El Magazín Cultural

Juan Fernando Hincapié: “Es increíble que una persona tan joven haya concebido esta historia”

A modo de homenaje por los 200 años de la creación de Frankenstein o el moderno Prometeo, la editorial Panamericana decidió escribir de la mano de Juan Fernando Hincapié, una nueva traducción de este clásico de la literatura.

Jorge Andrés Osorio Guillott
24 de julio de 2018 - 07:50 p. m.
El escritor bogotano Juan Fernando se graduó de la Maestría en Creación Literaria de la Universidad de Texas en El Paso, y realizó estudios de doctorado en Lingüística Hispánica en la Universidad de Houston. / Archivo
El escritor bogotano Juan Fernando se graduó de la Maestría en Creación Literaria de la Universidad de Texas en El Paso, y realizó estudios de doctorado en Lingüística Hispánica en la Universidad de Houston. / Archivo

Fue en marzo de 1818 cuando una joven británica de 19 años, conocida como Mary Shelley, escribió una de las obras más emblemáticas de la literatura universal. Frankenstein o el moderno Prometeo es una obra que ha llegado a ser calificada como parte del género gótico o de ciencia ficción. Su relato y su trama nos trasladan a épocas en las que los vientos soplaban cambios y los amaneceres olían a grandes transformaciones.

Postular al ser humano como su propio dios al otorgarle la capacidad de generar vida era una idea que generaba (y aún genera) mucha polémica y escepticismo. Es por ello que la novela de Shelley causó tanto revuelo en Europa a inicios del siglo XIX. Se acercaba una nueva era y la literatura así lo hizo saber con la narrativa de esta escritora inglesa, quien escribió con tinta indeleble la historia del doctor suizo Victor Frankenstein.

Dos siglos después sigue existiendo el asombro por esta novela que refleja las imbricaciones morales que puede llegar a tener el desarrollo de la ciencia y con ello su constante intención por convertirse en la diosa que calca o genera una nueva existencia en la tierra. Acompañado a ese asombro, surge el ejercicio de repensarse la obra y de reeditar las viejas traducciones que se han hecho sobre este texto insigne de la literatura universal. Así, este año, tras cumplirse el bicentenario de la novela de Shelley, es que la editorial Panamericana decidió apostarle a una nueva traducción que acercara a los lectores colombianos a uno de los clásicos literarios y así promover el interés y el estudio por la ficción.

¿Qué tanto tiempo tarda en traducirse un texto? ¿Existe algún método? ¿Qué es lo más complejo? Este tipo de preguntas suelen suscitar la lectura de un texto traducido a nuestra lengua. Es por esto que le preguntamos a Juan Fernando Hincapié, escritor y traductor de esta nueva edición de Frankenstein, sobre lo que representa el ejercicio de traducir y cómo éste alimenta la vocación del escritor: “A decir verdad, traducir un libro se parece mucho a escribir uno. Nada es inalcanzable cuando uno trabaja todos los días. Yo siempre fijo un límite diario (mil palabras, por ejemplo), y lo respeto hasta llegar al final. Nunca comienzo a trabajar sin haber revisado a fondo el trabajo del día anterior, y al final reviso exhaustivamente. Frankenstein tiene unas 75.000 palabras, así que traducir el libro me llevó alrededor de cuatro meses. Lo más difícil de traducir es no perder el ritmo.”

En la academia se suele decir que los textos traducidos pierden mucho el sentido y el significado de las oraciones. Como escritor y traductor, ¿qué opinión tiene al respecto a partir de ambas experiencias? ¿Cómo se traduce a otro idioma expresiones que son autóctonas o únicas de una lengua?

“Esta es una cuestión que siempre está latente en el mundo del traductor. No creo que la traducción literal le haga ningún favor a nadie, sobre todo cuando no parte de la reflexión. El traductor tiene que cuestionarse sobre el sentido de lo que se dice en un sistema lingüístico, y luego pasarlo a otro, al suyo. Lo de las expresiones autóctonas y juegos de palabras de una lengua es uno de los principales escollos a los que se enfrenta un traductor. Una manera de solucionarlo son las notas al pie, aunque también se puede buscar una expresión equivalente.”

Traducir textos como Frankenstein requiere de una enorme responsabilidad, pues el ejercicio de trasladar una palabra o una expresión en particular de una lengua a otra requiere de un tacto específico, un tacto que también ayuda al escritor a concebir el lenguaje como un conjunto de normas y de manifestaciones que simbolizan una cultura y expresan un sentido en especial. Así, traducir no sólo se convierte en un ejercicio de facilitar el entendimiento entre diversas culturas sobre una obra que no es originalmente del idioma autóctono de cada región, también pasa a ser un artilugio del escritor para reconocer y revalorar la singularidad de cada lengua y así tomar con sumo cuidado y atención cada palabra o frase que pueda llegar a ser mal empleada o malinterpretada por los lectores.

¿La traducción podría considerarse una herramienta que alimenta la importancia de valorar y concebir una lengua?

“Desde luego. Cuando traduces no hay atajos: si miras con atención, logras ver todo lo que el escritor de la obra quiso hacer. En el caso de Mary Shelley, yo aún no logro reponerme del impacto de que una persona tan joven haya concebido esta historia. Es algo verdaderamente notable en la historia de la literatura universal. Lo mejor sería leer a los autores en su lengua original; pero esto no siempre es posible, y es aquí donde la traducción cobra importancia a la hora de valorar y disfrutar el arte literario.”

¿Cómo podría definir la traducción y cómo cobra sentido esta acción en su vocación literaria?

“Una traducción es una versión de un texto; por esto no puede haber una traducción definitiva de una obra, y por esto también es importante traducir los clásicos cada cierto número de años. En más de un sentido el traductor también es el autor, puesto que usó sus palabras. Por otra parte, traducir es la mejor escuela para un escritor, muy superior a tomar un taller, o a dictar uno, o a cualquier oficio paralelo de los que un escritor se ve forzado a desempeñar para sobrevivir. Espero poder seguir traduciendo libros, y saludo el esfuerzo de Panamericana Editorial por apoyar a los traductores nacionales. Lo más fácil para ellos hubiera sido comprar una traducción ya hecha, de manera que es importante reconocer su esfuerzo.”

 

Por Jorge Andrés Osorio Guillott

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