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Jorge Humberto Botero: “La mejor pedagogía es la que deriva del ejemplo”

En esta nuevo episodio de Historias de Visa, serie creada por Isabel López Giraldo para El Espectador, Jorge Humberto Botero habla sobre su pasión por la vida pública, pero también acerca de su relación con la literatura y la música.

Isabel López Giraldo
28 de noviembre de 2020 - 02:37 a. m.
Jorge Humberto Botero viene de una familia de empresarios, pero el derecho fue la carrera, que por convicción, le ha permitido conocer de literatura, política, economía e historia.
Jorge Humberto Botero viene de una familia de empresarios, pero el derecho fue la carrera, que por convicción, le ha permitido conocer de literatura, política, economía e historia.
Foto: Archivo Particular

Dimensiones de vida

Una primera dimensión, en una capa más externa, no íntima, es esta: Soy un ciudadano militante. Desde muy joven quise estar involucrado en los temas de interés público. La agenda ciudadana, la de mi país, es mi propia agenda personal en muchos campos.

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Mi esposa dice, burlándose de mí, como corresponde, que tengo siempre un programa de gobierno debajo del brazo. Y es verdad. Tengo siempre posiciones tomadas sobre los temas de interés nacional. Ahora hago un ejercicio sistemático sobre el proceso de paz y publico todas las semanas sobre eso.

En los años en que estuve en el gobierno, mantuve mi columna sobre temas de comercio exterior, que era una de las agendas que me correspondieron en esa época, pero siempre he escrito sobre asuntos diversos: justicia, políticas públicas y desarrollo económico.

En lo personal, hoy por hoy, vivo una vida tranquila. Tengo una edad muy interesante – en la década séptima- porque sé que hay ambiciones que sé que ya no voy a realizar, y como ya no tengo el tiempo las descarto; otras ya las realicé. Es muy interesante vivir, a la edad que tengo, la ausencia de ambiciones. Me basta flotar en la ilusión de que el tiempo no pasa, que es una idea consoladora y falsa.

Poesía

Vivo con un horizonte temporal breve, vivo el momento y logro combinar una cosa que me gusta y es tener una vida social activa, la de conversar con los amigos, pero, también, tengo grandes espacios de soledad y de intimidad para leer. Leo intensamente y para hacerle una confidencia, leo, entre otras cosas, poesía.

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Cuando los lunes amanezco deprimido, salgo de mi casa con un libro de poemas. Puede que no lo abra en todo el día, pero ahí está y en mi teléfono cargo poemas; a lo largo del día leo uno o dos poemas o ninguno, puede ser, pero saber que la poesía está ahí es un motivo de consuelo.

Hay un poeta mexicano, uno de los mejores en nuestra lengua, que me gusta singularmente: José Emilio Pacheco, quien murió hace un par de años. Su obra completa, y lo quiero contar para su portal, está publicada por el Fondo de Cultura Económica. Se llama “Tarde o Temprano.”

¿Tarde o temprano qué? Él no dice, deja eso abierto. Las grandes cuestiones de la filosofía y la poesía se quedan en la pregunta o en la intuición de un camino, de una solución.

La obra completa de Pacheco está publicada en un libro de 500 páginas en pasta blanda; y como lo mantengo en uso, está en proceso de deterioro, entonces lo mandé a empastar con este argumento curioso: quiero que este libro esté en buen estado cuando yo muera.

Va a estarlo. Y ¿qué camino tomará? Pues, no tengo idea. Yo supongo que mi mujer me sobrevivirá (no quisiera sobrevivirla) y que ella mantendrá intacta mi biblioteca por apego al que fue su marido que ya no está. Las bibliotecas nos sobreviven por un tiempo limitado. Luego mueren también.

La poesía es algo que lo toca a uno o no. Nace y fructifica en algo que, para usar un nombre hermoso, llamamos el alma.

A mí llegó desde siempre, por motivos que ignoro. No me viene por familia. Mi padre era un hombre con poca formación y cultura, pero gran sensibilidad. Los primeros libros que yo pude tener a mano eran lo de su pequeña y estupenda biblioteca. Infortunadamente, mi padre se había educado en Estados Unidos y sus libros estaban escritos en inglés, idioma que el niño que yo era no conocía.

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Del naufragio que fue la vida de mi padre y del naufragio que fue de su biblioteca, me quedan dos libros: uno de ellos en inglés, una novela Dickens, y otro que él me regaló, cuando yo era muy joven, de un gran teólogo alemán: Romano Guardini. Yo, que soy agnóstico, me intereso por la teología, pero esa es parte de las contradicciones de una persona que ha vivido su vida con inquietud.

Ya no escribo poesía. Lo hice y destruí todo lo que escribí. Me parecía ripioso. Me publicaron algunas cosas y no intentaré rescatarlas.

En tantas cosas en la vida, no hay respuestas racionales.

El premio Nobel de Economía de este año (2017) fue concedido a Richard Thaler… (hace un paréntesis para preguntarme)

— ¿Usted es economista?

— Soy economista.

— Yo me intereso por la economía igualmente.

…quien ha ganado el premio mostrando la falacia del Homo Economicus, es decir, la idea de que somos máquinas de pensar y que basta la razón para entender nuestro comportamiento como agentes económicos. Si eso fuera verdad, por ejemplo, todos ahorraríamos para la vejez así no nos obligaran a hacerlo.

Pero no solo somos racionales, somos emocionales también y lo que Thaler muestra es que en nuestra conducta juegan motivaciones de muy distinta índole. Que le damos preferencia al corto plazo sobre el largo, lo cual puede conducir a decisiones absurdas: a pesar de que los médicos nos aconsejan cambiar de hábitos alimenticios, dejar de fumar y hacer ejercicio, dejamos el comienzo de nuestra nueva vida para el próximo lunes o el año entrante. Igualmente, se ha descubierto que espontáneamente tenemos convicciones éticas; que con fundamento en ellas tomamos determinaciones que, en rigor, no nos benefician. Actuamos movidos por emociones y no siempre de manera lógica.

Todo esto lo estoy diciendo en el contexto de su pregunta, acerca de cómo llegué a la poesía, y no tengo ninguna idea. Es un hecho: la poesía apela más a nuestros sentimientos que a nuestra razón, quizás deriva de la integridad de lo que somos y por eso el desarrollo de la poesía antecede en siglos a la prosa.

Las primeras manifestaciones literarias (acudo a lo que me resulta más cercano que es la literatura occidental, digamos, Homero en la Ilíada y la Odisea) son epopeyas, poemas larguísimos, no escritos en prosa, así ahora los podamos leer de esa manera. Son textos versificados, lo cual facilita su memorización para ser recitados ante comunidades que no sabían leer. Y que más que aprender sobre las cosas de la vida se emocionaban con relatos sobre el fluir de la vida misma. Los computadores pueden realizar operaciones lógicas, “pensar”, pero son insensibles a las emociones (pueden programarse para fingir que las tienen).

Eso explica que la literatura que primero se desarrolla sea la poesía. Además, el uso de la rima facilita la memorización de los textos que permitía a lo rapsodas recitar las grandes epopeyas ante comunidades analfabetas.

Muy joven la poesía me golpeó, me tocó las puertas del alma y me las dejó abiertas y ahí sigue; es una presencia constante.

Música

¿Cómo llegué a la música?, no lo sé. En mi casa había música popular, pero en algún momento me deslumbró la música que llamamos “clásica” y el jazz. Quizás el primer concierto al que fui en Medellín, que es mi ciudad natal, fue uno de Benny Goodman, una banda muy famosa en los años 40 y 50. Me interesa mucho la música religiosa del Renacimiento y el Barroco, por su belleza formal y honda espiritualidad.

No estoy dotado para la música, pero tengo sensibilidad. Me atrevería a decir que, incluso, tengo cultura musical porque son muchos los años de devota atención; hoy tienes al alcance de tus dedos la música que quieras, algo inimaginable hace pocos años.

Escucho música todos los días, quizás unos 15 minutos, pero a solas, concentrado, con mis audífonos, pero no como música de fondo porque me interesa más la música que cualquiera otra cosa. La música desplaza mi atención hacia ella, sea lo que sea que esté haciendo.

“Ambrosía”, que es el alimento de los dioses, como dirían los griegos antiguos, eso es la música para mí.

Fascinación por lo público

Nací y me crie en Medellín, y no había en mi entorno cercano personas que estuvieran involucradas en el mundo de la política. Qué interesante, no sé cómo llegué a eso, pero desde muy joven estuve involucrado, no tanto en la actividad sino en la reflexión sobre la política.

Yo no soy estrictamente un político, nunca he aspirado ni aspiraré a cargo alguno de elección popular, aunque he pasado buena parte de mi vida profesional en el sector público, por el que siento fascinación.

Estar en una actividad gremial, que es otra cosa que he hecho a lo largo de la vida, me permite estar en el medio, en el puente entre lo empresarial privado y lo público en el gobierno, en la medida en que lo que hacen los gremios es juntar los dos extremos, para lo cual hay que tener las dos culturas. No todo el mundo realmente las tiene.

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Profesión

Yo me forme más bajo el alero de mi madre que del de mi padre. Los amé profundamente a ambos, pero mis padres se separaron siendo yo niño, entonces soy más hijo de mi madre que de mi padre. Lo mejor de mí es producto de su influencia. Me dio libertad para crecer y eso es lo que marcó mi conducta frente a mis propios hijos.

Mi madre quería que yo fuera ingeniero porque en su familia había empresas y ella pensaba en mi porvenir profesional en ese mundo empresarial cercano, pero yo no tenía gusto por la ingeniería ni habilidades cuantitativas, o matemáticas. Mis habilidades, si alguna tengo, son de otro orden, son más retóricas, más discursivas, más del pensamiento que se expresa con palabras, no con números. Tener talento en ambas lógicas es posible y altamente deseable, pero yo no las tengo.

Esto hizo que optara por estudiar derecho. Es lo que hice con gusto por esa profesión que me sirvió de plataforma para interesarme por otras cosas, como la literatura, que ya mencioné, la política, la economía y la historia. Si uno no tiene una noción clara de la historia, no entiende el mundo en el que vive.

Reflexiones

No solo somos seres racionales egoístas, sino que también somos altruistas, como lo expone Thaler. Tener comportamientos éticos no es algo anómalo, artificial, hay también una ética natural propia de los vertebrados superiores y específicamente de los primates, y una humana que es espontánea, natural. Aún si no creyéramos en Dios no seríamos demonios. Naturalmente no lo somos.

No hay soluciones únicas, no hay fórmulas estrictamente óptimas, solo para algunas pocas cosas. El óptimo político no es geométrico, está lleno de vericuetos. Trasladando esto al mundo de la filosofía y específicamente de la filosofía política, diré esto:

Los valores políticos son varios, están en conflicto y no hay una solución racional única, por eso tiene sentido la democracia. Esos valores son justicia, igualdad, libertad, seguridad y paz. Depende de las circunstancias determinar la manera de ordenarlos, tarea que nos corresponde, en primera instancia, a los ciudadanos en el dialogo social y en los comicios. Y, por supuesto, a los órganos de representación popular, cuyo desprestigio tiene que ser un gran factor de preocupación.

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Un ejemplo podría ser este: el óptimo de libertad implicaría que no hubiese políticas para garantizar un ingreso mínimo para todos, que cada quien se defienda como pueda puesto que todos somos libres. En tal caso, se produciría un resultado aberrante: no se podrían adoptar medidas para garantizar condiciones mínimas de bienestar para los más pobres. Y a la inversa, una sociedad rígidamente igualitaria es incompatible con la libertad. El reto, entonces, consiste en conciliar ambos valores. Esta conciliación tiene que darse –no hay mejor alternativa- en el debate democrático.

El tiempo; la condición humana

Cabalgamos en la ola de la inmediatez, ese es el punto de partida. Requiere un cierto esfuerzo navegar sobre la cresta de la ola, y, al mismo tiempo, mirar hacia delante.

Estamos inmersos en el presente; la existencia sucede aquí y ahora. Por supuesto, esta es una visión secular, no religiosa, de la existencia.

— “No te preocupes por cosas terrenales, preocúpate por la salvación de tu alma”, es la regla de conducta que inspiraba a los monjes medioevales que, en sus monasterios, se aislaban del mundo y sus placeres para rendir culto a Dios y prepararse para la vida eterna, que es la vida verdadera. Yo respeto esa postura, aunque creo que es profundamente inhumana.

Vuelvo a Homero. Si uno lee la Ilíada, que fue escrita en el siglo VIII a. de C., descubre los abismos profundos de inhumanidad, violencia, sevicia y crueldad en el fragor de la Guerra de Troya, pero, al mismo tiempo, aquellos sentimientos de los que nos debemos sentir más orgullosos: la caridad (término cristiano), la piedad (que es la versión laica equivalente), el sentido de humanidad, el respeto por la vida.

Cuando se lee una obra tan importante como esa se entiende que la condición humana sigue siendo la misma. Lo peor de nosotros está debajo de la piel. Usted y yo seríamos capaces de cosas horribles si estuviéramos en una situación extrema.

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Del lado opuesto, quien lea los textos de Primo Levy, químico judío-italiano que sobrevivió a los campos de concentración, quedará maravillado por los testimonios de nobleza, grandeza y abnegación registradas bajo condiciones de ignominia.

La naturaleza humana no ha cambiado. Somos tanto ángeles como demonios. Nos comportamos de una u otra manera en función de la firmeza de nuestras convicciones éticas, aunque también, infortunadamente, de factores exógenos.

Existencia

No hay un sentido único; estamos aquí para buscarlo. Cada cual encontrará el suyo, que no necesariamente es el mismo para todos. Ese sentido puede cambiar con el paso del tiempo. En la juventud, nos sentimos inmortales; a la edad que tengo se concede más importancia al momento. Es que ya se siente una sombra que no cesa de crecer y que acabará por envolvernos: no ser es nuestro inexorable destino.

Emociones

Me emociona el atardecer, el silencio constelado de sonidos de pájaros, un buen libro, el afecto de los míos. Nada especial, todo muy simple.

Herencia

Me parece que uno no debe imponerse a sus descendientes en nada. Yo practico un liberalismo radical. Mis hijos son ya adultos, ellos se hicieron tomando de sus padres lo que a bien tuvieron y crecieron como quisieron.

Yo cifro orgullo en decir que nunca castigué a ninguno de mis dos hijos. Me siento feliz de que lo bueno que ellos tienen en una pequeña porción derive de ejemplos que pudieron recibir de parte de su madre y mía. La mejor pedagogía es la que no se presenta como tal. La que deriva del ejemplo. Lo que importa es cómo nos comportemos. Hay que tener, sin embargo, comprensión por las fallas de los demás, y pedir perdón por las propias.

Consejo

Si alguien se me acerca para pedirme consejo me siento intimidado. No sé aconsejar, aunque, por supuesto, acabaré haciéndolo…

Gracias por tu bondad, terminemos aquí.

#HISTORIASDEVIDA #ISALOPEZGIRALDO

Por Isabel López Giraldo

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-(-)28 de noviembre de 2020 - 08:24 a. m.
Este comentario fue borrado.
David(73769)28 de noviembre de 2020 - 06:36 a. m.
Hermosa columna, hermoso y diverso relato. En pocas palabras la gran historia de un ser humano, la pluma agil, la mente al vuelo. Escasea hoy esta forma de escribir. Un alivio leer algo diferente.
gaj(kitsn)28 de noviembre de 2020 - 07:37 p. m.
El viernes pasado obtuve $ 28755 con el argumento de que estoy desempleado.Necesito mantener nuestro examen, por lo tanto, trabajé duro hace una semana y gané $ 19500. Le doy a mis amigos y compañeros para que hagan ese trabajo. Debes percibir qué cantidad de dólares ganó en una semana por favor estudie este sitio para tomar realidades adicionales.... 𝒘𝒘𝒘.𝒄𝒐𝒎𝒆𝒓𝒄𝒊𝒐22.𝒄𝒐𝒎
tefa(kh3te)28 de noviembre de 2020 - 12:57 p. m.
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David(73769)28 de noviembre de 2020 - 11:59 a. m.
Y no falta la mosca en la leche, para cagarse en el pastel. Prevalece el insulto, el odio, asi sea por escribir un buen articulo no falta el comentario lleno de perfidia. El pais, la sociedad sigue cada dia mas enferma, mas toxica cuyo unico deporte es ofender.
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