El Magazín Cultural

Los mochileros sí se bañan (Cuentos de mochila)

Miradas atónitas me atraviesan cuando digo deliberadamente: "vivo viajando". Con el paso de los años la constancia de los viajes ha disminuido, y a veces se me ocurre que ya es hora de tener un lugar propio al cual regresar siempre, sin embargo, al ver un mapamundi lo olvido.

Natalia Méndez Sarmiento / @cuentosdemochila
24 de febrero de 2020 - 03:15 p. m.
Imagen de un sector de la reserva Los Pericos, ubicada en la vía que de Cali conduce a Buenaventura.   / Cortesía
Imagen de un sector de la reserva Los Pericos, ubicada en la vía que de Cali conduce a Buenaventura. / Cortesía

Lo que si permanece es la conciencia es entender que cambiar hace parte de la vida y que los "para siempre" no existen. Pensé que para siempre iba a “mochilear”, pero parece que no.

A los 13 boté a la basura todos los afiches de los Backstreet Boys y los reemplacé por fotos de Leonardo di Caprio. Recuerdo exactamente asegurarle a mi mamá que la pintura descascarada por la cinta no se vería, ya que las fotos de Di Caprio estarían allí para siempre. Un año después mi habitación estaba llena de afiches y banderas de Millonarios, dejé de escribirle cartas a mi amor platónico y empecé a escribir crónicas de los partidos de fútbol, porque iba a todos, otra cosa que pensé que jamás dejaría de hacer.

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Claro, es normal cambiar durante la adolescencia porque la personalidad se está amoldando. Con los años uno se vuelve más aferrado y le teme al cambio, al fracaso y a la transformación, pues, nos enseñaron que si no nos dedicamos a una sola cosa desde los 18 hasta los 90 y vamos escalando peldaños, no "llegaremos a ningún lado".

Todavía no comprendo lo que significa esa frase, ni a quién se le ocurrió que la vida era una escalera y no una montaña rusa. Se vale cambiar de opinión, de estilo de vida y amoldarse según la experiencia y las circunstancias. Claro, también se vale hacer lo mismo durante 50 años con una sola condición: sentirse bien con ello y no estar pensando: "ojalá estuviera haciendo otra cosa".

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Me fui por las ramas, también se vale. La idea de este escrito en realidad es desmentir mitos acerca de los mochileros, viajeros, nómadas y afines, pues, después del "vivo viajando" y la mirada atónita que les contaba en el primer párrafo, la conversación generalmente se vuelve incómoda por preguntas y afirmaciones descabelladas como estas:

"¿Qué pasó con tu familia, sabes algo de ellos?"

Es una pregunta que espanta. Me invade la paranoia y pienso que hubo un terremoto en Bogotá que sobrepasó la escala de Richter y me quedé sin amigos, ni familia, ni ciudad natal. Luego caigo en cuenta de que suponen que me abandonaron o que me maltratan y por eso huyo de ellos.

No dudo de que un cierto porcentaje de viajeros no se comunique con su familia o incluso no la tenga, pero es un tema humanamente aleatorio. Tener un lugar fijo para vivir no es directamente proporcional a familia unida y feliz.

Extraño a mi familia, cuando los veo me boto a los brazos de mi hermano y me acuesto en la cama de mis papás a ver los tres una maratón de películas, pero amo viajar entre otras cosas porque es una lección de desapego a lo material y a las personas. Entiéndase por favor que el desapego no significa menos amor, por el contrario: "amar es liberar", dice una canción.

"Yo no podría viajar así, me gusta bañarme todos los días."

Me encanta dormir en carpa y hacer dedo, y eso no me quita el olor a "go fresh citrus" de mi desodorante.

En los hostales, campings, hoteles, Airbnb, en las casas de Couchsurfing y en casi todos los lugares hay agua y jabón. Cuando las condiciones cambian por temas de desplazamiento o ubicación, al menos siempre se encuentra o en su defecto se compra una cubeta para bañarse junto a un río. También existen lugares muy turísticos donde alquilan más duchas que carros.

Mejor dicho, si un viajero no se baña no es porque sea viajero, es porque es una persona que se siente cómoda con su hedor o incómoda con las duchas. Como en primaria: todos los cochinos no son viajeros y todos los viajeros no son cochinos.

"¿De qué estás huyendo?"

De absolutamente nada. No se viaja para huir por una simple razón: en Bogotá, en Bali o en Pakistán, uno sigue siendo uno, con las mismas taras, el mismo pasado, los mismos problemas, la misma herencia y las mismas dichas y amarguras.

Así que si están pensando que un viaje los va a liberar de todas las cargas no se ilusionen, solo las van a llevar a otro continente. Pero sí hay un cambio, lo que hacen los viajes es que permiten ver esos problemas desde otra perspectiva. Cuando dicen "ese viaje me cambió la vida" no fue el viaje en sí, no fue el paseo por Nueva York, ni la foto frente a la pirámide de Keops, fueron ustedes abriéndose a la transformación.

Para algunos ese paso son los viajes, para otros cambiarse de casa, dejar a una pareja, hacer yoga, ejercitarse, cada individuo tiene una manera diferente de liberar las cargas y hacer el tránsito más liviano, pero todo nace desde el interior.

"¿No te da miedo viajar? yo no podría ser como tú"

No me da miedo, me da pánico.

Voy a hacer una confesión que todos los que me leen la saben: soy dramática, todo me aterra, mi muletilla es "qué miedo". Cuando me fui sola a Panamá con la idea de llegar a México, al llegar al aeropuerto de Ciudad de Panamá me senté a llorar una hora porque no quería pasar las puertas. Estaba sola por primera vez en un viaje que me llevaría varios meses, no tenía tiquete de regreso, me esperaban siete países antes de llegar a México y tenía solo 500 usd en el bolsillo.

¡Claro que da miedo! Pero sentirlo hace parte de la experiencia. El miedo nos protege, lo importante es no dejarnos paralizar. El mundo está para todos. Si quieren viajar háganlo, al menos hagan las maletas e inténtenlo aunque entren en pánico, luego el miedo se difumina.

"Los mochileros consumen drogas"

Tienen razón, en mi infancia fui adicta al Redoxon de naranja y al Desenfriolito. Ahora los cólicos me producen adicción al Ibuprofeno y cuando tengo laringitis tomo dos dosis diarias de amoxicilina.

¡Por favor!, dejemos esa manía de meter a los individuos en bultos etiquetados. No hay verdades absolutas y mucho menos cuando hablamos de seres humanos. Consumir drogas no está incluido en el paquete viajero, es una decisión que puede tomar desde el más sedentario que pide domicilios por una caja de chicles hasta el más mochilero.

"¿Y por qué no quisiste estudiar? podrías llegar muy lejos"

"He llegado bastante lejos, a más de 10.000 kilómetros de mi casa", le contesté a la mujer que me lo preguntó. Me ahorré mi historial académico de dos carreras universitarias y de cuatrocientos mil cursos y talleres de pastelería, escritura, guitarra, ilustración, idiomas... - no me quedo con las ganas de aprender cosas nuevas -. Pueden llamarme arrogante por contestar así, pero en serio, ¿qué tiene que ver un diploma con el anhelado "éxito"?, ¿necesito un diploma para graduarme como viajera? Una señora colombiana residente en Costa Rica me sugirió que pidiera el envío de mis diplomas para que me creyeran que realmente estaba haciendo algo con mi vida…

Esto es un pensamiento muy arraigado en mi precioso país de nacimiento. Les aseguro que en otros países pocos me preguntan si estudié o qué hice para merecer viajar o tener algo de dinero. Es mucho más sencillo, ven a las personas por lo que son, por lo que hacen en el presente y por su talento. Punto. Nada de obsesiones con diplomas, ni posgrados, ni maestrías. ¿Cuántas personas a las que reconocemos como exitosas no terminaron ni una carrera? Pondré un ejemplo clichesudo pero cierto: Steve Jobs

"¿No te gustaría ponerte a trabajar?"

En realidad, me encantaría que un millonario excéntrico me salude, le caiga bien y me regale el dinero suficiente para darle la vuelta al mundo durante los próximos 10 años. No dudo de que a una de cada siete mil millones de personas le pueda suceder, pero hasta ahora no he sido la afortunada, así que les voy a decir el secreto para viajar mucho: ¡trabajar! Teletrabajo, freelance, nómada digital, ¿les suena?

No tengo un empleo de oficina con horario y sueldo fijo, yo trabajo con un computador y wifi. Eso no significa menos trabajo o menos responsabilidad, por el contrario, al no tener la obligación del horario encima todo se mueve de acuerdo con un calendario personal que a veces es difícil cumplir, porque cuando uno es su propio jefe es mucho más tentador procrastinar.

Tendemos a generalizar hasta por el color de pelo, ¿o qué me dicen del pensamiento absurdo acerca de las mujeres rubias? Cada persona es un universo único, un rompecabezas de experiencias e ideas imposible de descifrar si pensamos en etiquetas y no en individuos. Yo sí me baño, ¿y usted?

 

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Por Natalia Méndez Sarmiento / @cuentosdemochila

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