El Magazín Cultural
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La maquinaria del cine

Jan van der Zanden cuenta cómo llegó a ser productor y cuáles han sido sus experiencias dentro del mundo de la cinematografía.

Adriana Marín Urrego
18 de abril de 2013 - 09:32 p. m.
Jan van der Zanden es el invitado de honor en Eurocine 2013. / Gabriel Aponte - El Espectador
Jan van der Zanden es el invitado de honor en Eurocine 2013. / Gabriel Aponte - El Espectador

No había pensado en dedicarse al cine, hasta que uno de sus amigos lo invitó a participar. Había estudiado psicología, trabajaba en el hospital de la Universidad de Amsterdam y necesitaban a alguien que ayudara en una serie de televisión que trataba temas psicológicos. Tenía el perfil perfecto. “Dije que sí, sin saber”, cuenta Jan van der Zanden, un holandés. “Y después, en algún momento, dejé mi trabajo y me dediqué a la producción por completo”, dice Jan van der Zanden, un productor. Eso es, eso dice ser: un productor creativo.

Cuando empezó a ayudar con las series, pensó que el tema era interesante. Tenía que hacer entrevistas y, mientras tanto, miraba lo que hacían con la cámara. Le gustaba mucho. “Al principio fue difícil porque no tenía educación ni en cine ni en televisión. Tuve que aprender todo por mi cuenta. A veces era intuición, a veces razonamiento”. Que la cámara se ubica en este lugar, y el sujeto en este otro, que la luz de atrás debe ser de esta manera o de la otra, fueron temas que empezó a tratar de manera recurrente. Los aprendió a fuerza de costumbre y de dedicación. Después sí decidió estudiar: “Hice una especie de maestría en Ámsterdam de dirección, producción y guión. Los profesores, en su mayoría, eran norteamericanos, pero también había europeos”. De ellos aprendió, sin dejar de trabajar. Eso fue en el 96 y para ese momento ya trabajaba como productor. Después fundó con un colega la compañía que maneja actualmente: Waterland Films.

Y, sin embargo, no es un productor de esos que llamarían ‘normales’, de los que manejan la plata y los que deciden si buscan o no recursos para la realización de la película. Esa es su labor, por supuesto, pero él también es un creativo. Trabaja de la mano con el director y con el guionista y discute con ellos asuntos fundamentales sobre el desarrollo de la película: “Trabajamos juntos, como un equipo, primero conjuntamente con el director y el guionista, y luego, cuando el guión está listo, trabajamos más el director y yo. Yo estoy involucrado en la película desde la primera letra hasta el último sonido, hasta la última imagen”, afirma Zanden. Y así va el proceso, cada quien con su talento, ‘zapatero a tus zapatos’: “El guionista escribe, el director piensa la película en imágenes y se las cuenta al escritor. Yo hago lo mismo, busco imágenes, pero también miro la estructura de la historia, si no es muy cara, si podemos pagarla”, cuenta.

El concepto de productor creativo es muy difícil de entender si no se ha trabajado de esa manera. Ni a los directores ni a los escritores les gusta mucho la idea de que el editor intervenga en su trabajo y, mucho menos, que opine sobre el desarrollo general de la película. Él lo tiene claro y así es como trabaja. Así lo explica, también, cuando se lo preguntan. Es un trabajo con doble dirección: “Mientras que para mí es un privilegio trabajar con un director, para él también es un privilegio poder trabajar conmigo. Yo me puedo equivocar y él también, para eso son las discusiones, todo debe hacerse con el objetivo de que el resultado sea la mejor película posible, no es un problema de egos”, dice.

Así, creativamente, produce Kauwboy, una película sobre un niño y un pájaro, dos de los temas más difíciles de tratar en una producción cinematográfica. Como equipo le apuestan a ello y lo logran. Todo parte de la emoción: “Cuando el director y el guionista vinieron a contarme la historia, me encantó, en parte porque, de niño, yo también tuve un pájaro así. Resultó, también, que el director había tenido un pájaro de mascota y que dos de las personas que nos financiaron habían tenido una historia similar”. El niño lo escogieron después de haber visto 250 audiciones porque les pareció el más natural y el que tenía más energía para hacer lo que necesitaban. Los pájaros fueron cinco. De esos escogieron, igualmente, al más enérgico y ese lo acercaron al niño para que se familiarizaran: con ese filmaban las escenas de mayor movimiento. Recurrían a los otros en momentos de la película. “Ninguno murió, se lo aseguró”, confirmó Zanden, entre risas.

Su mayor reto como productor es lograr mover al público, “Mientras más grande sea la audiencia, más feliz soy yo. Y conseguirlo es algo muy difícil. En nuestra imaginación, en nuestro equipo, pensamos que esa, la película que estemos haciendo, es la mejor película de todos los tiempos y luego resulta que no. Que la gente empieza a decir ‘no entiendo esto’, ‘no me gusta lo otro’, afirma Zanden. Pero esa preocupación es sólo en un primer nivel. Él, como creativo, también se preocupa porque la película diga cosas, que toque algo dentro de las personas, que los sensibilice.

Por eso prefiere alejarse de lo comercial para dedicarse al cine de autor, aunque es consciente de la dificultad económica que esta decisión implica. Con la crisis económica europea cada vez es más difícil conseguir financiación, pero eso parece no importarle. Él busca una nueva mentalidad. Cambiar la percepción que los holandeses —y el mundo— tienen sobre el cine. Sobre el dinero afirma con confianza: “Ya encontraremos la manera”.

amarin@elespectador.com

@adrianamarinu

Por Adriana Marín Urrego

 

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