El Magazín Cultural

Jorge Eliécer Ordóñez: "La poesía sigue siendo un oficio de solitarios, de acontistas disparándole flechas a las nubes"

Siglo III de la era cristiana. Cartago, norte del África, territorio del actual Túnez. Quinto Septimio Florente Tertuliano - docto y elocuente padre de la Iglesia- acaba de terminar uno de sus magistrales sermones.  Entre otras cosas, ha dicho: “Los cristianos se hacen, no nacen”. 

Clara Schoenborn
27 de mayo de 2019 - 01:45 a. m.
Jorge Eliécer Ordóñoz, invitado al cuarto capítulo de la serie Poetas jugando naipes, de la escritora Clara Schoenborn. / Cortesía
Jorge Eliécer Ordóñoz, invitado al cuarto capítulo de la serie Poetas jugando naipes, de la escritora Clara Schoenborn. / Cortesía

Como es costumbre, un pequeño grupo de sus habituales seguidores se retira a deliberar sobre lo que acaban de escuchar. Son los recientemente bautizados “tertulianos”. Aquellos que no tragan entero y critican sin cortapisas; los que toman las ideas que revolotean por el templo y las desmenuzan para sopesarlas desde diferentes ópticas: desde lo que se dijo, lo que no se dijo o lo que se puede añadir. Mientras llevan a cabo su labor, comparten una copa de vino y alguno que otro chiste. Son las situaciones propias de quienes conjugan amistad con intereses comunes y materia gris.

Si está interesado en leer otro capítulo de esta serie, ingrese acá: Nora Carbonell: "La poesía se hace camino... al escribir"

Desde entonces, los tertulianos o contertulios se han seguido reuniendo a lo largo de la historia y en muchos lugares, para disfrutar de su discernimiento y capacidad crítica, en medio de un ambiente desenfadado y familiar. 

Hasta hace algunos años, las tertulias literarias fueron afamados círculos de pensamiento que atrajeron a todo tipo de escritores y estudiantes, en búsqueda de conocimiento y reconocimiento, aventura que igual podía terminar en un abrazo de bienvenida como en una patada al infierno.

No obstante, hoy las cosas son diferentes. Las tertulias literarias son cada vez más escasas, casi inexistentes. 

Las razones son varias, pero es presumible que una de ellas sea, que debido a la aparición de las redes sociales, el contacto personal se haya trasladado a una fría pantalla de computador. 

Si le interesa leer otro capítulo de esta serie, ingrese acá: Armando Ibarra Racines: "Los asuntos mundanos son el material más importante para la poesía"

Ahora, somos extraños seres que permanecemos ensimismados en una marea virtual, en un mundo muy parecido a la ficción, en el cual imaginamos que nos estamos comunicando con los demás, pero la realidad es que actuamos casi siempre unilateralmente, mientras perdemos la cercanía y el calor humano de los interlocutores de carne y hueso.

En esta nueva dimensión del diálogo, los tiempos de acción y reacción en la comunicación son vagos e impredecibles, el diálogo en su mayoría carece de profundidad y de espontaneidad, y lo que es peor, debe ajustarse a su mínima expresión, so pena de ser desechado prontamente, porque en el Internet todo se mueve “a la velocidad de la luz”. 

¿En dónde quedaron las disertaciones minuciosas de los grandes escritores ante una audiencia deliciosamente extasiada? ¿Las anécdotas que nos contaban de primera mano y de una forma familiar, amena y desenfadada, la historia de la literatura y sus personajes? ¿Dónde se da hoy un pensamiento crítico que esté al alcance de todos? ¿Quiénes sopesan el acontecer literario y sus vaivenes? ¿Quiénes son los custodios naturales de la tradición literaria?

Hoy hemos invitado a “tertuliar” al poeta Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz  y mientras jugamos una partida de naipes, vamos a preguntarle varias opiniones sobre el tema.

Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz  nació en Cali. Es Licenciado en Filología Española y Magister en Literatura Hispanoamericana.  Ha publicado trece libros de poemas, ensayos y artículos literarios en revistas nacionales y extranjeras, un par de antologías de poesía colombiana (Desde el Umbral, poesía colombiana en transición, Tomos I y II)  así como un trabajo investigativo sobre narrativa nacional (Novelas colombianas desde la Heterodoxia). Es ganador de los siguientes premios: Jorge Isaacs, Colección Autores Vallecaucanos, modalidad Crítica Literaria, 1998, Premio de Poesía del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá,1994, V Premio Nacional de Poesía UIS Universidad Industrial de Santander, 2013, XV Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2014, Finalista del Premio Nacional de Poesía, Ministerio de Cultura, 2015.

Buenas tardes, Jorge Eliécer, ¡bienvenido!  ¿Qué se ha perdido y qué se ha ganado con la decadencia de las tertulias literarias?

Las tertulias literarias, formales o informales y espontáneas, han sido espacios donde se ejerce el arte de conversar, parejo al “arte de la amistad”, con proyecciones positivas: la argumentación, el discurso civilizado, la erudición y la elocuencia, la socialización de la estética y de la crítica, en diversos niveles y disciplinas. Las actuales condiciones de inseguridad, por diversos tipos de violencia –real y simbólica- las empezó a desplazar de los cafés –Automático, Bogotá, de los Turcos, Cali, Alcázar, Popayán- a las casas de los contertulios. Esto las hizo más cerradas, con menos proyección social. Uno se iba acercando a los maestros, por la tangente, al calor de un café primero, eventualmente, un trago, después. Se enriquecía la bibliografía iniciática, discurrían grandes temas y controversias, y como epílogo quedaban muchos interrogantes en la mente del incipiente escritor. Era como llegar a la orilla de una playa y vislumbrar en perspectiva el inmenso y poderoso mar. Hoy, como en el poema de José Manuel Arango, aparece, física o mental, una inscripción lacónica: “Peligro, demoliciones”.  

Es constante la preocupación actual por la falta de crítica literaria. ¿Qué propondría usted para reactivar este tema tan necesario en la literatura?

Generar un diálogo, serio y comprometido entre la academia –universidades, colegios, grupos representativos- y la comunidad. No es fácil porque la sociedad está “encantada”, como en la época de don Quijote, por la tiranía mediática, con sus discursos e imágenes banales, impuesta con el cebo arrogante y pragmático del “rating”. Nos toca, a los románticos que aún creemos en la literatura y el arte, atrincherarnos con nuestro caballo de Troya en la ciudad sonámbula, y con sutileza, tomarnos por asalto, los imaginarios, visiones de mundo y símbolos cotidianos para que la gente vuelva sus ojos hacia Gutiérrez Girardot, Charry Lara, Ángel Rama, Octavio Paz, Alfonso Reyes, y a nuestros cercanos  y contemporáneos, Cruz Kronfly, Fabio Jurado, Cobo Borda, Pablo Montoya, Carlos Fajardo, Oscar Torres Duque, Guillermo Bustamante, Humberto Jarrín, Luz Mary Giraldo, Carolina Sanín, Andrea Mejía… quienes desde diversas ópticas han ejercido la crítica literaria, la controversia estética, el análisis crítico del discurso, la gestión cultural. 

¿A su juicio, quién genera ahora el movimiento en el ámbito poético? ¿Cuál puede ser el impacto que generan los nuevos actores?

La poesía sigue siendo un oficio de solitarios, de acontistas disparándole flechas a las nubes. Hay pequeñas “ínsulas extrañas”: dos o tres amigos con quienes uno celebra un verso, la publicación de un libro en editorial tan romántica como nosotros, el señuelo de los premios literarios, algunas revistas de poesía, cada vez más virtuales que físicas, los controvertidos festivales de poesía que, con contadas excepciones, carecen de rigor selectivo y han creado una suerte de turismo poético. Algunas universidades, como Antioquia, Valle, Nacional, Javeriana, UIS, y el caso plausible del Externado de Colombia con su colección Un libro por centavos, con hermosas y amplias ediciones, permiten que la poesía siga fluyendo, frente a otros géneros con mayor cobertura editorial.  Por supuesto el impacto cuantitativo que se genera es menor frente a la narrativa, el cuento o el ensayo, pero existe un público fiel y expectante frente a las voces consagradas y a las que se empiezan a abrir camino.

¿Cómo lograr que las redes sociales se conviertan en aliadas idóneas de la tertulia poética? 

Hay tímidos intentos. Frente al frenesí del tsunami de frivolidades, de cuando en cuando llega, como una perla en un basurero, un buen texto con imagen, un poema valioso, una sabia reflexión. Cuando se incorpore el libro a la canasta familiar, cuando la dictadura del “rating” dé paso a la “dictadura del poetariado”, cuando los medios, en vez de las 6 horas diarias dedicadas al fútbol –poderosa multinacional con charlatanes y acólitos estentóreos, que se autodenominan gurúes- le abran un espacio a la palabra en su función estética, quizás algo cambie en esta Babel con brújula extraviada. 

Mil gracias por compartir con nosotros sus opiniones. Quisiera que los lectores conocieran varios de tus poemas. Nos quieres compartir algunos?

¡Claro que sí, con todo gusto! Aquí van…

 

Caballito de mar

 

Me llaman hipocampo

como si fuera un caballo de hacienda

 

es lo de menos,

sólo agua 

vertiginosas formas

en mi cabeza de ángel calcáreo,

sólo tiempo 

a diestra y siniestra,

en un reino tan enorme 

que a veces, siento perderme, 

pero floto,

minúscula nota en el océano,

con mi cuerpo tan leve 

como un signo de interrogación sin polo a tierra

 

No hay nada, y sin embargo está todo

(Carta de Theo a Van Gogh)

 

Estoy contemplando tu autorretrato

mientras escucho a Hayden desde una vitrola polvorienta,

me has dicho que lo contemple durante un buen tiempo,

para percibir en tu rostro una actitud más pacífica,

el fondo, como un mar, propone la primera ambigüedad:

los colores son suaves, cercanos al pastel,

pero las ondulaciones, con un Violeta insinuado, 

la trama sinuosa de un alma dolorida,

tal vez de un corazón ardiente en medio de la borrasca,

luego tu rostro adusto, el rojo de la barba y el bigote,

un poco más suave en las cejas y el cabello, 

los pómulos son fuertes, igual la nariz, 

la frente augusta y esa mirada, ¡por Dios! esa mirada

donde el tigre y la paloma dialogan en silencio,

tú dices que es inquieta, yo digo, es absoluta, 

mirada de los dioses en los ojos de un hombre, 

ese rostro, hermano mío, como las piedras de un camino olvidado,

nos habla todo el tiempo, nos conmueve, 

la boca apretada parece una llave maestra de la noche,

la penúltima noche

 

Cuando la piedra es hielo

 

El esquimal 

y su mujer

se han amado

bajo el cielo

redondo 

del iglú

 

ha sido un abrazo

de osos blancos

en la noche interminable 

de la estepa

 

más que un encuentro

idílico

los amantes semejan

un par de bueyes

almizcleros,

forcejeando y gimiendo

en las luces 

intermitentes 

de un pabilo,

alimentado

con aceite de ballena

 

 

un ronroneo 

de animal salvaje

los olfateó

inocente y arisco,

cada vez que la ventisca

dejó su desolada voz

en el postigo

afuera la noche sin fin 

del polo norte,

con el bullicio

de los araos

y el reposo de los cuerpos

que ahora flotan 

en la isla del iglú

donde la piedra

es hielo

 

 

IV

Las muchachas ondean pañuelos blancos

en el cruce de las estaciones donde sus vidas

                                     quedaron suspendidas

como el diminuto pájaro azul, verdadero por instantes

y esfumado después en la ceremonia de las libaciones

 

muchachas de ciudad, esbeltas frente a las banderas,

con sus cuerpo cobrizos deshojando la brisa,

ignoran que sus miembros son animales desbocados

en las desiertas praderas del deseo

 

figuras leves de muchachos y muchachas

para encender el rescoldo de sus vidas que pasan

por la pantalla como una evocación del cine mudo

 

bienvenidos a las tardes insulsas del domingo

con cometa y carrusel para que dancen con un 

                                               trébol en la mano

y una hoja de ortiga en el ombligo

 

cuerpos tatuados con serpientes y mandrágoras

que asoman por el pubis tembloroso en su árbol de manzana

Por Clara Schoenborn

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