El Magazín Cultural

La posibilidad de destituir los órdenes

Las obras de Felipe Arturo están atravesadas por una reflexión crítica sobre los procesos de colonialización que aún continuan vigentes.

Érika Martínez Cuervo / @CrowX78
29 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
Felipe Arturo, “La disolución de la geometría”, café molido, azúcar morena y leche en polvo, dimensiones variables, 2014. / Frans Hals Museum, Haarlem, Holanda
Felipe Arturo, “La disolución de la geometría”, café molido, azúcar morena y leche en polvo, dimensiones variables, 2014. / Frans Hals Museum, Haarlem, Holanda

Esta es una imagen con el registro de dos momentos del proyecto La disolución de la geometría (2014) del artista y arquitecto colombiano Felipe Arturo que se exhibió en el 2017 en el Frans Halls Museum en Haarlem. Un primer momento en el que vemos una figura serial que evoca un patrón ornamental y otro, en el que el público ha intervenido la pieza y dicho patrón se ha desdibujado debido a los materiales de los que está hecha la instalación. Arturo toma como referencia la geometrización de los monocultivos de soya, café, caña de azúcar, cacao, arroz o trigo y constituye imágenes que replican la trama que erigen esas prácticas agrícolas cuando se observan desde el aire. Los registros fotográficos en ángulo cenital le permiten al artista establecer - a través de sus instalaciones - metáforas de esa homogeneización y serialidad que encarnan los procesos de modernización  y la supervivencia de una economía colonial en el mundo contemporáneo. La disolución de la geometría está hecha con café molido, azúcar morena y leche en polvo, materias procesadas que tienen un alto nivel de consumo y que son resultado de procesos de industrialización.

La obra de Arturo pone de manifiesto la herencia de un sistema económico colonial que posibilita la operación del capitalismo. La estrategia de los monocultivos resulta eficiente en términos de productividad y responde a un orden racional de la actividad agrícola - tan vital y compleja - en los países latinoamericanos. Los territorios se disponen y constituyen un orden geométrico que es funcional. Con su apuesta instalativa y la acción posterior de los espectadores, Arturo desmonta la efectividad de la estrategia y hace que emerjan imágenes que ponen en crisis la idealización que supone el progreso. En el espacio de exhibición queda el gesto que deshace la representación simbólica de un sistema: un revoltijo de alimentos-materias procesados, la mueca que presenta y es ilegible.

El territorio en las propuestas estéticas de Arturo es un espacio de pugnas donde lo divergente, lo híbrido o lo contaminado cobra presencia a través de estrategias artísticas que posibilitan los materiales que usa. Me atrevería a señalar que el cuerpo de obra de Felipe Arturo va erigiendo una imagen total y nunca terminada de un incesante proceso, la imagen continuum de unas ideas entrelazadas que ponen en crisis la aparente racionalidad de la forma del mundo que alzó la modernidad.

La disolución de la geometría hiszo parte de la exposición “A Global table” (2017) que curó la isrraelí Abigail Winograd, donde se exhibieron obras antiguas y contemporáneas que emularon el tema de la naturaleza muerta en la historia de la pintura holandesa y que “pusieron sobre la mesa” las dinámicas históricas del comercio de alimentos y los efectos (económinos, culturales y sociales) del colonialismo.

Por Érika Martínez Cuervo / @CrowX78

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