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Ella se llama Olga, tiene 31 años. Es una caja de música, habla con un tono dulce que puede subirle el ánimo al débil, hacer que el triste se alegre, que lo imposible se vea cerca. Él se llama José, tiene 24 y una actitud ruda, seca, sustentada en los ideales de cambio, de revolución y éxtasis, que guían sus días.
Son amigos del destino, de las frías calles bogotanas, de los ideales utópicos compartidos, como su discurso sobre la cultura y la educación, únicos caminos que vislumbran para el cambio que Colombia necesita.
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Olga, una gestora cultural que hace dos años vino a Bogotá, a probar suerte, mientras impulsa su cartelera cultural independiente; y José David, un estudiante de cuarto semestre de Piscología, hicieron, en silencio, que el músico Roger Waters ondeara la bandera de una lucha, de un debate nacional que parece perder candela en el silencio del Gobierno de Iván Duque o en la letra menuda que medios de comunicación defienden, eso que en las calles ya repiten algunos ciudadanos “que esas marchas no son de estudiantes, sino de bandidos”, desconociendo que en el país cuatro decenas de universidades públicas están en cese de actividades.
Todo comenzó porque José sabía que podría estar cerca al músico. Entre sus labores, ella gestiona procesos culturales desde ámbitos como las comunicaciones. Entonces, tras el uso del pañuelo verde de Roger Waters en su concierto en Argentina, diciendo “sí al aborto”, conversó con su amigo, en pro de lo que parecía una utopía, ante la seguridad del músico británico y su banda.
El joven, quien ha participado activamente en la Unees, la Unión de Estudiantes de Educación Superior que ha invitado a salir a las calles a los estudiantes, a los ciudadanos de a pie, pero, según afirman, no a los bandidos; supo que la idea de su amiga, quien proponía que no pasara sin pena ni gloria el problema nacional ante la potencia musical, mediática y política que puede representar el cantante, podría prosperar.
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Una carta -dijo ella-, un escrito que le explique qué pasa y qué es lo que quiere lograr el movimiento estudiantil, también una bandera. Perfecto -dijo él-, emocionado porque el debate por la educación nacional tomaría un rumbo diferente, uno que pondría en el ojo de la opinión pública y la prensa internacional cómo en Colombia los jóvenes quieren educación, cultura y paz, como plantean estatutos, pancartas, arengas, carteles.
José David llevó la consulta a la Comisión de Comunicaciones de la Unees, les preguntó por el contenido de la misiva, una chica del movimiento llamada Tiffany (19 años, estudiante de Literatura en Educación Física) dijo que sí, que haría la bandera, “tenía que caber en un sobre, llevar el logo de la Unees, pensábamos que no fuera tan grande, de 30X30 cms”, narra el estudiante de Psicología. Sin embargo, como tenían una tela de 2X1 metro, luego de pinar el logo del movimiento decidieron aprovecharla, porque quedaba mucho espacio. Ya estaba la tela, ya la habían comprado, no se podía desperdiciar nada.
Una bandera como escudo
En pro de promover la poesía, las letras, las luchas que desde la palabra inspiran a los creadores, José David, como lo llaman en su casa cuando lo regañan por terco, sugirió que fuera una frase alusiva a la música de Waters. Y entonces, “We do need more education”, parte de la letra de la canción Another Brick In the Wall Lyrics, de Pink Floyd, fue lo que le arrojó la musa. La letra la pintaron de negro con rojo, de los colores de lo que ellos llaman una causa nacional, una necesidad que, dicen, tiene tanto un joven de La Guajira como uno del Chocó, alguno de la Comuna 13 en Medellín y hasta un “yupie” del norte de Bogotá, porque afirman luchar también por las universidades privadas.
Hay que decir que la canción realmente dice: “We don't need no education”, que traduce “no necesitamos educación”. Ellos cambiaron la letra, proponiendo precisamente “We do need more education” o “nosotros necesitamos más educación”, haciendo énfasis en cómo está sustentado el presupuesto nacional. De negativo a afirmativo, esa bandera sería su escudo, uno cargado de poética, de autores reflexivos, de noches en vela esperando que el amanecer sea prometedor y que no tengan que, en algunos casos, trabajar largas jornadas y tomar pocas materias para poder subsistir, como han contado a este periodista varios estudiantes que, por miedo a las represalias, piden no revelar sus nombres.
La carta
Olguita, como la llaman cariñosamente por siempre estar dispuesta, sabía que la carta no podría ser larga, ofensiva o molesta. Desde su experiencia en eventos culturales, propuso que fuera corta, que no le quitara mucho tiempo al artista, porque, como magister en Administración de Empresas Culturales de una universidad argentina entiende que la dinámica es cuestión de minutos.
“Yo no estaba segura de que lo lograría, le dije ‘veo a ver si lo logro’, pero de corazón lo quería lograr. Necesitamos colombianos educados y cultos, para que esto progrese, vamos a cambiar juntos este país”, precisa.
El sobre decía “to Roger Waters” y “to Estudents de Colombia”. Dentro el escrito y la bandera. Había nervios, la gestora buscó una aliada: una artista que estaría en el show, tras bambalinas y coordinando uno de sus momentos, a quien logró convencer, en cuanto sería esa mujer, creadora de corazón, quien estaría justo junto al músico.
Esto decía la carta, escrita en inglés, que El Espectador traduce para sus lectores:
“Bogotá
Noviembre 21 de 2018
Respetado señor Roger Waters
Le escribo en nombre de millones de jóvenes estudiantes para pedirle ayuda. Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, donde el 90% de la tierra pertenece al 1% de la población. Nuestra gente ha estado en una guerra civil desde 1948, debido a los problemas sociales que generan este tipo de desigualdad extrema, un problema que se extiende a todos los ámbitos de la vida común, como el acceso a la educación superior.
Solo el 48% de los graduados de secundaria pueden continuar sus estudios en un instituto técnico o en una universidad. Esta situación afecta a millones de jóvenes llenos de potencial y los aleja de sus sueños. Esta situación desigual está arraigada y nace en las leyes que regulan la financiación de la educación estatal universitaria. En este momento, cientos de miles de estudiantes y profesores están en huelga desde el mes pasado, pidiendo financiamiento, la reforma de las leyes, así como de los programas de crédito que perpetúan y amplían la brecha entre los ricos y los pobres a través del sistema educativo en nuestro país.
Me gustaría preguntarle, con todo respeto por su trayectoria y por su música, si es posible dedicar un momento en su concierto a la educación y la importancia para una población de tener acceso generalizado a la universidad superior. Un gesto como este, proveniente de un artista como usted, tendría un gran impacto en los medios locales y nos ayudaría a nosotros, los estudiantes, a poner en la mente colectiva el problema de la educación superior como una prioridad.
Gracias por su tiempo y atención.
PD: El logotipo de Unees en la bandera que acompaña a esta carta es el símbolo de la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior) y no está afiliado a ningún partido político”.
Y Firma: “José David, estudiante de Psicología”.
Al cierre, los estudiantes dicen que con el paro esperan “soluciones a corto, mediano y largo plazo para la financiación estatal directa a las universidades e instituciones técnicas y tecnológicas públicas de este país, con el fin de reducir las brechas sociales a través del acceso a la educación superior”. Además de esto, reconocen “los problemas de los estudiantes de universidades privadas e incluimos sus intereses en el movimiento. Por eso además de financiación para las u públicas, pedimos el congelamiento del costo de las matrículas de las u privadas y una tasa real de interés del 0% para los usuarios de Icetex”.
Ahí van, son el tema del día, protagonizan el debate cultural que se da en las redes sociales y, para quienes vieron cantar este miércoles 21 de noviembre a Roger Waters en El Campín, no se borrarán de sus mentes, al cerrar los ojos, al volver a ese espacio-tiempo, pueden ver esa bandera ondeándose, ver como ese símbolo se volvió varias banderas en las pantallas del show, haciendo nacido apenas de una tela hecha arenga por el corazón de unos jóvenes. La “lucha” se volvió a escuchar fuerte gracias a la idea de una mujer que ama la cultura.