Sus estudios en París sobre mitología indígena y antropología marcarían sus intereses en la literatura. Remitirse a las raíces de la cultura maya y a las costumbres de la sociedad guatemalteca permitieron la construcción de una narrativa que se sumerge en la identidad indígena y en la literatura de la dictadura, rasgos particulares que marcaron las letras de América Latina a lo largo del siglo XX con la lucha por el arraigo cultural y por los fenómenos de gobiernos dictatoriales que se esparcieron a lo largo del continente americano.
Las traducciones al español de textos como Anales de los Xahil y el Popol Vuh de la civilización Maya y la dictadura de Manuel Estrada Cabrera entre 1898 y 1920 marcaron el camino a seguir para Miguel Asturias. En estos dos elementos yace la inspiración del autor para escribir libros como El señor presidente, que fue terminado en 1932 pero publicado hasta 1946; Hombre de maíz (1949) y Mulata de tal (1963).
Asturias hace parte de un gran número de escritores que por su postura política resultaron exiliados. Buenos Aires, París y Génova fueron las ciudades que tuvieron entre sus calles al autor guatemalteco. Allí lo acogieron para que pudiera seguir construyendo su obra y poder divulgar su conocimiento y su defensa sobre las tradiciones indígenas y los rastros de injusticia que vivía su país.
Su experiencia en la vida pública agudizó el tinte político de su estilo literario. Cargos como el representante de la Asociación General de Estudiantes Universitarios, Diputado al Congreso Nacional y Diplomático en Buenos Aires y París determinaron su convicción por defender los derechos de los guatemaltecos a través de influencia en la esfera política y, también, a través de aquellos relatos que confrontaban verdades incómodas y representaban el valor de la literatura como canal de protesta.
Su trasegar entre la política y la literatura permitieron que fuera un miembro importante de la llamada Generación del 20, encasillada en las décadas de 1920 y 1930. Dicho grupo era conformado por dirigentes políticos e intelectuales guatemaltecos que juntaban esfuerzos, ideas y debates en pro del desarrollo social y artístico del país a través del derecho, el periodismo, la poesía, la sociología y la literatura. Así, personajes como Luis Cardoza y Aragón, David Vela, Alfredo Balsells y el mismo Miguel Asturias conformaban un gran potencial humanista que loaba la identidad guatemalteca por medio de letras plagadas de vanguardia, resistencia y amor por su tierra.
La composición de la obra literaria de Asturias lo ubica como uno de los precursores del Boom Latinoamericano por el fuerte carácter lírico que se origina en los relatos mitológicos de la civilización maya. Las figuras de anáforas, onomatopeyas y aliteraciones refuerzan el valor poético de sus escritos y la influencia directa de las narrativas indígenas, de modo que en sus escritos lograba configurar un lenguaje que conectaba al lector, por un lado, con la musicalidad de los textos mayas y, por el otro, con escenarios naturales que solía resaltar el escritor guatemalteco debido a su interés y apego por la naturaleza característica de América Latina.
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En el caso de la literatura de la dictadura suele utilizarse la alegoría como herramienta que acerca y relata sucesos críticos del despotismo y la opresión. Debido a esto, los símiles son figuras literarias que resultan frecuentes en algunos textos de Asturias y que hacen parte también de los rastros simbolistas y surrealistas en la narrativa del autor.
Cuando Miguel Ángel Asturias dijo que “El trabajo del novelista es hacer visible lo invisible con palabras”, revalidó no solamente su misión de mostrar una verdad que puede ser ignorada, sino que también pudo demostrar cómo logró situar su escritura dentro del realismo mágico, debido a que allí construyó una amalgama entre lo tangible y lo fantástico, logrando así una especie de juego con el transcurrir de la consciencia en una realidad enmarcada por metáforas y simbologías.