El Magazín Cultural

La esquina delirante XIV (Microrrelatos)

Este espacio es una dentellada a la monotonía mediante el ejercicio impulsivo y descarado de la palabra escrita. En tiempos fugaces, como los nuestros, en los que la inmediatez cobra más validez que nunca, el microrrelato se yergue como eficaz píldora psicoterapéutica. Guerra de guerrillas narrativa si se quiere.

Autores varios
08 de octubre de 2019 - 08:37 p. m.
Ilustración: Laura Sofía Solórzano Cárdenas
Ilustración: Laura Sofía Solórzano Cárdenas

Calor

“La verdad os hará libres”,  San Ignacio de Loyola

Alertados por los vecinos que no habían vuelto a ver a mi mujer por el edificio, dos agentes de la ley llegaron a mi puerta y se precipitaron a interrogarme sobre ella. –La maté –dije escuetamente con tono imperturbable y una risita disimulada–, está descuartizada en mi refrigerador. Los anteojos, la pipa encendida y mi chapela de intención vasca debieron revelarles un inapelable aire intelectual –quizá también una consistente convicción inobjetable– ya que, sin criterio ninguno, sólo atinaron a mirarse con incredulidad para luego echarse a reír mientras tomaban el ascensor. Yo busqué  entre un brazo y dos piernas una lata de cerveza y me senté a ver en la tele mi programa favorito. El calor del verano es insoportable.

Reinaldo Bernal Cárdenas

Si está interesado en leer otro capítulo de La esquina delirante, ingrese acá: La esquina delirante X (Microrrelatos)

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Vikingos y pokemones

La fiesta de disfraces iba muy bien. Guapas mujeres, disfraces divertidos y variados, inmejorable DJ y una selecta variedad de golosinas alucinógenas. Hasta que al vikingo panzón le dio por abrirle, de un hachazo, la cabeza a la Pokemón con la que, tan solo hace unos instantes, charlaba animadamente. ¡Plas! En medio de la frente. Sangre y huesos astillados salpicaron a una linda Harley Quinn que se contoneaba a su lado. Menuda sorpresa –pensé, acariciándome mi barba de Gandalf-, nunca imaginé que los Pokemones tuvieran sangre roja, como la nuestra.

Jimmy Arias

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Sed

Los viernes dejaron de ser su día favorito, no solo por la acumulación del cansancio de una semana de trabajo, sino por la certeza de que el fin de semana empeoraban sus sueños. Tenía un sueño recurrente, en el cual corría por un camino lleno de bifurcaciones en medio de un bosque, no sabía si huía de algo o de alguien, pero corría como si su vida dependiera de ello, sentía la garganta reseca, una presión en el pecho y despertaba con una sed incontrolable que no conseguía calmar tras litros y litros de agua. Ese viernes decidió entrar a un bar para aplazar sus sueños y dado que la sed ahora era un estado permanente, bebió todo lo que su bolsillo pudo costear, desde el vino más común, hasta el escocés de mejor calidad que el lugar pudo ofrecerle. Ebria salió de aquel bar en compañía de un desconocido hacia una habitación de hotel y allí en medio de la desesperación, clavó sus colmillos en la yugular del hombre, logrando al fin saciar su sed.

Juliana García Mora

Si le interesa leer otro capítulo de esta serie, ingrese acá: La esquina delirante XIII (Microrrelatos)

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Tres Lágrimas

Cuando lo encontraron, después de años de una búsqueda exhaustiva, tenía la ropa en muy mal estado, ni siquiera llevaba zapatos y todo indicaba un enorme sufrimiento y una prolongada tortura.  Se encontraba en posición fetal y su expresión de dolor era conmovedora. El médico que iba con la comisión de búsqueda se acercó con solemnidad y ante el silencio solo pudo acurrucarse a su lado y sentir compasión por él. Sé que es tarde, dijo. Pero por fin te encontramos. El cadáver dejó resbalar tres lágrimas que estremecieron a todos los presentes.

Rubiela Hernández

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La pesadilla

Año 2248. Despertó desubicada, con ansias de gritar por tan mal sueño que había tenido con el ‘onnoembare’. Relataban sus padres, historias que han sido contadas a través de generaciones, sobre un monstruo cubierto por una densa y oscura capa de niebla, cuya silueta denotaba cuatro extremidades, y una figura ovalada en la parte superior de su cuerpo. Era instintivo, voraz, caníbal, destructor y el más peligroso e irracional que haya existido jamás; llegando a acabar con un 90% de la vida en la tierra. La cucaracha no tardó mucho en calmarse, al recordar que esos cuentos que había escuchado se trataban de una leyenda y siguió durmiendo. No sabía que realmente su especie era sobreviviente de aquel monstruo. Había soñado con un humano.

Edwin Rojas

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Vampiros

Él posa de tipo seguro y procura mirar a los ojos para ocultar una personalidad llena de inseguridades, ella hace lo que puede para contener a duras penas la avasallante sensualidad de su pelo rubio y sus palabras certeras. Más que conocerse, colisionan, y sus pieles hierven cuando salvan la escasa distancia que las separa. Algo de valor líquido y algunas frases aderezadas con nervios adolescentes son suficientes para que sus cuerpos cedan. Cada uno se las arregla para mantener a salvo su secreto y clavan con presteza sus colmillos retráctiles en los cuellos de su amante. Se pierden a sí mismos en el sabor embriagante de la sangre y caen dormidos en un abrazo semejante a una pequeña eternidad. En la mañana se despiden con un beso tímido, sin entender aún que a partir de ese momento seguirán anhelando el sabor del otro a donde quiera que vayan. 

Álvaro Vanegas

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La presente es una invitación para los delirantes de mente y corazón oscuros, para que participen en la serie de microrrelatos de horror que publicaremos en Octubre. Envíen sus historias, de máximo 666 caracteres, sin incluir los espacios, a laesquinadelirante@gmail.com.

 

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