El Magazín Cultural

Liniers y Montt, el valor de las vanas ingeniosidades

Ricardo Liniers (Argentina) y Alberto Montt (Chile) son dos artistas que no necesitan una vasta introducción.

Gabriela Blanco Daza *Ilustraciones: Juan José R. Bianchi
09 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Liniers y Montt, el valor de las vanas ingeniosidades

Ambos son ampliamente conocidos por su trabajo durante los últimos diez años en el terreno del cómic latinoamericano, desde publicar para diferentes revistas y editoriales independientes, nacionales e internacionales, hasta hacer portadas para la prestigiosa The New Yorker.

Para su visita a Medellín en la gira de su nueva aventura fuera de las páginas, el stand-up ilustrado: “Los ilustres”, acordamos una pequeña entrevista en la que aprovechamos para conversar sobre su oficio, su narrativa y su visión del actual contexto del cómic latinoamericano.

Después de una década (y un poco más) de trabajo, ustedes se han convertido en unos de los más grandes referentes del cómic en Latinoamérica. ¿Cómo fue ese proceso de construcción de una identidad gráfica para cada uno de ustedes?

Liniers: Para mí la identidad venía de antes. Nunca me salió dibujar como otra persona, si bien, obviamente, los dibujos míos son pedacitos de dibujos de otras personas ¿No? Yo me acuerdo de decir: “uy, qué bueno sería hacer un tipo chiste Fontana Rosa, o tipo Quino, o Calvin and Hobbes”. Lo que pasa con todos estos, con Fontana Rosa, Woody Allen, Monty Pyton, es que hay como pequeños gestitos de cada uno que uno de ellos que uno, entre comillas, roba; y fuera de comillas también (risas). Y vas armando una especie de ensalada que al final es medio tuya, o sea, porque a vos sólo se te ocurrió mezclar un gesto de Woody Allen con un pedacito de una película que viste un día de Bergman -porque quiero quedar inteligente en la entrevista-, con una teoría de matemática. Como este (señala a Montt), que le gusta hacer cosas así más cientificoides. Entonces, me parece que la personalidad va por ahí, y después también va por el hecho de hacerlo mucho, de dibujar mucho, así se vuelve como una especie de cosa intuitiva. Es como cuando manejás el auto: apenas empezás a manejar el auto estás pensando: “ah, tengo que poner primera, apretar el embrague, apretar el freno”; ahora, tu cerebro dice: “para adelante” y hacés como un bailecito y anda el auto para adelante, y cuando dibujás es lo mismo, ¿viste? Si quiero que Enriqueta esté contenta no estoy pensando “¿cómo viene el ojo? No. Es como frrrr… y sale. Más o menos.

Montt: Además que es eso y el hecho de que uno dice: “quiero hacer un dibujo como Fontana Rosa”, o crear una historia tipo Woody Allen, y te sale a la mitad. Claro, pero de tantas veces que lo haces a la mitad, esa mitad se convierte en tu estilo. ¿Me explico? Entonces, todas esas incapacidades repetidas en el tiempo terminan siendo tu identidad.

Liniers: Todo lo que no nos salió cuando estábamos copiando los otros es lo que somos ahora.

Montt: Exactamente. O sea, si te salieron unas manos chuecas, si dibujas cuarenta manos chuecas, esa es tu mano. Yo no sé dibujar codos y ninguno de mis dibujos tiene codos, ni tiene cuello, y es porque no los sé dibujar. No porque haya buscado un estilo.

Liniers: Claro, el primer dibujo es racional. Cerebral. Mi primer dibujo de Olga, lo ves y es horrible. No se parece a Olga. Con el primer dibujo de Mafalda o de Asterix o de Tín Tín debió suceder lo mismo. Y es que vos no copias el dibujo, por ahí lo copias la primera vez como por acordarte de dónde están las cosas, pero después lo empezás a sacar directamente del recuerdo de cómo lo hiciste. Y ahí se acomoda todo. Le crecen los dientes a Olga, un ojo se va agrandando, la nariz de Enriqueta pa’ arriba… Todo se adecúa solo.

Montt: Como un tetris…

Liniers: Entonces, lo que hay que hacer es trabajar mucho. La respuesta corta es esa (risas).

Hablando de los personajes, ¿cómo nacen los de cada uno? Es una curiosidad de muchos…

Liniers: Yo me levanto en la mañana, pongo el Google las Dosis diarias, veo lo de Alberto, y digo: a ver si cambio un poquitito por acá y así hago a Olga (risas de Montt y Liniers).

Bueno, en mi caso, los personajes aparecen porque querés hacer experimentos, es como que sos chiquito y tenés juguetes. Vas jugando con Luke Sky Walker, un día es tu cumpleaños y te regalan tres muñequitos más. Los personajes van apareciendo para sumar estos elementos como para un laboratorio. Y también pasa que no querés todo el tiempo a Luke, querés uno diferente, un Chewbacca, por ejemplo. Muy nerdos mis comentarios, lo sé. Además, cuando aparece un personaje es porque he querido explorar un registro de humor nuevo. Cuando aparecieron los duendes quería hacer humor absurdo, cuando apareció Oliverio Aceituna quería hacer humor negro, cuando me metí yo en la tira quería hacer humor de observación o autorreferente. Y, de Macanudo, a mí lo que me divierte es que tiene muchos registros distintos que no te los esperas, porque entonces vos no sabés por dónde viene la piña. Un día lo ves y decís: “ay, qué tierno” y luego: “Uohh, uoohhh”. Entonces, soy un boxeador. Si vos avisas por dónde viene la piña te puedes defender.

Montt: La verdad es que yo soy incapaz de hacer personajes, esa es la verdad (risas).

Liniers: Ahh, ya te salieron…

Montt: Sí, Ya por fin, Laura y Dino. Pero antes de eso lo que me pasaba es que tenía ideas, y para esas ideas funcionaba algún personaje indeterminado. O sea, se me ocurre una idea sobre galletas Oreo y entonces lo que necesito son unos panda. Entonces nunca sentí la necesidad de tener personajes, porque el tipo de humor que me salía no necesitaba de personajes, excepto los de Dios y el Diablo, que son simplemente como Dinos para hablar de dualidad. Y alguna vez traté, pero no me salió. Es que no puedo dibujar el mismo personaje dos veces. O sea, no. No lo logro. Dios y el Diablo son diferentes desde el primero hasta el último, porque no me sale, nunca recuerdo cómo era.

En relación a Laura y Dino, y a Enriqueta, la paternidad y el dibujo son algo en común para ustedes. Y de hecho, podemos notar que son asuntos que se alimentan entre sí. ¿Cómo funciona eso?

Liniers: De repente tenés a alguien en casa a quien le podés robar las ideas. Entonces vos ya no tenés que pensar (risas de Montt y Liniers). No le tenés que pagar, nadie te dice que es explotación infantil ni nada porque son tus hijos, podés hacer con ellos lo que quieras (más risas). Así que, es que hay una edad, que es justo la edad en que están Laura y mis hijas Clementina y Emma, que es como vivir con genios de la comedia y del surrealismo. O sea, durante los primeros ocho, nueve años, es literalmente como vivir con un Luis Buñuel chiquitito que viene y te dice algo, que no vas a esperar en un millón de años luz, y se va. Y decís: “¡esto lo tengo que dibujar!”, y dibujás. Es muy lindo...

Por otro lado, la gente nos va a odiar (risas).

Montt: Para mí el tema de Laura y todos estos amigos imaginarios con los que conversa, juega, a los que les pide cosas, de los que se preocupa un montón, es que es lo más cercano que he tenido en mi vida a vivir con una religiosa. Y eso a mí me encanta.

Ambos coinciden en trabajar el humor como una forma de comunicación -en diferentes matices, claro-, y con sus lectores hay una relación ya establecida, una confianza en lo que esperan de ustedes en estos términos. Pero, ¿hasta dónde sienten que les llega la libertad cuando van a hablar de ciertos temas?

Liniers: Hable usted, que usted sabe más.

Montt: Yo creo que la libertad empieza donde termina la del otro… Mentiras. Uno tiene derecho a hablar de lo que se le dé la gana y uno puede ser un forro o no, y la gente puede optar por leerte o no. Si yo paso límites que tu consideras que no deben cruzarse deja de leerme y punto. No creo en el: “oye, esto no se debería tocar, no se puede hacer chistes sobre niños muertos”, o qué sé yo. Pero sí creo que cada quien tiene su límite. Mi límite, por ejemplo, es no burlarme de cosas que otra gente no puede cambiar.

¿Por ejemplo?

Montt: Por ejemplo la cara de él (señala a Liniers, ambos ríen). Esos son temas con los que yo nunca haría ningún tipo de humor. Porque es violento. O cosas que me afectan a mí directamente, que por ahí no las he podido procesar. Que hay otras que me afectan directamente y sí las he podido procesar. Por ejemplo, las enfermedades o muertes de familiares, puedo hacer humor al respecto, sin ningún problema, porque lo he podido procesar. Pero por ahí el día de mañana se muere mi hija, y se me va a la mierda todo. ¿Me explico? O cosas como el tema de los detenidos o desaparecidos en Chile, me es imposible hacer humor al respecto, porque simplemente me supera. Entonces, creo que los límites son personales, y siento que deberíamos defender la libertad de otro de decir lo que piensa, y se le puede criticar, pero no prohibírsele de hacer.

Saliendo un poco del tema del humor, y entrando en el de la narrativa, dentro de los registros gráficos de representación latinoamericanos, ¿cómo ven el panorama del dibujo en Chile y en Argentina?

Liniers: Voy a hablar desde el punto de vista editorial. Nosotros (mi esposa y yo) empezamos una La Editorial Común hace ya como ocho años, con optimismo. Nadie pone toda su plata ahí porque piensa que esto es una porquería. Me daba mucha rabia cuando viajaba a Europa ver que dibujantes latinoamericanos se publicaban allá y no se publicaban en sus países. Que los libros de dibujantes fundamentales como Spiegelman, Daniel Clowes, por ejemplo, estaban en Europa y no estaban en ninguna de nuestras librerías. Que dibujantes como Muñoz, de los que la gente puede aprender a usar el negro no llegan. Yo soy un choto usando el negro, hubiese sido si hubiera tenido sus libros a mano. Y por otro lado, yo conozco un montón de dibujantes en Buenos Aires, y luego en Chile, Perú, Colombia, y digo: “¡pero estos tienen que estar publicados!” Y si no tienen un lugar en el cual publicar nadie se sienta a dibujar 300 páginas para guardar en el cajón... Entonces pensé: “bueno, ya que Macanudo anda bien, voy a tratar de hacer algo donde la gente pueda algún día meterse ahí”.

Así que yo lo veo con el optimismo que veo la historieta de afuera de América Latina. Además, el tema es que nosotros los latinoamericanos somos bichos raros, no somos iguales que los europeos, ni que los americanos ni los japoneses. Entonces, lo que pasó con el boom literario en la década del 60, que era básicamente gente que escribía muy bien y que, en añadidura, el mundo que narraban era muy diferente a lo que se vive en otros lugares, ¿por qué no va a pasar acá?

¿Crees que estamos en una época similar?

Liniers: Yo creo que los autores están, y veo que los libros de Powerpaola que publicamos los agarraron los franceses corriendo, los agarraron los portugueses, los polacos, los italianos; los de Ignacio Minaverry lo mismo. Están los dibujantes y me hace ilusión. También hay otra razón por la que pasa esto: en España las editoriales españolas compran los derechos para todo el mercado de habla hispana; entonces quedan los libros en España, exportan cinco libros que van a cinco comiquerías, que nosotros los compramos carísimos porque somos unos enfermitos, pero no se vuelve algo a lo que la gente común accede, y me parece que mal ahí España, porque primero lo de Cortés y Colón y todo ese quilombo (risas de Montt y Liniers), y ahora no nos dejan leer historietas, ¿viste?, no da, no da…

Montt: Igual también hay un rollo con los ilustradores y es que realmente es un golazo que te editen. Y muchas veces, como es un golazo estás tan noqueado que se te olvida plantear posibilidades. Por ejemplo, vender derechos regionales o para países específicos, entonces a uno le dicen: - “te vamos a editar”. -“Ya”. – “Y queremos hacerte remeritas y un yate”. – “Ya”. – “Y vamos a violar a tu familia”. – “Ya”. Y es un poco así. Dices que sí a todo sin pensar. Después uno se va poniendo más viejo…

Liniers: Es cuestión de estar más atento al contrato.

Y dentro de todo ese contexto laboral de cada uno, ¿cómo es que nace “Los ilustres”?

Liniers: Ah, esas son cosas que se dan como medio orgánicas. Me pasó lo mismo con Kevin (Johansen). Conocer a alguien…

Montt: Guapo.

Liniers: Divino.

Montt: Buena voz.

Liniers: Mi tipo de hombre (risas). Si te fijás, los dos (Montt y Johansen) tienen como la cosa así, medio nerds, y creen que con la barba van a arreglar algo. Pero pasó lo mismo, los conocí, me cayeron muy bien y nos hicimos muy amigos. Quedamos en tomar algo, en charlar. Después empezaron a aparecer cositas para hacer juntos, porque íbamos a la feria del libro, nos publicaban los mismos editores, y compartíamos presentaciones…

Para empezar, los dibujantes somos sujetos raros, o sea, la razón por la que uno se vuelve dibujante es porque es antisocial. Somos así. Gente introvertida, tímida. Es raro que alguien quiera subirse a un escenario. Pero yo me obligaba a presentar los libros porque quería laborar de esto, y decía: “no quiero que mi timidez no me permita trabajar en esto”. Entonces, te subes al escenario y de repente decís algo y la gente se ríe. Y eso es como lo que quise hacer con Macanudo, pero en este caso del stand-up lo veo en tiempo real, y hay un pedacito de la cabeza que dice: “uy, a ver si lo hago de nuevo”, seguro le ha pasado a Alberto también. Entonces, cuando empezamos a hacer juntos las presentaciones, nos divertía más que la gente se riera que explicar nuestro libro, que nos compraran el libro.

Montt: Y que igual no lo iban a comprar…

Liniers: (risas) Y después, aparecieron unos editores en México que dijeron: “eso estuvo bien chingón, deberían hacer algo juntos”. Y habíamos estado hablando con Alberto de hacer el stand-up ilustrado, y le dijimos. Y ahí agarró viaje…

Montt: Sí, un poco como: “le hacemos a esto”, y al mismo tiempo pensar: “nunca va a salir”.

Liniers: Claro. Yo creo que en los primeros 10 shows, y por ahora vamos haciendo 12, cada vez que salíamos de hacer uno decíamos: “¡boludo, nos  sale hacer esto!”, somos los primeros sorprendidos de que sabemos hacer algo que no sabíamos que sabíamos hacer.

Montt: Sí, es eso. Es como: “¡Che, lo podemos hacer!

En el futuro cercano, ¿tienen algo más de este tipo de formatos en mente?

Liniers: Vos querés Broadway, Gabriela. “Los ilustres, la película” (risas).

Montt: Lo hemos pensado. No es mentira. Hemos pensado hacer un reality (risas). Pero de hecho, el stand-up es algo que se va construyendo paulatinamente. Lo que hacemos hoy día no tiene ninguna relación con lo que hicimos la primera vez. Y aquí tenemos varios shows planeados, una gira en España y un par de cosas más, y no sabemos para dónde va, y es parte del vértigo. No sabemos si esto termina en videítos para youtube, o terminados peleados y vamos al show de Susana Giménez a contar nuestra experiencia (risas de Liniers).

Liniers: Es algo que no se sabe. Por ahora, nunca pasó que nos hayan pedido que les devolviéramos la plata, aunque había gente persiguiéndonos con los tridentes y las antorchas, y no pudimos volver a esos lugares. Así que eso lo considero un éxito importante. Es a lo que apuntábamos.

* Editora de la revista Larva y coordinadora de los proyectos editoriales de la plataforma cultural Entreviñetas.

Por Gabriela Blanco Daza *Ilustraciones: Juan José R. Bianchi

 

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