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Letras al margen: John Better y la literatura LGBTI

El autor del libro “Locas de la felicidad” será uno de los invitados el encuentro literario Luis Vidales, de Calarcá, que se inicia mañana.

Ángel Castaño Guzmán
01 de septiembre de 2015 - 03:24 a. m.
El escritor John Better, quien trabaja en dos nuevos libros. / Cortesía
El escritor John Better, quien trabaja en dos nuevos libros. / Cortesía

Cronista y poeta, el barranquillero John Better es uno de los nombres más interesantes de las nuevas generaciones de autores colombianos. Amigo y discípulo de Pedro Lemebel –quien prologó el primer libro de Better–, su trabajo narrativo ha recibido la atención de editores culturales y del público lector. Better participará en el Encuentro de Escritores Luis Vidales, del Quindío, que irá del 2 al 5 de septiembre y cuyo tema central son las literaturas marginales.

Usted, gracias a “Locas de la felicidad”, es uno de los jóvenes autores colombianos de lo que algunos llaman literatura homoerótica. ¿Se siente cómodo en la clasificación? ¿Todo lo que ha escrito está directamente relacionado con el tema LGBTI?

Las clasificaciones y etiquetas suelen ser torpes estrategias del mercadeo editorial. A los autores colombianos deberían de etiquetarlos de una manera simple: 1. Aburridos, 2. Autores con fecha de vencimiento y 3. Los más publicitados. Yo soy más bien uno de esos autores que vienen en una lata sin etiqueta, en la que podrías encontrar fríjoles, sardinas pasadas o comida para perros. No todo lo que escribo está relacionado con el tema LGBTI, aunque digamos que a los editores les fascina como lo hago.

Del John Better que vivió el lado oscuro de Bogotá –vivencias relatadas en “Locas de la felicidad”– al de hoy, ¿qué vasos comunicantes hay? ¿Cómo ve desde la actualidad esas experiencias, algunas crudas, otras dulces?

Lo siento algo lejano, pero lo veo más joven y vital. Uno cambia cada día, vienen los años y el deterioro del cuerpo y esas cosas, no puede haber algo peor que eso. Pero cuando recuerdo esas experiencias que viví, sólo se dibuja una sonrisa en mi cara; otras veces brotan ríos de lágrimas, es como si llorara a un muerto.

Si bien, como ya lo señaló usted, solo se trata de una etiqueta, ¿qué opinión le merece la tradición literaria LGTBI colombiana?

Creo que no existe tal cosa. La literatura abarca todos los temas. El cuerpo y el alma gay han sido tratados por unos pocos, algunos lo han hecho acertadamente, otros, de una forma mediocre y baladí. En el Caribe, autores como Jaime Manrique, Ramón Illán Bacca, Gómez Jattin, Guillermo Henríquez, asombraron con relatos magníficos donde lo “queer” se paseaba con sombrilla bajo el canicular sol de la costa. Pero si ha existido alguien quien merece ser recordado por tocar estos plumazos de florida prosa, ese es sin duda Fernando Molano: su breve vida y su obra contienen todos los elementos para ser un referente si vamos a empezar a hablar de tradición, al menos de lo gay. Yo lo pondría al lado de grandes como Arenas, Lemebel o Puig. Estoy a la espera del surgimiento de la primera escritora trans del país.

¿Cuál ha sido su experiencia de homosexual abierto en la sociedad costeña, retratada por muchos como machista y homófoba? ¿Los LGBTI tienen los caminos abiertos en Colombia?

Es curiosa esa idea del macho costeño, que por un lado rechifla a “la loca” y por el otro sale en Carnava travestido para sentarse en las piernas de otros machos que sacian su sed de aguardiente. En la costa tenemos un dicho: el hombre costeño tiene derecho a siete mujeres y un “marica”. Solo basta que tengan un par de alcoholes en la cabeza para que se te pongan románticos y te babeen la oreja con propuestas indecentes. Asumir abiertamente mi homosexualidad me ha representado el desprecio de mucha gente, especialmente los saurios de las letras caribeñas, quienes me ven como una rara avis a la que desean desplumar. Todo camino está abierto, el asunto es que uno no sabe a qué paso te estalla una mina de moralidad o física pólvora.

Su nombre y su trabajo son conocidos por las crónicas “queer”, algunas publicadas en Soho, Cartel Urbano y otros medios nacionales. ¿Cuál es su procedimiento periodístico, tanto para investigar como para escribir sus textos?

Bueno, no sé muy bien si lo que hago es crónica en el sentido explícito de la palabra. Mis textos son un híbrido entre lo veraz y lo poéticamente realista. Son cosas cargadas de humor amargo, imperfectas, como esa ropa de marca que por un defecto de fábrica venden a precio de huevo. No hay procedimiento periodístico, partiendo de que no estudié tal cosa, lo que sí hago es vivir lo que escribo, sentirlo, palparlo. Por ejemplo en la “crónica” de Soho, la de curarme la maricada, fui al pueblo de Santo Tomás a flagelarme anestesiado por un par de botellas de aguardiente. A los editores les gusta que narre mis miserias, quizá porque allí puedo diseccionarme sin misericordia y el resultado es grotescamente encantador. Ahora, cuando narro sobre otros, lo hago de una forma menos barroca, más directa.

No aguanto las ganas de preguntarle por la experiencia de entrevistar al senador Gerlein. ¿Cómo le fue, qué tal la experiencia de hablar con un personaje público tan adverso a los derechos gais?

Gerlein es un tipo muy culto, la sala de su apartamento en Barranquilla es un museo con gran parte del arte contemporáneo colombiano, en donde resalta una pintura de Luis Caballero. Posee un aceptable sentido del humor. Cuando lo entrevisté ya no fui con ningún tipo de rencor o prevención, solo fui a hacer un trabajo por encargo. Es un hombre viejo, un tótem que representa las convicciones moralistas de su partido político. Él ignoraba mí existencia y mi orientación sexual. Lo sorprendí al final con la pregunta de que si un gay le pedía un abrazo, ¿él se lo daría? Y bueno, el resto ya se sabe, yo le dije que ese era el momento de hacerlo, y en medio de una nutrida asistencia de lagartos engominados vestidos de blanco, la enorme humanidad de Gerlein me cubrió por completo, en un breve pero sofocante abrazo.

En camino vienen dos libros: uno de relatos y una novela corta. ¿Cómo van esos proyectos editoriales? ¿En qué otras cosas culturales invierte su tiempo?

Sí, el libro de relatos se llama Juguetería bizarra y saldrá con la misma editorial que publicó Locas de felicidad. Es un pastiche de relatos, una nouvelle y una serie de textos que son pura arqueología “queer”. La novela está en proceso. Hay una editorial interesada, pero nada concreto todavía: la literatura toma su tiempo, no hay afanes para mí. Mi tiempo se va actualmente en la grabación de una serie documental para Telecaribe, llamada Crónicas Translocadas: escribí la historia de ocho personajes LGBTI y su incidencia en la sociedad desde sus oficios. Soy de poco ir a recitales o lanzamientos de libros, la feria de las vanidades ya no me interesa.

 

Por Ángel Castaño Guzmán

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