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Los microrrelatos de “La esquina delirante” llegan a su versión número 35

La esquina delirante es una iniciativa de El Espectador que busca promover un espacio de encuentro creativo con los lectores que participen enviando sus microrrelatos. Fue creada por Angélica Villalba, Jimmy Arias y la sección de Cultura de este periódico. Se inauguró el 19 de febrero de 2019, con el fin de ser otro espacio literario de la sección, y ya va por su versión número 35. Como reconocimiento a este espacio, sus creadores han sido invitados en reiteradas ocasiones a entrevistas en Blu Radio, en la Distrital y en el Instituto Caro y Cuervo.

16 de julio de 2020 - 02:37 p. m.
“Calor”, “Falocracia”, “Distanciamiento social” y “Mi amigo ‘invisible’”, son algunos de los títulos publicados en La esquina delirante.
“Calor”, “Falocracia”, “Distanciamiento social” y “Mi amigo ‘invisible’”, son algunos de los títulos publicados en La esquina delirante.
Foto: Andrés Felipe Correa @pysc_draw.a.c.

Luego de investigar distintas formas digitales en las que el periodismo y la literatura pueden convivir, se decidió que La esquina delirante recibiría microrrelatos de máximo 200 palabras, con el fin de que desde la palabra se contrarrestara la fugacidad con que se asume el tiempo en esta época.

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Luego de investigar distintas formas digitales en las que el periodismo y la literatura pueden convivir, se decidió que La esquina delirante recibiría microrrelatos de máximo 200 palabras, con el fin de, desde la palabra, contrarrestar la fugacidad con que se asume el tiempo en esta época.

La convocatoria está abierta y de forma permanente. Hasta el momento se han recibido microrrelatos de todas partes del país y de países como España, Argentina y Perú. Los textos pueden enviarse al correo laesquinadelirante@gmail.com para comenzar el proceso de edición y publicación.

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Estos son algunos de los microrrelatos publicados en la sección de La esquina delirante:

Calor

“La verdad os hará libres”, San Ignacio de Loyola

Alertados por los vecinos que no habían vuelto a ver a mi mujer por el edificio, dos agentes de la ley llegaron a mi puerta y se precipitaron a interrogarme sobre ella. –La maté –dije escuetamente con tono imperturbable y una risita disimulada–, está descuartizada en mi refrigerador. Los anteojos, la pipa encendida y mi chapela de intención vasca debieron revelarles un inapelable aire intelectual –quizá también una consistente convicción inobjetable– ya que, sin criterio ninguno, sólo atinaron a mirarse con incredulidad para luego echarse a reír mientras tomaban el ascensor. Yo busqué entre un brazo y dos piernas una lata de cerveza y me senté a ver en la tele mi programa favorito. El calor del verano es insoportable.

Reinaldo Bernal Cárdenas

Falocracia

La reina de Saba recibió en su palacio al rey Salomón que había hecho un largo viaje hasta su reino para conocerla por la fama de su belleza y sabiduría. La reina compartió con el rey, sus talentos, su riqueza y su cama. Salomón al volver a su país escribió un cantar de los cantares, la reina de Saba lo acusó de plagio. Pero fue desestimado en un juicio salomónico donde se alegó que si partieran a la mitad la cabeza de una mujer no encontrarían nada.

Paloma Blázquez Crespo

Distanciamiento social

Y en estos días que prohibido es un abrazo, un beso es impensable; que desde lejos solo me queda mirarla; logro ver con más claridad ese paisaje en que el vivo, logro atesorar más cada gesto, cada olor. En estos días en que las sonrisas se esconden tras los variados modelos de tapa bocas, qué falta hace en cualquier plaza un café, que sin, con 1 o 2 de azúcar, el bullicio de la gente, la velocidad de la vida que en otro momento parecía desbordarnos. Y en estos días tenemos la excusa perfecta para hacer esa llamada que hubiese aguardado por una fecha especial; para enviar un abrazo virtual; para mirarnos hacia dentro y, quizá, asustarnos un poco.

David Felipe Morales

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Mi amigo ‘invisible’

El árbol fue determinante para elegir la casa a la que me mudaría. En la anterior no tenía uno, sino muchos enfrente. Despertar, oír pájaros, abrir los ojos, ver ardillas trepando era un privilegio, aunque no se tratara de una zona rural. Acostumbrada a ese panorama matutino y cotidiano, con algo me debía conformar. En el nuevo hogar era común que los fines de semana tomara el sol, acostada en el piso del balcón, desde donde lo veía mover sus ramas de aquí para allá, a veces de un lado a otro, a veces haciendo círculos. A veces con fuerza, otras con serenidad. Las mismas sensaciones transmiten los sonidos que hacen las ramas al chocar con el viento. Amplio, con hojas pequeñas, redondeadas y verde limón, y algunos pompones blancos. Lo he observado y ahora lo hago todos los días, cada que poso mi mirada en la ventana. El aislamiento al que obliga un virus que se ha paseado por todos los continentes me lo ha permitido, y se lo agradezco, porque ya no solo lo miro, ahora lo contemplo, el árbol es ahora mi terapia de confinamiento.

Killy Gutiérrez Guzmán

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