El Magazín Cultural

Los retos de convertirse en Dios

En la obra "El cielo y el dolor" se narra la historia de Alexandra, una mujer trangénero que, en medio de una noche en la que no llegó ningún cliente a pagar sus servicios como prostituta, contó cómo conoció el cielo y el infierno después de escapar de un destino que le querían imponer.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
29 de septiembre de 2019 - 10:42 p. m.
La obra "El cielo y el dolor" se presentó dentro del marco del Festival Internacional de Teatro de Manizales, que se llevó a cabo desde el 21 al 29 de septiembre.  / Lania Velásquez
La obra "El cielo y el dolor" se presentó dentro del marco del Festival Internacional de Teatro de Manizales, que se llevó a cabo desde el 21 al 29 de septiembre. / Lania Velásquez

Alexandra pudo acostumbrarse a todo, menos a su sexo. Su padre, que se esforzó en reforzar su masculinidad y la de sus hermanos, terminó de convencerlo de que había nacido con el cuerpo equivocado, con un "empaque" que no tenía que ver con sus sensaciones, deseos, anhelos, tristezas y, sobre todo, con sus ojos: lo que veía no le gustaba.

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Después de tomar la decisión de trasnformar su cuerpo en lo que quería, de hacerle caso al que le dijo “conviértase en su propio Dios”, tuvo que enfrentar a los que la condenaron por cambiar. Por eso terminó en las calles de New York trabajando como prostituta, y esperando a que algún día "el de arriba", que seguramente ya le había perdonado su desobediencia, la volviera a reunir con su gran amor, lo único que aún le hacía creer que al cielo podía acercarse sin tener que ser otro.

“El cielo y el dolor” es una producción del grupo Id Studio Theater, dirigida por Germán Jaramillo y protagonizada por Nelson Celis. Esta obra, en la que Alexandra cuenta su historia en medio de una noche en la que ningún cliente llega a pagar por sus servicios como prostitua, se incluyen temas como el incesto, la homosexualidad y la migración, situaciones que eligió vivir con tal de abandonar el cuerpo que le asignaron, pero al que nunca pudo acoplarse.  

Nelson Celis en diálogo para El Espectador contó los detalles de la preparación de este personaje y los retos de, además de arriesgarse a hacer un monólogo, meterse en la piel en una mujer que había abandonado el cuerpo de un hombre.

En qué consistió la preparación de Alexandra, el único personaje de esta obra…

Fue un proceso bastante tedioso, largo. Fueron seis meses de trabajo, primero apropiándome un poco del texto, haciendo investigación, hablando con mujeres transgénero en Queens, viendo documentales. Interpretar un cuerpo femenino fue bastante complejo. 

Se ve que cuidaron mucho cada detalle de la imagen que querían proyectar: vestido, maquillaje, accesorios…

Esas decisiones las tomó un chica que se llama Lucía della Paolera. Fue quien se encargó de hacer todo el proceso de diseño, puesta en escena, elección de luces. Todo esto ocurrió en New York. Fue un trabajo de prueba y error buscando que el personaje no obtuviera un carácter cliché de una latina prostituta, sino que fuera algo más estilizado. Lo que pretendíamos era hacerles un homenaje a estas personas sin que se volviera  caricaturesco. Estuvimos trabajando desde la concepción interna del personaje como también en su aspecto.

Y usted, ¿cómo llegó a esta historia y cómo nació? ¿Por qué eligieron una mujer transgénero?

La obra la escribió un muchacho muy joven, un dramaturgo que se llama Alejandro Gómez. Él, hasta donde yo sé porque conocí el texto cuando ya se había terminado, se basó en un personaje que aparece en un libro de Alfredo Molano, "Penas y cadenas", pero fue su material de inspiración solamente. Sobre eso dejó que la ficción y las palabras surgieran. Lo que nosotros hicimos con el director fue una interpretación de ese texto en donde ya estaban todos esos elementos puestos. El paramilitarismo y la inmigración son temas cercanos para mí porque soy colombiano y por estar en New York. Este tema de los inmigrantes lo veo constantemente.

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La protagonista de esta historia, Alexandra, se trasformó en mujer, se convirtió en asesina y después en prostituta, pero a pesar de eso se arrodilló a pedirle a Dios que la ayudara, que le concediera cosas. Esta relación entre el pecado que supuestamente condena y los favores que el creyente solicita se cruzan constantemente…

Es totalmente coherente, sobre todo en la gente que viene de campo, que tengan una relación muy estrecha con dios y son personas creyentes. El título de la obra lo dice "El cielo y el dolor", y es que los seres humanos nos debatimos entre ese ser divino,  pero también la felicidad, el éxito y encontrar la libertad. Pero también entre el infierno que nos toca vivir o que tienen que vivir personajes como estos que deben acostumbrarse a ser rechazados. Tienen su tragedia y sus dramas. Claro, no es muy coherente que alguien tan pecador crea merecer los favores del Dios que dice que se condenará con todo lo que hace, pero eso no solo le pasa ella. Los seres humanos somos así de contradictorios y complejos.

Los monólogos suponen un reto mayor a una obra con varios personajes…

Fue un trabajo muy difícil. Es la primera vez que hago un monólogo y estaba acostumbrado a tener siempre un partner en escena que me salvaba en caso de que me equivocara o se me fuera el texto.  Aquí no había nadie para darme la mano. Además, la complejidad que representa hacer un personaje de este tipo a mí me costó mucho, pero también lo disfruté mucho. Le metí toda mi imaginación, mis ganas, mi alma y mi corazón. Este personaje me costó lágrimas en algunos momentos, fue muy duro porque también empieza a descubriese en planos muy difíciles. Creo que los buenos textos y las buenas obras tienen que sacudirte.

¿Por qué le costó tanto? ¿Qué fue lo que más se le dificultó o le dolió?

Porque además de que era todo un reto convertirme no solo en mujer, sino en una mujer que antes había sido un hombre, me confrontó con la realidad. Conocí mucho más de la vida de estos seres. Uno se la pasa muy encerrado en la ciudad y desconoce la realidad del país y de sus calles, que es donde realmente pasan las cosas. Por otro lado también fue muy divertido tomar clases de danza en tacones. Fue un viaje entre el cielo y el dolor profundo porque, por ejemplo, los primeros tacones que usé fueron unos de puntilla sin plataforma de 15 centímetros y el director me ponía horas y horas y horas a practicar en eso. No me los dejaba quitar 

Cada obra se hace desde y unos intereses distintos, y las reflexiones o percepciones del público siempre serán diferentes, ¿usted qué quería lograr con esta obra?

No nos pusimos un "querer decir” de manera concreta". Creo que la obra habla por sí sola y queríamos que el personaje, simplemente, contara su historia y cada quien la recibiera de formas distintas. Eso va a depender de dónde venga, de su procedencia, de sus vivencias. Por ejemplo, en New York la gente se conectó mucho con la migración, en París, la mayoría de las personas que fueron eran exiliados, gente que llevaba 40 años sin ir a Colombia, y lo que más los conmovió fue ver reflejado al país en este personaje. No queríamos hacer una obra temática sobre la comunidad trasngénero, queríamos hablar del ser humano a través de este personaje. 

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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