El Magazín Cultural

Michel Serres: de la insaciabilidad de las sensaciones como conocimiento

En "Atlas", que como aquel que sostiene el mundo, también lo quería y lo quiso ser Michel Serres, el que sostiene el mundo del conocimiento, lo hace, lo forma, lo humaniza, desde su insaciablidad y deseo de conocimiento. Serres falleció el 1o. de junio.

Óscar Jairo González Hernández
05 de junio de 2019 - 05:25 p. m.
Michel Serres , filósofo e historiador de las ciencias, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y de la Academia Francesa, nacido el 1o. de septiembre de 1930 en Agén, Francia, y fallecido el pasado 1o. de junio.  / Cortesía
Michel Serres , filósofo e historiador de las ciencias, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y de la Academia Francesa, nacido el 1o. de septiembre de 1930 en Agén, Francia, y fallecido el pasado 1o. de junio. / Cortesía

“Nos inclinamos ante la vida de otro, porque también lo hemos hecho ante la nuestra, esa es la inmensa indecible realidad en la que morimos, no en la que vivimos. Es así como se desarrolla en su movimiento turbulentamente hermoso la vida, con sus extraños, que somos todos.”, me decía hace un momento, ante la muerte de Michel Serres, que me ha sido comunicada, desde y por medio del ordenador, que es lo que me comunica con lo que él, llamaba insistentemente, como una provocación, el nuevo mundo. Nuevo mundo de la concurrencia del sentido, el caos excitante del sentido y la nueva dimensión que alcanzaba como sin sentido. O sea, que el extraño que somos ante lo que no conocemos, cesaba cuando conocíamos.

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Descubríamos. Quitábamos. Hacíamos trazos y construíamos oquedades, revelamos fisuras, deseábamos formar en la totalidad de la realidad, los necesarios intersticios para acceder en ella. Y allí podemos decir radicaba la invención serresiana. Ya que todo, debía tener un mundo nuevo, otro mundo, para ser desarrollado en nuevas estructuras, nuevas decisiones transformadoras de ese instalarse en el mundo, del carácter de nuestras relaciones, de eso que Nietzsche decía del yo o Lucrecio de la naturaleza. Como sería ese nuevo contrato con la naturaleza, ese nuevo contrato relacional entre los seres humanos y desde dónde se haría.

Y uno ante la inabarcalidad de la invención serresiana, tenía que decidir como lector, cuál sería su libro o el libro en el que o desde el que lo podría intervenir. Dado que lo que uno intenta hacer es una intervención en ese mundo, que como es de la invención de lo nuevo, tensión de la crisis en sí mismo, para hacer de la crisis el medio que llevará a lo nuevo, entonces Serres hacía ocurrir eso en sí mismo.

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Contacto con lo exterior desde la crisis que lo llevaría a la crítica manera de observar lo nuevo, de observarse en lo nuevo, como por decir, cuando Buckminster Fuller construye su “Dymaxion”, ya que tiendo a relacionar en sus contracciones estéticas de la invención los dos mundos, el de Serres y el de Fuller.

Entonces, ante la inabarcabilidad de la invención serresina, el lector, que no es él, en esa dimensión de lector, insaciable, entonces decide leer uno solo de sus libros, por el momento, y quizá el libro más raro o no de ellos. Tiene que hacerlo, debe hacerlo porque de lo contrario, no abarcaría nunca esa invención incesante e intensa, como por decir, un libro como la mirada desde y con las cejas serresianas, porque cada que leo, sus cejas se me hacen como su libro o sus libros, o sea, sus invenciones homéricas. Cejas y libros, como una mirada, dentro de la mirada de Serres. Hermosas unas y hermosos los libros, porque cada lectura que hace la transforma en una invención nueva, y se caracteriza por ello, lo propone y lo presenta de esa manera, como al decir de Rimbaud: Hay que ser absolutamente modernos. No lo quiere Serres, quizá esa modernidad no sea la de él, ni ese interés de la modernidad está en él, pero sí, hay que decirlo, está su intención maniobrada por lo nuevo, por la invención de lo nuevo. Y que en él, no es solamente se dice sino que se hace nuevo.

Del libro del que trato, es Atlas. Es mi libro de fundición del hierro serresiano. Y manera de hacerlo en mí a él. Y lo es porque allí condicione, necesario condicionamiento mi relación con Serres, como lo he hecho con otros, de la misma manera, ya que no necesito leer “todos” los libros de unos y otros. Con un solo libro, como este de Atlas, pueda conocer lo que necesito de él. Intercambio de conocimiento, no dominación de y por el conocimiento, sino la catarsis que se hace cuando se interviene un conocimiento y se queda sabiendo, incrementando y estructurando ese conocimiento que se tiene, dado y llevado por la fiebre y la excitación de otro, del otro.

Inundación del sentido y destrucción de la realidad que se tenía antes, para en medio de la nueva naturaleza que nos muestran, se pueda, como he dicho, incrementar la del lector. Yo diría, que he sido serresiano de un libro de Serres (porque no me interesa, ojo, ser experto o especialista en Serres, como quién lo es en la carne o en las abejas o en las matemáticas, etc.), porque allí está contenido todo lo que me interesa como su lector.

Quisiera llevarlo solo ese libro, en toda mi vida, como ha sido hasta este momento, en que su libro está en mí biblioteca como en su tumba, en su muerte. De tal modo, que la insaciabilidad de lector y de inventor de un Michel Serres, esa inquietud que se mantenía en él, como una ostra en su mundo, la tiene que extraer y llevarla a su mundo, como una invención de la ostra nueva, que no es la misma para él  y que no lo será para nadie, cuando él, la haya intervenido, como un libro nuevo que se formará desde ahí, en la intervención que le hace.

En Atlas, que como aquel que sostiene el mundo, también lo quería y lo quiso ser Michel Serres, el que sostiene el mundo del conocimiento, lo hace, lo forma, lo humaniza, desde su insaciablidad y deseo de conocimiento; lo hace turbulencia natural, lo lee de otra manera, lo transforma en su sentido, desde el movimiento que hace en sí mismo y él que hace sobre la realidad, al proponerle nuevas instancias y métodos de relación, de contradicción y de carácter esencialmente holísticos. Y de esa manera, arte y ciencia, se han de relacionar como la mística con el hedonismo en el conocimiento, en su nueva proyección. Por eso nos decía sobre el método que: Su método, y por esta palabra hay que entender su recorrido, su ruta, su camino, el dibujo de su trayecto, su método, decíamos, inesperado como la inteligencia, brusco y rápido como el entendimiento, nunca sigue ni la línea ni la recta ni ninguna curva prevista de acuerdo con su ley previa, porque la estupidez, repetitiva, siempre es previsible, sobre todo cuando parece racional, pero por el contrario, enmaraña y desenmaraña las madejas complejas y embarulladas, arabescos de nudos y de bifurcaciones que de repente se empiezan a asemejarse a un tapiz visto por detrás: lugares singulares, exquisitos y muy diferenciados que se mantienen unidos por un trabajo global, porque es local, extenso porque está anudado. El método anuda lugares cercanos y los distribuye en la lejanía. La vida del método, no es la de las “metodologías”, sino del método en la dimensión inasible del sentido en el momento de la eclosión llena de furor del nuevo conocimiento, de la nueva manera de el conocer. Conocer la muerte, es también tarea tuya, antes que nosotros.

Por Óscar Jairo González Hernández

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