El Magazín Cultural

La importancia de que el cine se vuelva “Ambulante”

La organización, que llegó a Colombia en el 2014 estará presentando, todos los martes, una serie de documentales en la Casa la Soledad ubicada en la calle 39 n.° 20-30.

Juliana Jaimes y Andrés Osorio Guillott
03 de junio de 2019 - 03:00 a. m.
El auditorio de la Casa La Soledad cuenta con una capacidad para 75 personas. / Diego Cuevas
El auditorio de la Casa La Soledad cuenta con una capacidad para 75 personas. / Diego Cuevas

En una pantalla de tres metros y medio de largo y con un aforo para 75 personas ubicadas en una acogedora casa del barrio Teusaquillo en Bogotá, el colectivo Ambulante revivió. Fueron cinco años de recorrer el país para llevar el cine documental a diferentes rincones de Colombia, lugares en los que la gente no conocía una sala de cine y nunca había vivido una proyección, aun siendo sus propias historias de vida la inspiración de muchos para crear. Aunque parezca paradójico, Ambulante permanecerá inmóvil, no como un cierre de sus odiseas y sus proyectos, sino como una posibilidad de contar desde allí la realidad que necesita ser difundida e inmortalizada en el alma de quienes llegan a verla.

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“El cine documental tiene la potencia de conectar a las personas con diferentes realidades de todo el mundo. Y Colombia en sí es como una fuente de grandes historias del documental”, cuenta Camilo Pachón, director del programa “Ambulante más allá”, un proyecto que fomenta la formación en cine documental para comunidades del territorio colombiano.

Este viaje inició hace 14 años en la Ciudad de México, cuando el actor y director de cine Gael García Bernal junto con Diego Luna crearon una organización que se dedicó a apoyar y difundir el cine documental como una herramienta para transformar la cultura y la sociedad.

Y es que aprender a contarse, a narrar el dolor y a sanar por medio del lenguaje es fundamental para construir la memoria de un continente como Latinoamérica, en el que la sangre ha recorrido la tierra y se ha encargado de escribir la historia. Ambulante llegó a Colombia en 2014, con las mismas ganas de difundir este cine que cuenta los superhéroes reales que día a día luchan por sobrevivir, las más bellas historias de amor de los pueblos campesinos que se niegan a separarse de su familia y la valentía de las diferentes culturas que, a lo largo de los años y sin importar el arrebato de la modernidad, se niegan a mimetizarse. El cine documental se encarga de reflejar el dolor, el desarraigo, el miedo a la muerte y el amor fraternal de la gente real.

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La primera gira que Ambulante realizó en nuestro país fue hace cinco años. Como esa, se realizaron cuatro más, hasta 2017 y en total fueron 12 ciudades y más de 33 municipios en todo el país. La organización en Colombia se planteó con varias áreas de acción: una de ellas se encarga de la generación de cine documental en las comunidades del país y la otra consiste en realizar una alianza con otras organizaciones para presentar cine documental en diversos espacios, como museos, teatros, universidades, colegios y demás.

“Es la primera vez que Ambulante se queda quieto. Es algo irónico por el nombre, pero nos parece importante y necesario que haya un espacio de formación de públicos permanente en la ciudad, que brinde otro tipo de oferta cultural que no está siendo atendida. Esperamos que este espacio sea eso, de construcción y de formación de públicos”, señala Isabel Cuadros, coordinadora de programación de Ambulante en Colombia. En su apertura, hace apenas dos semanas en la calle 39, se plantearon tres ciclos de cine documental que la gente podrá disfrutar gratis: Migrantes, desde el 14 de mayo hasta el 2 de julio; Consciente, del 9 de julio al 20 de agosto, y Resiliente, del 27 de agosto al 8 de octubre. Así, el propósito no solamente se centra en la formación de públicos interesados en contenidos culturales que se vean comprometidos con las realidades alternas de otras sociedades, sino también con la creación de espacios alternativos que fomentan el arte en la ciudad y que acercan a todo tipo de poblaciones a esta clase de narrativas audiovisuales.

Rodar y estrenar producciones de cine documental en comunidades rurales es uno de los objetivos de esta organización que surgió en México. Sus historias se expanden a lo largo y ancho del continente, gracias a los desplazamientos que constituyen la esencia misma de Ambulante y permiten que las historias sean tan diversas como particulares.

“Una cosa que hacemos es estrenar los documentales grabados en Colombia en los lugares donde fueron realizados. Por lo general, las historias nunca vuelven. Siempre van, graban y no regresan. Muchas veces lo que hacemos es apoyar a realizadores nacionales para que hagan sus estrenos. Por ejemplo, tuvimos una memorable, que era el estreno de una película que se llama Mármato. Hicimos una función en la cual de mil personas que había en el pueblo, fueron quinientas. Todos vestidos como si fueran a ir a teatro, con su mejor traje, llevaron sus propias sillas; nosotros lloramos apenas llegó toda la gente. Hemos llevado, por ejemplo, la primera función a Nabusimake, que es el pueblo indígena más importante de la Sierra Nevada, como el asentamiento más relevante de los arahuacos. Hemos llevado el cine al Chocó, a muchas partes del país donde el acceso al cine documental es reducido. Mediante el programa de formación en cine documental, lo que hacemos es entregarles las herramientas a colectivos o grupos de jóvenes que les permitan generar sus propias historias. Entonces hacemos procesos de formación en el género documental que tardan un mes o mes y medio en las comunidades. Les enseñamos todas las herramientas, construimos con ellos las historias y al final grabamos, editamos y posproducimos ahí mismo y lo presentamos en el territorio. Ambulante, desde que nace, su intención es encontrar en el cine una oportunidad de generar una transformación social”.

La cultura como herramienta de tejido social debería concebirse como un espacio democrático, incluyente, y ese imaginario se transforma dentro de las lógicas del sistema en una serie de actividades que sean gratuitas, que no represente alguna especie de obstáculo para que cualquier persona o sector se vea impedido de asistir y aprender sobre aquello que el arte nos cuenta y que eso que algunos llaman historia oficial o seguridad nacional intenta invisibilizar. Así, Ambulante aspira a que sea el mismo público quien reafirme la relevancia de sus acciones asistiendo a sus eventos, reconociendo el valor de sus esfuerzos, de su trabajo con comunidades que no cuentan con una sala de cine de última tecnología y no conocen esos mundos paralelos que narran un mundo aparentemente esquizofrénico.

“Ambulante, en general, busca voces de rebeldía y de cineastas que están cansados con la injusticia en el mundo. Así que se que creó un espacio justamente para estas voces. Queremos que la gente se siente a ver una historia y si esta le causa rabia, pues que le dé rabia y que con ese sentimiento vaya y actúe para cambiar esa situación”, con esa frase Isabel Cuadros describe la sala de Ambulante, un lugar en el que la indignación por lo que se ve no se transforma en violencia, sino, por el contrario, se convierte en arte que sin duda siembra una semilla para el cambio.

Por Juliana Jaimes y Andrés Osorio Guillott

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