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Los primeros pasos del ballet romántico

El Romanticismo, que apareció en Europa a finales del siglo XVIII, se visibilizó en la poesía y en la literatura con escritores como Johan Wolfang Goethe y Lord Byron.

Laura Valeria López Guzmán / @Lauravalerialo
07 de mayo de 2020 - 03:00 a. m.
Los primeros pasos del ballet romántico

"El elemento más importante en un ballet es la danza", Théofile Gautier.

En el caso de la danza no hay una fecha específica para la consolidación del "Ballet Romántico". Hubo un primer triunfo de esta corriente del ballet a medidados del siglo XIX gracias a la escuela y la técnica italianas. El maestro Carlo Blasis aportó y mejoró la técnica para los saltos y el desarrollo de la danza en las zapatillas de puntas.

El siguiente avance para esta danza vino de la mano de la creación y de la aparición en los teatros de la luz de gas, ya que esta causaba una atmósfera "fantasmal". El fotógrafo francés, Louis Daguerre, contribuyó con la superposición de decorados y nuevos efectos lumínicos. Este nuevo cambio escénico logró que los espectadores se involucraran más en la obra y se unificara lo real con lo surrealista.

En 1831 el ballet y la grand opéra francesa se unieron para llevar a cabo una nueva obra sobre las mismas tablas. Este nuevo vínculo le dio al ballet un toque romántico más claro. Daniel-François-Esprit Auber y Giacomo Meyerbeer, compositores franceses, fueron responsables de que esta nueva puesta en escena creara una nueva experiencia tanto visual como auditiva. Estos dos compositores lograron llenar los teatros en diferentes lugares. Esto tuvo como consecuencia que el ballet tuviera una mayor acogida.

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La primera obra de ballet romántica fue Robert le Diable - Roberto el Diablo en español-. Esta obra propuso un nuevo concepto: apagar las luces del teatro. Al dejar el auditorio a oscuras causó un ambiente irreal donde el público podía sumergirse totalmente. Luego de esto aparece el "Ballet de las monjas", una pequeña presentación que se llevó a cabo en un claustro gótico en ruinas. Esta coreografía fue creada para rendirle culto a las ruinas de un convento como símbolo de lo perecedero y del paso del tiempo.

El "Ballet de las monjas" cambió la estética del vestuario de la bailarina, pues para esta puesta en escena se creó un nuevo tutú: el tutú romántico. Esta falda permitió que las bailarinas pudieran moverse de una manera menos pesada y que, ante los ojos del público, se viera más delicada, como lo fue la bailarina María Taglioni.

María Taglione nació en Italia. Su padre fue Filippo Taglioni, bailarín y coreógrafo. María Taglione estudió ballet en París, como su padre, con el bailarín Marie-Jean-Augustin Vestris. Tagliono fusionó la técnica italiana con la francesa y así creó una figura elegante y mucho más artística.

El siguiente año, en 1832, Adolphe Nourrit, tenor francés, presentó una nueva obra, La sylphide. Gracias al libreto que Nourrit le entregó al coreógrafo, este creó una "especie" de canon en el repertorio rómantico. Logró que una bailarina mostrara una consolidación de un ser etéreo e irreal, construyendo así la imagen de la bailarina como la conocemos hoy.

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La sílfide, en español, cuenta la historia de James, un joven escocés ya prometido, amado por una sílfide a la que sólo él puede ver. El día de su boda, ella se apodera de la alianza de la novia y corre a esconderse en el bosque. Él la persigue olvidándose de su prometida. María taglioni fue la protagonista de esta obra. Las obras del Ballet Romántico más conocidas y más reproducidas son: La Sílfide, Copelia y Gisselle.

Gisselle fue estrenada en 1841 en la Ópera de París, constituyéndose como una de las piezas fundamentales de la danza clásica, tanto por el tratamiento de los ideales románticos como por el empleo de la más refinada técnica teatral del siglo XIX. Esta puesta en escena cuenta con dos actos. La composición de la música la creó Adolphe Adam. La coreografía la establecieron los coreógrafos Jean Coralli y Jules Perrot. Gisselle es la historia de una campesina que es sorprendida por el engaño y su inocencia se ve rota por la traición, haciéndola caer en una desesperación que la arrastrará hacia la locura y la muerte.

El coreógrafo francés Jules Perrot conoció a la bailarina Carlota Grisi en una de sus giras por Italia. En uno de sus viajes a París fue contratada por la Ópera de París. Entre 1841 y 1849 fue la protagonista gracias a su debut en la primera presentación de Giselle. El escritor y fotógrafo Théophile Gautier describió a Grisi como una brillante intérprete de Giselle, puesto que reflejaba a la perfección la alegría e ingenuidad adolescente de la época.

Por Laura Valeria López Guzmán / @Lauravalerialo

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