El Magazín Cultural

José Martí: un legado para tiempos difíciles

Un repaso por la obra de Martí, poeta, escritor, periodista y revolucionario cubano, quien nació el 28 de enero de 1853.

Nelly Rocio Amaya Méndez
04 de febrero de 2019 - 05:43 p. m.
José Martí, uno de los precursores de la literatura moderna en América, defensor de las libertades y "apóstol" de la independencia de Cuba.  / Cortesía
José Martí, uno de los precursores de la literatura moderna en América, defensor de las libertades y "apóstol" de la independencia de Cuba. / Cortesía

No quería dejar pasar el 166 aniversario del natalicio del apóstol, pensador, poeta y periodista José Martí nacido en la Habana (28 de enero de 1853 -19 de mayo de 1895), héroe de la revolución cubana y de las causas independista -al lado otros grandes pensadores latinoamericanos- que fue muy celebrado en Cuba y varios países del orbe, sin tratar de esbozar la visión de una obra literaria que comprometía la vida misma, en sus aspectos social, económico y cultural de los americanos y que hoy en día sigue siendo un faro para aquellos que luchan por ideales de autonomía política, democracia, una defensa del derecho de los más débiles, en los que los valores espirituales y el papel de la educación era un factor determinante.

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No sólo comprometido con las causas políticas de su tiempo hasta entregar su vida, lo más significativo es que ahondara en el conocimiento de las realidades de los pueblos a donde tuvo que vivir transitoriamente o en el exilio, como España, Estados Unidos, Guatemala, México y Venezuela, comprendiendo sus problemáticas y dificultades, al igual que sus virtudes. No de otra manera puede comprenderse el que haya sido precursor del modernismo hispanoamericano junto a Manuel González Prada (Perú), Rubén Darío (Nicaragua), Francisco Gavidia (El Salvador), Julián del Casal (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México), Manuel de Jesús Galván (República Dominicana), Enrique Gómez Carrillo (Guatemala), José Santos Chocano (Perú) y José Asunción Silva (Colombia). Así hasta hacerse mártir por su amor a la verdad, propugnando por una liberación de toda sombra imperialista o neocolonialista.   

Desde su “Ismaelillo” (1882), primera obra de renovación literaria, escrito en Nueva York o en Caracas (no se sabe a ciencia cierta), dejaba su fe y esperanza en el logro de un destino propio para los pueblos de América -en especial para aquellos unidos por la lengua castellana- que permitiera su desarrollo en todos los órdenes (material y espiritual) sin desnaturalizar su cultura. Esto puede leerse en la aspiración a un mundo mejor como  se expresa en dedicatoria de la obra a su hijo:  "Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti”. 

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Y esta dignidad tan admirable se expresaba con una actitud de honradez en el hacer y el decir, virtud muy escasa en estos nuevos tiempos, lo que ciertamente se refleja en la expresión de su lenguaje. Desde sus primeros versos, poemas escritos en España, en México y en Guatemala, o en libros como “Polvo de alas de mariposa” o “Versos en la Edad de Oro”, se ven los alcances de una renovación con voz propia dentro de la concepción modernista. Pues en sus “Versos sencillos”, como en sus “Versos libres”, por encima del gusto por “Las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana”, mostraba su verdad interior, su experiencia vivida y desde luego, un ideario ético, que lo hacían labrar los versos en la soledad íntima donde vertía sus ideas, sensaciones y sentimientos humanos, o que como espadas resplandecientes, tenían la aspiración de dejar la memoria de un guerrero que va camino al cielo.  

Así, fue precursor en la búsqueda de ese lenguaje propio, lo que ratifica en su escritos: “Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados”. Y de esta manera cumplía la utopía de América logrando para el castellano la expresión de nuevas realidades con un lenguaje nuevo.  En otros ámbitos, daba paso a una corriente literaria centrada en lo latinoamericano, que como expresó en su libro “Guatemala”, puso el acento en las culturas aborígenes –acalladas en la miseria y la ignorancia- o en el criollismo que impregnó a todas las manifestaciones de la América mestiza. 

Pues cabe decir que el papel de la poesía y la literatura fue también el de servir de orientación y camino en las tareas que imponían los nuevos tiempos, llenando el vacío que la decadente España no encontraba en el arte como expresión subjetiva de la realidad.  Y en 1881, al buscar nuevos horizontes en Venezuela, luego de rendirle culto a la estatua del Libertador, continuaba su colaboración periodística de amplia difusión desde la Opinión Nacional y en La Revista Venezolana, donde daba a conocer las ideas básicas de esta renovación literaria que se considera como el manifiesto del modernismo, con nuevos giros y modos de fuerte tendencia hacia lo autóctono,  "… para mantener en alto los espíritus, en el culto a lo extraordinario y de lo propio."  

Ya a mediados del siglo XX toman para sí estos principios los escritores que quisieron introducir una nueva concepción estética que Alejo Carpentier denominó de real maravilloso y que adquirió una fisonomía propia en García Márquez con su realismo mágico.  Como lo manifiesta Martí "... ir haciendo con mano segura atrás todo lo que estorba; y adelante a todo lo brioso y nuevo que urge; cuando vivimos en una época de incubación y de brotes, en que, perdidos los antiguos quicios, andamos como a tientas en busca de los nuevos; cuando es preciso derribar, abrirse paso ante el derrumbe, clavar el asta verde, arrancada al bosque virgen y fundar", visión política que busca soluciones propias con conocimiento de sus propias raíces.  

Por lo demás, su obra influiría en una nueva forma de periodismo que con ojos críticos y visión social, puso al desnudo las miserias de  una sociedad como la norteamericana (su primera crónica aparece en La Nación, de Buenos Aires)  abriendo una senda de intelectual comprometido con la época y los mejores valores, al describir y analizar las causas de la deshumanización, la injusticia, el vicio y el camino probable de un país en los albores del imperialismo, pero también reconociendo lo mejor de esa sociedad. Más de veinte periódicos de diferentes repúblicas latinoamericanas publicarían sus textos e incluso su única novela (1885), en forma de folletín en El Latino Americano (“Amistad Funesta”), conocida con el nombre de "Lucía Jerez", donde también se pone de relieve la forma literaria renovadora que adoptaría la literatura en Iberoamérica con personajes que pueden ser de carne y no los sublimes inalcanzables. 

Finalmente, el sentido pedagógico de la literatura infantil que escribió en su revista La Edad de Oro (que alcanzó cuatro números), en la que puso al alcance de los niños en un lenguaje sencillo y musical, las mejores obras de la literatura universal para adentrarlos en su propio mundo sin actitudes paternalistas, sino para hacerlos pensar por sí mismos en el mundo que los rodea, con el fin de salvar a ese futuro hombre o mujer, de la ruindad, la mezquindad y la hipocresía.  Por su vida y su obra, José Martí, seguirá siendo un auténtico faro para aquellos pueblos que buscan ser independientes, un pensamiento que puede leerse en el cenital ensayo  “Nuestra América”, publicado en la Revista Ilustrada de Nueva York, el primero de enero de 1891, donde expone conceptos con una nueva visión de Latino América, así como las causas de la situación política y social de entonces, con su posible solución, ideas que seguramente tienen vigencia en la actualidad. 

 

Por Nelly Rocio Amaya Méndez

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