajo la fe de la iglesia Adventista del Séptimo Día, credo cuyo rector fundamental son las sagradas escrituras. El quinto mandamiento fue el que le impidió empuñar un arma: no matarás.

Mel Gibson regresa a su rol como director de cine con esta historia. En Hasta el último hombre, Gibson retrata la guerra con toda la sevicia y crudeza posibles. En las escenas de combates no dudó en reflejar lo sangrienta, salvaje y horrible que esta puede llegar a ser. Sin embargo, en otros momentos, centra la atención en las cualidades humanas que florecen cuando la irracionalidad se apodera de la especie.

Tras ser golpeado, rechazado y discriminado por sus compañeros de brigada del ejército, Doss logra acceder a un tribunal militar para que consideren su situación dentro de la tropa. Su papá, un militar retirado que participó en la I guerra mundial intercede en la situación. A través de un antiguo contacto del ejército, logra que las fuerzas admitan a su hijo como paramédico. Doss fue enviado a la guerra sin una sola arma como dotación.

La misión era tomar un puesto de control que queda en lo alto de un barranco. Los militares tenían que subir a través de una red para llegar a su objetivo. Una vez arriba, Gibson se encarga de mostrar al público lo espantoso de la guerra. Muertos, mutilados, tripas saliendo de los cuerpos, ratas comiendo de los hombres que quedan desfigurados y repartidos por el suelo, soldados que estallan granadas contra los cuerpos de sus oponentes sin importar que ellos también pierdan la vida. Todas esas cosas de las que no nos damos cuenta que en realidad pasan cuando no estamos cerca de una guerra.

Luego de los combates, el único militar estadounidense activo en la zona era Doss, quien se dedicó a salvar la vida de sus compañeros heridos. Sin nadie más que lo ayudara, decidió llevar a todos los soldados que encontró vivos hasta el límite del barranco para bajarlos, uno a uno, amarrándolos con un nudo especial a una cuerda y usando un mecanismo de polea, para que abajo fueran atendidos.

­­­­– Uno más, por favor, Dios, uno más.

Rezaba Doss cada vez que terminaba de ayudar a uno de sus compañeros durante la noche que pasó junto al enemigo en la cima de ese barranco. Rescató a 75 hombres, entre ellos a algunos japoneses.

En una de las escenas Doss está escondido en una trinchera junto con Smitty, uno de los soldados que peor lo había tratado cuando llegó al ejército. Esa noche, mientras se protegían de los japoneses, le contó a su compañero que tenía otro motivo, además del religioso, para nunca tomar un arma. Recordó una vez que su papá, que tenía problemas con el alcohol, estaba golpeando a su mamá. Doss no soportó la situación, salió de su cuarto y lo enfrentó. Le arrebató un arma que tenía y le apuntó directo a la cara.

– Pero no lo mataste

Replicó Smitty. A lo que Doss le contestó.

– En mi corazón lo maté.

 

Hasta el último hombre está nominado a los Oscar en las siguientes categorías:

Mejor película.

Mejor director (Mel Gibson).

Mejor actor (Andrew Gardfield).

Mejor montaje.

Mejor sonido.

Mejor edición de sonido.

Por David Carranza Muñoz

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