El Magazín Cultural

Juan Cárdenas: en contra de todo

Después de quince años sin exponer en Bogotá, el artista presenta una recopilación de su obra en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Karen Viviana Rodríguez Rojas
12 de octubre de 2016 - 02:00 a. m.
El pintor colombiano Juan Cádenas en su casa en Bogotá.   / Jonathan Ramos
El pintor colombiano Juan Cádenas en su casa en Bogotá. / Jonathan Ramos

Hace quince años, Juan Cárdenas no exponía en Bogotá. Lo último que se había visto de él era una retrospectiva en el Banco de la República. “Mi obra es muy laboriosa. Nunca tengo grandes cantidades de pinturas para estar mostrando y cuando me piden exposiciones me toca pensar muy bien qué acepto y qué no, porque simplemente no tengo muchos cuadros”, cuenta Juan, el hijo menor de esa familia trazada por la historia del arte: los Cárdenas.

Está sentando en un sofá blanco de su casa en Bogotá. Detrás de él, un óleo pintado por su esposa Mónica Meira, también artista. Con voz pausada y un semblante tranquilo, sin ningún tipo de pretensiones por ser uno de los pintores colombianos más importantes del siglo XX, comenta que el haber hecho gran parte de su carrera por fuera de su país natal fue una circunstancia que la vida le presentó desde que era niño.

“A los ocho años llegué a Estados Unidos. Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947, a mi padre le ofrecieron ser el director editorial de una revista y toda la familia se trasladó para allá. Estudiamos todo el colegio y la universidad, y hasta hicimos con mi hermano Santiago el servicio militar durante la guerra de Vietnam”.

Mientras recuerda que en los años 40, época en la que no había muchos juegos interesantes, su padre les enseñó a su hermano y a él a hacer muñecos de papel periódico en forma de cadeneta, los cuales se convertían en ejércitos que eran derribados por bolitas de papel que se lanzaban el uno al otro. Una sonrisa se dibuja en su rostro, que después se ve trastocada por una afirmación: “Me formé en la generación después de la guerra”.

Así fue como Cárdenas vivió y peleó por una guerra que no le pertenecía. Defendió un país que no era suyo, que simplemente lo adoptó y lo hizo parte de ese batallón de jóvenes que salió a defender a los Estados Unidos. Por fortuna, para esta época ya sabía a qué quería dedicar el resto de su vida. Ser pintor.

“Cuando tenía doce años mi padre nos llevó, con mi hermano Santiago, al Museo Metropolitano de Arte, de Nueva York. Eso fue lo más extraordinario que había visto en mi vida: pinturas y esculturas maravillosas. Ahí decidí, siendo muy niño, que quería ser artista”.

Entre todas las obras que vio reconoce que la que más lo impacto, por parecerle tan bien pintada y por el personaje que representaba, fue una obra del francés Édouard Manet, El cantante español (1860). Lo demás ya se sabe: que estudió dibujo y pintura en la Rhode Island School of Design y en Cummington Art School, en Massachusetts. Que vivió el esplendor del arte en Nueva York al convertirse en el epicentro de la plástica, que de primera mano conoció el arte pop y otras corrientes de la época.

El trabajo de Cárdenas alcanza a ser una representación de esos años en Estados Unidos, Francia y posteriormente Colombia, a donde regresó hace cincuenta años para seguir contando las historias que en vez de escribirse se pintaron en lienzos. Su obra se ha caracterizado por ser un cuestionamiento de la realidad que conocemos. Por lo mismo, no le ha interesado dibujar el cuerpo perfecto; al contrario, indaga un poco sobre la tragedia del ser humano que pensamos ideal.

Es inquieto por reconocer quién es y representar sus pensamientos, por lo que considera que sus dibujos hacen parte de una obra muy intimista. No le gusta tener modelos en su taller, no le gusta sentirse observado mientras pinta. Prefiere usar su cara, no por ser ególatra o creer que tiene una belleza especial, sino porque es una forma de reconocerse, de comentar sobre sus propias vivencias. Y en esos casos en los que no resulta ser muy claro para dónde va, la música clásica se convierte en su mejor compañía para vislumbrar lo que su mente quiere decir.

En ocasiones, ese dibujo que para él es blanco y negro se convierte en un óleo o en un collage fotográfico, en donde el color se convierte en una herramienta para sacar ideas o llegar al subconsciente. Esta idea de entender lo que ocurre con el cerebro lo seduce tanto que lo ha llevado a investigar de forma científica y se emociona cada vez que lo explica. Las líneas que ha pintado Cárdenas también se han convertido en caricaturas, que para él son el resultado de los comentarios que un artista puede hacer de forma mordaz y critica, pero que la pintura no le permite hacer.

“Me interesé por la caricatura cuando llegué a Colombia. Tenía que ganarme la vida de alguna manera, así que conseguí trabajo como caricaturista en el periódico La República. Recuerdo que la primera que publiqué era un escudo nacional utilizado con sátira sobre lo que estaba pasando en ese momento en el país con el narcotráfico. Por esa terminé en la cárcel y despidieron al director del periódico”.

Ahora, a sus 77 años continúa dibujando, se pasa la vida entre hacer caricaturas —que no publica, según él, porque son muy fuertes y sospecha que muy pocas saldrían a la opinión pública— y preparando una exposición de reconstrucción histórica de Colombia. Su casa ahora se adorna con cuadros que ha hecho de la Santa Fe del siglo XIX, de Simón Bolívar, Tomas Cipriano de Mosquera, Camilo Torres, entre otros gestores de la Independencia.

“Hay artistas colombianos que siempre siguen las tendencias extranjeras. Lo mío va en contra de todo eso. Hago lo que quiero, así no esté de moda. Sé que nunca lo estaré. Pero esa es mi manera de ver mi paso por este mundo”.

Por Karen Viviana Rodríguez Rojas

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