Hay varias formas de pasar bien estos tiempos raros: el Festival Internacional de Cine de Cali es uno de ellos. No es un evento cultural que inició ayer: lleva doce versiones ofreciéndole a los vallecaucanos y al público en general una cartelera de cine alejada de los efectismos y el espectáculo con los que la industria anula la voluntad analítica del espectador. Lo explicaba bien Adorno y Horkheimer, lo explicaba bien Rancière, lo explicaba la nueva directora Diana Cadavid -en una charla previa- y aunque sería atractivo recordar las reflexiones de estos pensadores, no quisiera perder la concentración: 56 películas provenientes de 20 países. Estrenos, óperas primas, apuestas arriesgadas. Con un ingrediente especial: proyecciones virtuales y presenciales.
Hay una postura que vale la pena resaltar: el lugar que el comité organizador le da al cine creado por directoras. Y por eso el 45% de las cintas son dirigidas por mujeres. Y por eso se proyectan largometrajes de cineastas que incursionan, como “El cielo después de llover”, de Mercedes Gaviria; como “La pesca del atún blanco”, de Maritza Blanco; como “Bajo Fuego”, de Irene Vélez; u otras cintas que vale la pena volver a observar, “Sumercé”, Victoria Solano; “Los días de la ballena”, Catalina Arroyabe; “Mañana a esta hora”, Lina Rodríguez; “La defensa del dragón”, Natalia Santa; “Interior”, Camila Rodríguez.
Hay más: no solo se trata de reconocer las apuestas locales y nacionales. Hay una cartelera internacional de directores que se proponen ser fiel a una manera de observar el séptimo arte, un conjunto de películas con elementos en común: la música, con “La noche de la bestia” (metal), Mauricio Leiva Cock; “Huella y camino: Kraken, la historia” (rock), Alexander Giraldo; “Pandebonium” (blues), Johann Alfonso Cobo Valencia.
Un grupo de películas que a mí me resultan imperdibles: “La niñas”, de la española Pilar Palomero, largometraje que clausura el festival; “La llorona”, de Jayro Bustamante, el invitado especial, quien estará en charla virtual con Gerylee Polanco, asistente de Dirección Artística del FICALI; “Las mil y una”, de la argentina Clarisa Navas; “Mi nombre es Baghdad”, de la brasilera Caru Alves de Sousa; “Bajo fuego”, el retrato de campesinos que viven las adversidades de una guerra cesada a medias en el norte del Cauca, de Irene Vélez; “Black or Latina”, de Karen Hinestroza.
Hablo aquí de mis preferencias, pero el público puede encontrar las suyas en una programación que se extiende por diez días (del 26 de noviembre al seis de diciembre), donde también se proyectarán cortometrajes; habrá charlas con directores; discusiones entre especialistas, como el Seminario de Investigación de Cine, que en su novena versión busca hacer un mapa de las perspectivas de cintas femeninas y que tendrá como invitado a Posturas Críticas, Red Colombiana de Investigadoras de Cine, grupo conformado por Juana Suárez (New York University), María Luna (TecnoCampus Universitat Pompeu Fabra), María Elena Rueda (Smith College), Carolina Sourdis (Universitat Pompeu Fabra), María Fernanda Arias (Universidad de Antioquia), Amanda Rueda (Universidad de Touluse), entre muchas otras.
Además de la celebración del Quinto Salón de Productores y Proyectos Cinematográficos y el cuarto Laboratorio de Guión, espacios para la formación y el fortalecimiento de 37 proyectos seleccionados previamente por convocatoria.
En suma, el FICCALI ofrece una variedad amplia y extendida de propuestas en torno al séptimo arte: proyecciones, discusiones, proyectos, etc.
Hay bastantes filmes por conocer. El evento irá hasta el domingo 6 de diciembre. Toda la información se puede encontrar en esta página web.