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La mano de la Dama (Relatos y reflexiones)

A propósito de la nueva polémica que provocó la destrucción de la estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali, presentamos un texto sobre algunos de los monumentos de Barcelona, España, y lo que significan.

Isabel-Cristina Arenas
30 de abril de 2021 - 06:36 p. m.
La "Dama del paraguas" (1884) está ubicada en el distrito Ciutat Bella de Barcelona.
La "Dama del paraguas" (1884) está ubicada en el distrito Ciutat Bella de Barcelona.
Foto: Archivo Particular

Quizás nadie pensaría en cortar esa mano que intuye la lluvia, ni en quitarle la sombrilla que la cubre del sol y del agua, aunque nunca de palomas y gaviotas. La Dama del paraguas de Barcelona es una estatua en mármol, saltarina, quizás feliz y posiblemente mágica, ubicada sobre una fuente; la dama fue hecha por el escultor Joan Roig i Solé en 1884. Para verla se debe pagar la entrada al zoológico, y tal vez haber estado allí antes para no fijarse solo en los animales cautivos y pavorreales libres sino también en todas las demás estatuas del lugar: hay un perro hambriento, un delfín que salta, un león a la defensiva; también un San Francisco de Asís.

Si alguna vez la Dama del paraguas fue polémica se debió a su vestido pues pasaría pronto de moda, también se calificó como banal si se comparaba con las demás estatuas, mucho más ostentosas, del certamen para el que fue creada: la Exposición Universal de Barcelona en 1888. ¿Quién pensaría en hacerle daño? En el cuento La garra de la estatua, del escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa, una mano es una promesa: “La mano se esconde lejos del cuerpo y la estatua, que desea volver a estar completa, cumple el deseo para recuperar la mano, es entonces cuando uno se la devuelve”.

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Por esas fechas y para el mismo evento —la Exposición Universal—, se inauguró una torre de 57 metros ubicada al final de Las Ramblas. En la parte inferior ocho leones rodean el monumento y al subir la mirada se ve a Cristóbal Colón que con una mano levantada parece señalar a América si allí estuviera América, aunque por lo menos su dedo apunta al mar. La suya sería una mano con muchas promesas por cumplir si llegara a ser robada. Hace casi un año, en junio del 2020, en plena pandemia, en pleno verano a la media noche, un grupo de manifestantes prendió fuego a esta estatua.

Por esos días algunos cristóbales caían en varias partes del mundo como parte de las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd. El incendio no pasó a mayores y la estatua sigue allí, esperando a los turistas que cabalgarán sobre los leones para tomarse la foto de turno, y que subirán a la torre para tener otras vistas de la ciudad, pues en su interior hay un ascensor que llega a los pies del conquistador; no más arriba. Todas las figuras que lo representen estarán siempre en perpetuo peligro, porque como escribió Juan Esteban Constaín en una de sus columnas: “Con los ojos del presente ningún pasado es tolerable”. También dice que la forma de corregirlo es conocerlo, no abolirlo.

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¿Serviría de verdad para algo que esa mano desorientada de Colón dejara de formar parte del skyline de Barcelona? Por otro lado, algunos ojos del presente podrían llegar a sospechar de la Dama del paraguas, y querer quitar de allí a una mujer del pasado, a una mujer que no las representa. Su mano grácil y extendida además de averiguar si cae agua del cielo, también parece esperar a ser rescatada, tan indefensa y frágil en la punta de la fuente, con ese corsé incómodo y obligatorio, con ese vestido tan largo y el verano que se acerca, con tantas promesas y deseos sin cumplir.

Por Isabel-Cristina Arenas

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