El Magazín Cultural

La autora de Nieves, que cumple medio siglo: 'Yo no quería, pero acabo de llegar a los 87 años'

Consuelo Lago, la autora de Nieves, una caricatura que cumple hoy 50 años de haber sido publicada por vez primera en El Espectador, se confiesa con Isabel López Giraldo en su serie Historias de vida.

Isabel López Giraldo
14 de mayo de 2018 - 07:39 p. m.
Nieves, la emblemática caricatura de Consuelo Lago, cumple 50 años. / Archivo
Nieves, la emblemática caricatura de Consuelo Lago, cumple 50 años. / Archivo

Recuerdo mi maravillosa infancia en Popayán, patinando y en bicicleta en las amplias calles sin automóviles y los paseos a caballo en los potreros de Belalcazar, la hacienda del poeta Guillermo Valencia, donde veíamos aterrizar la avionetica amarilla de unos amigos gringos de papá.

Para las monjas del colegio era pecado el vestido de baño y aprendí a no decirles que había ido a la piscina con mis papás, después de oír misa en las iglesias barrocas llenas de santos coloniales.

Luego la adolescencia en Cali y en Bogotá, los colegios, las fiestas, los paseos, los amigos, leer, pintar, bailar, el matrimonio, los hijos, la energía de la vida y de pronto la evidencia de que había que trabajar.

— ¿En empresas? No me gustó.

— ¿Con jefes? No me gustó.

¡Ay! Pero debe haber una manera de ganarse la vida haciendo lo que a uno le gusta, ¿no?

Siempre había pintado pero en mis cuadros serios había un espíritu burlón que se asomaba y los perturbaba y otras veces solo quería dibujar cuadros divertidos.

Papá siempre me pedía dibujos de muchachas negras con vestidos de colores, bailando, para enviarlas en navidad a sus amigos en Inglaterra. Creo que inventé a Nieves para que me ayudara a trabajar.

Le puse ese nombre por la memoria que tenía mi abuela de una señora caleña muy divertida, que se llamaba Misiá Nieves Zorrilla y también por mis recuerdos de la sahumadora de las procesiones de Semana Santa en Popayán a quien le decían Blanca Nieves.

Nieves es alguien que repite lo que oye, que piensa libremente, que acierta y se equivoca; que sea divertida, seria, que toque todos los temas tristes, alegres, aburridos, trágicos, diarios, cultos, dramáticos, reales, poéticos, políticos, que nunca se acabe el tema para no encasillarla.

Nieves ha resuelto ser fiel a su novio Hétor y él a ella, sin yo proponérmelo. Ellos son así.

En este momento lleva 17.890 apariciones en El País de Cali, fuera de los publicados en otros medios.

Nació el 11 de mayo de 1968 y piensa cumplir 50 años el 11 de mayo del 2018.

En El Espectador aparece día de por medio.

No tengo un formato para nada. La vida hay que vivirla a medida que se vaya presentando.

Me parece que la naturalidad es la virtud por excelencia porque lo defiende a uno cuando no se sabe qué hacer. Ante la duda, se debe ser uno mismo.

Aprecio en en amigos que me tengan cariño. Volver a verlos amigos y sentir que queda vivo algo de afecto en ellos hacia mí.

La vida es tan complicada, difícil, diversa que no tengo tiempo de hacerme ilusiones de cuál es la felicidad, quizás felicidad sea trabajar en lo que a uno le gusta y que la familia esté sana.

Iría a un gran museo en Europa o en Estados Unidos y dedicaría dos horas a ver maravillas de obras de arte, no hay una preferida, la que me eriza es la que más me gusta.

Que sea Nieves mi obra de arte, un buen dibujo, hay otras espontáneas que no me dan tiempo.

Realmente me encantaría tener cualquier talento sobrenatural porque somos demasiado terrenales pero si he de escoger uno sería “volar”.

La imaginación todos los días como rutina hace que uno se estrelle. Es difícil salir de la obligación, del compromiso a hacer algo espontáneo.

Me encanta llegarle a la gente. Lo que más me gusta es llegarle a una persona que tiene una Nieves guardada en especial una de esas que yo ya ni recuerdo. Me sería suficiente llegarle a una sola persona, pero llegarle de verdad con lo que dice Nieves.

Mi palabra preferida es ¡sí!

Mi sonido preferido el que me da la música, el viento, el ruido del ruido, el canto de los seis azulejos que desayunan conmigo cada mañana.

Prefiero el sonido de un volcán en erupción al de una máquina.

Me enternece un bebé.

Me enfurecen las mentiras, la falsedad, las promesas incumplidas, la pretensión de los que se creen superiores a otros.

El celular como objeto inanimado es lo más incómodo y espantoso de la época moderna. Ni he querido acoger la tecnología. Mi cabeza rechaza las nuevas informaciones de la tecnología. Tener que llevar el celular en la cartera o el computador, es algo que no va conmigo pero hay que vivir con ellos.

De ser un animal, escogería el azulejo.

Como decía una amiga austríaca: No me gustaría ser una “Legumbrege”. En cambio a mí sí me gustaría ser esa flor del campo que al soplar sale volando. (Diente de León)

Me gustaría dejar en el otro un recuerdo agradable y que esa persona y yo quisiéramos volvernos a ver.

Es más fácil comunicarse por la voz que por la cara porque la cara siempre está tapando la verdadera personalidad. La cara es un disfraz, es una máscara.

 

Por Isabel López Giraldo

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