El Magazín Cultural

Lorenza Panero: "Hay que saber volver siempre a lo que uno es"

Presentamos una entrevista a Lorenza Panero de la serie "Historias de vida". Esta secuencia, escrita por Isabel López Giraldo, es publicada semanalmente por El Espectador.

Isabel López Giraldo
04 de diciembre de 2018 - 05:56 p. m.
Lorenza Panero / Cortesía
Lorenza Panero / Cortesía

Siempre he sido artista. Lo supe desde pequeña cuando visitábamos los museos y las galerías. Esos eran los momentos más importantes para mí, estar frente a las obras de tantos artistas.

Nací en Nueva York y con mi familia viajamos a Europa, luego volvimos a Colombia, y después la pasamos entre Bogotá y Nueva York. Mi primer idioma fue italiano, luego español y por último inglés. Me han dicho que esta multiplicidad de idiomas lo forma a uno, y creo que contribuye a mi particular punto de vista de la vida. Creo que mi visión del ser humano, lo que significa vivir en sociedad y las aspiraciones que tengo en la vida, nacen directamente de mi experiencia personal.

Estudié diseño industrial en RISD, el Rhode Island School of Design. Fue una experiencia única, una academia rigurosa y muy exigente, donde llegar hasta el final de la carrera era una proeza. Al graduarme tomé la decisión de seguir mis estudios en Europa, volviendo a Italia. Esa etapa marcó mi regreso al arte. La verdad creo que uno nunca abandona lo que es.

Mi padre, americano, criado internacionalmente, de gran experiencia, fue ingeniero, consultor, estratega, futurólogo, un hombre de pensamiento muy abierto y una forma muy diferente de ver el mundo. Su visión me formó mucho, me ayudó a valorar el pensar de manera libre e independiente. Mi abuelo paterno, Guy B. Panero, fue ingeniero constructor internacional con oficinas en Roma, Baghdad, Paris, y Nueva York. Mi abuela fue una mujer muy tradicional con historias muy interesantes que recontaba con frecuencia.

Mi madre, colombiana, también se formó en gran parte fuera del país. Nos crió con una enorme inteligencia y un profundo amor por los libros. Hoy puedo decir que los cuatro hijos y nuestros propios hijos, todos seguimos esa tradición de amor por la literatura, una gran riqueza en la vida. Mi abuelo materno fue mexicano, el poeta Gilberto Owen. Confieso que me influyó de forma muy profunda para seguir una tradición de pensamiento creativo, y especialmente de entrega al arte, porque de eso se trata. Mi abuela materna, colombiana, Cecilia Salazar de Owen, fue una mujer muy fuerte, inteligente, y decisiva que nos ayudó a criar. Una presencia importante en mi vida.

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Tengo un profundo amor por el cine y por la arquitectura. En ambos se crean espacios. Para vivir, para soñar, para sentir—que de alguna manera es lo mismo que hago yo. Para lograrlo uso varios medios, unos tradicionales y otros más innovadores, siempre ampliando el vocabulario de expresión.

Aunque he trabajado con frecuencia en el mundo de los negocios, en donde lo que más me ha gustado es el sector sin ánimo de lucro, nunca he abandonado mi trabajo artístico. Hoy mi vida es un poco más sencilla y me dedico sólo a mi obra. Obrar en la creatividad obliga a ser disciplinado y muy riguroso, exigente con uno mismo y a desarrollar una gran capacidad de autocrítica. Mirarse en el espejo y saber cuándo lo estás haciendo bien y cuándo no, es esencial para lograr lo que quieres expresar.

Ahora, yo creo que uno no debe juzgarse por cada etapa que experimenta porque justamente viviendo se aprende. Hay un dicho que existe, de distintas maneras, en todos los idiomas:

— “No hay mal que por bien no venga.”

Es donde todo lo malo resulta en algo bueno. Todo reto u obstáculo, te deja una enseñanza y una experiencia más profunda. Eso es cierto, pero si tuvieras que optar por vivir esos momentos tan duros, obviamente no los escoges.

Lo más difícil que he vivido ha sido la muerte de mi marido, Roberto Posada García-Peña. Teníamos un matrimonio muy feliz. Éramos muy, muy amigos, nos adorábamos, nos apoyábamos mutuamente, hacíamos equipo, éramos compinches. Yo nunca había tenido ese tipo de relación. Es muy difícil soltar a la persona que uno ama y en especial cuando no hay alternativa; es muy difícil aceptar la muerte de esa persona; es muy difícil decir vamos a continuar la vida; es muy difícil no pensar en esa persona permanentemente, y yo pienso en él todos los días.

La familia es el apoyo permanente que uno tiene en el mundo. Mis hijos, mis hermanos, mi mamá, y, claro, la familia de Roberto, son mi familia y juntos hemos salido adelante: construyendo, creando y rodeándonos en la vida. Tengo además unos amigos de una lealtad y cariño impresionantes y han sido invaluables y los considero familia también. Y esto es algo que valoro por encima de todo.

El arte es mi trabajo y es donde encuentro respuestas. No creo en la inspiración que llega a través del sufrimiento para hacer la obra maestra: lo bueno sólo llega si estás trabajando.

¿Qué manejo le das a la frustración?

Paciencia. Hay que saber volver siempre a lo que uno es, a lo que uno conoce, a lo que uno respira y quiere hacer.

¿Tienes la capacidad del resilente?

Es lo más importante. Te vuelves a parar, no importa lo que pase.

¿Cómo te abrazas ante la satisfacción del logro?

Me gusta celebrar con mis amigos, es mi forma de vivir la vida. Me encanta cocinarles, estar juntos, y conversar.

¿Cuál es tu verdadero sentido de la existencia?

¡Mis hijos! Son lo primero y lo último. Son todo para mi.

¿Cuál es ese pensamiento con el que abres tus días y cuál con el que los cierras?

Al amanecer, el silencio. Por la noche, respirar profundo.

¿Cómo acallas el ruido ensordecedor?

Es absurdo, cuando aumento el volumen me va mejor.

Si no me puedo concentrar prendo todo: televisión, computador, música. Me rodeo de libros y revistas. Eso me calma.

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¿Cuándo viajas mentalmente a algún sitio buscando un espacio, cuál es ese destino?

A mi estudio que es mi espacio mental y físico.

Si no fueras un ser humano sino un objeto, ¿cuál serías?

¿Un objeto? Sería una mesa, donde llega la gente a compartir.

¿Y si fueras una planta?

Sería un árbol porque echa para abajo pero también para arriba, habla con la tierra, con el agua, con el aire, y con la luz.

¿Si fueras color?

El rojo sin duda. Es vida. En la China es el color de la suerte.

¿Y si fueras una expresión de arte?

Poesía.

¿Qué es el tiempo en tu vida?

Elemento esencial irrecuperable.

¿Y qué el espacio?

El espacio vacío, me parece lo máximo.

¿Para llenarlo?

Para articularlo.

¿Qué encuentras en la poesía?

Aire. Hay un concepto japonés del aire, del vacío—dicen que una tasa no es la forma externa, sino el aire que contiene. Contiene el vacío.

Por Isabel López Giraldo

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