El Magazín Cultural

La muerte de los animales y la banalidad del mal

En la novela de J.M Coetzee “Elizabeth Costello”, el personaje que le da el nombre al libro, equipara en un discurso el genocidio en los campos de concentración nazis con la muerte de los animales en mataderos y granjas industriales.

Felipe Valderrama Barahona
15 de noviembre de 2018 - 08:19 p. m.
Hanna Arendt, quien escribió sobre La banalidad del mal a raíz del juicio a Adolf Eichmann en 1961.  / Cortesía
Hanna Arendt, quien escribió sobre La banalidad del mal a raíz del juicio a Adolf Eichmann en 1961. / Cortesía

Además de la necesidad de aclarar que la semejanza entre los lugares de muerte no implica la identidad de las víctimas, esta idea produce algunas resonancias que conviene analizar. Puede que las ideas que ha habido sobre el exterminio nazi sirvan también para pensar la forma como mueren los animales por manos humanas. Para analizar la cuestión, la idea de la “banalidad del mal” puede constituir un terreno fértil. Esta noción fue propuesta por Hannah Arendt en un polémico reporte hecho en Israel en 1961 sobre el juicio a Adolf Eichmann, uno de los jefes militares más importantes del gobierno nazi. Sobre este sujeto, Arendt señala que lo más inquietante era que Eichmann no aparentaba ser ni un Yago ni un Macbeth, ni algún villano en particular. Lo aterrador consistía en que Eichmann parecía no advertir el carácter criminal de sus actos, incluso parecía no comprender el mal que había ejecutado. Según él, sólo seguía ordenes, como le correspondía hacerlo a alguien en su cargo.

La forma como tratamos a los animales hoy en día está instituida en nuestras sociedades como parte del trabajo, la industria, la dieta y la normalidad. Hemos aprendido a comer la carne y demás productos animales porque así lo enseñan la ciencia médica, la costumbre, y lo promueve la disponibilidad de estos productos en supermercados y lugares de comercio. Hay que preguntarse si es posible que nosotros nos encontremos en una situación similar, por lo menos en términos de un contexto que en principio no nos permite saber lo que se hace. Parece una tesis cínica y reprobable pensar que Eichmann no reflexionó sobre la maldad de sus actos, parece apenas obvio que debía saber que todo lo que ordenaba y hacía estaba mal, pero es que creer que en efecto no lo pensó nunca es aceptar lo más impactante sobre la tesis de la banalidad del mal.

En la Feria del libro de Bogotá del 2017, Coetzee fue invitado a dar una conferencia en el auditorio José Asunción Silva en Corferias, y allí su discurso giró alrededor de la pregunta: ¿qué pasaría si hubiese un matadero con paredes de cristal en medio de la ciudad? En el caso de los animales estamos ante actos que parecen instintivamente malos, repugnantes, grotescos y siempre los escondemos de la vista pública. Es esta intuición la que me hace preguntar si acaso nuestra sociedad en general no se encuentra inmersa en la banalidad del mal respecto a los animales. Por lo pronto, los consumidores de carne por el hecho de serlo no son considerados villanos de ningún tipo.

 Sobre muchos temas se pueden tener opiniones diversas y eso no se considera reprochable, pero en cuanto al exterminio Nazi es éticamente censurable que alguien lo exalte, incluso en algunos países hacerlo configura un delito. Tal vez ha llegado el momento de pensar el problema de la industrial muerte de los animales. La Segunda Guerra Mundial tuvo su fin y unos juicios posteriores, tal vez -en su momento- habrá juicios que condenarán el ciclo infinito de la muerte animal.

 

 

 

 

 

Por Felipe Valderrama Barahona

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