El cristo y la samaritana junto al pozo fue propiedad de Richard Semmel, un coleccionista alemán de arte que dirigía una gran fábrica textil en Berlín, donde vivía solo con su esposa, Clara Brück. La pareja, que nunca tuvo hijos, se vio obligada a huir de Alemania por sus orígenes judíos, su papel relevante en la industria textil y por su relación con el Partido Democrático Alemán (DDP). Tras la llegada de los nazis al poder, dichos hechos hicieron inviable la vida del matrimonio en la capital alemana.
Le puede interesar: La obsesión nazi por el arte
El 21 de noviembre de 1933 vendieron de forma anónima parte de su colección de arte en la casa de subastas de Ámsterdam Frederik Muller & Cie (fundada en 1875 y activa hasta 1961). La pieza de Strozzi fue adquirida por el coleccionista neerlandés Dirk Hannema. Él, fundador del Museo De Fundatie, “compró la pintura allí de buena fe”, dice la pinacoteca, que, tras años de batalla sobre quién es el propietario legítimo del cuadro, ahora ha llegado a un acuerdo con los herederos de Semmel para pagarles 200.000 euros como “compensación total por la pérdida del cuadro con la persecución nazi”, aunque la pintura seguirá siendo parte de la colección de De Fundatie.
Los Semmel abandonaron los Países Bajos en 1939, antes de la ocupación nazi, y se marcharon a Nueva York, donde Brück murió en 1945 y su marido en 1950, no sin antes designar a Grete Gross como su única heredera, como agradecimiento por haber cuidado de él a diario, sobre todo cuando su estado de salud se deterioró tras la muerte de su esposa. Gross falleció en 1958. Desde 1964, el cuadro de Strozzi, cuyo origen se remonta a 1635, forma parte de la colección de la pinacoteca de arte visual De Fundatie, situada en Zwolle, en el noreste de los Países Bajos, y a la que los herederos de Semmel, los nietos de Gross y su abogado, llevan años reclamando esta pieza de arte.
El Comité Asesor para la Devolución de Bienes Culturales en Países Bajos emitió en abril de 2013 una recomendación vinculante en la que determinó que las circunstancias políticas y económicas habían “obligado” a Semmel a vender El cristo y la samaritana junto al pozo, pero consideró que, debido al derecho de propiedad del museo y la importancia de esta pintura para su colección, no correspondía compensación alguna a los herederos. El año pasado, el Ministerio de Cultura neerlandés comenzó una evaluación de la práctica de restitución, el conocido como Comité Kohnstamm, que recomendó en diciembre no tener en cuenta los intereses de los museos en los casos de la devolución de las piezas de arte relacionadas con la persecución de los nazis, y pedía apostar por más “humanidad, transparencia y buena voluntad” en este tema. Esto, junto a los Principios de Washington de 1998 (en los que 44 países se comprometieron a crear un registro único de obras de arte robadas por los alemanes antes y durante la Segunda Guerra Mundial), llevó a De Fundatie a ponerse en contacto con los herederos para ofrecerles recuperar la pintura o una compensación por ella, según se lee en un comunicado.
Le sugerimos: Así traficaban los nazis con el arte en Latinoamérica
La obra seguirá formando parte de la colección del De Fundatie y los herederos reconocerán, de ahora en adelante, el derecho de propiedad del museo, quien, por su parte, se compromete a informar a los visitantes del papel de Semmel en la procedencia de esta pintura barroca. “El museo se alegra de que este doloroso asunto se haya resuelto de manera armoniosa”, concluyó. Este acuerdo da, finalmente, una respuesta a la pregunta que durante años se han hecho las partes involucradas en la disputa: ¿Quién es el propietario legítimo de la pintura de Strozzi: el fundador del museo, que compró el cuadro de buena fe antes de la guerra, o los herederos del propietario judío? La respuesta marca un precedente.