El Magazín Cultural

Misahullí, un bocado de la selva ecuatoriana

La sierra ecuatoriana alberga cientos de pequeños poblados, algunos fríos otros más cálidos, que se encuentran frente a poderosos volcanes por los que se cuelan fuertes ventiscas entre los pliegues de sus faldas.

Natalia Méndez Sarmiento/ @cuentosdemochila
11 de abril de 2018 - 09:54 p. m.
Foto tomada en Puerto Misahuallí, pequeña población ubicada en la Región Amanzónica. / Cortesía
Foto tomada en Puerto Misahuallí, pequeña población ubicada en la Región Amanzónica. / Cortesía

Desde algunos de estos, como Baños o Ambato, por ejemplo, es posible hacer un recorrido muy corto para llegar a la selva, donde el calor obliga a resguardarse bajo cualquier sombra, y las comunidades indígenas comparten sus saberes milenarios.

Puerto Misahuallí es un bocado de la selva amazónica, que se extiende a lo largo de varios países suramericanos. Llegar allí es bastante sencillo en comparación con otros lugares del Amazonas, en los que es necesario tomar aviones o barcos para acceder. A este poblado se llega en auto o en bus desde Tena, la ciudad más cercana.

Aunque el nombre de Misahuallí resuena en cada cuadra como paquete turístico de un día, este pueblo, que abarca en su totalidad unas cinco cuadras de sur a norte y otras cinco de occidente a oriente, es solitario. Los buses estacionan justo al lado de la plaza principal, dispuesta de sillas de madera y pequeños techos para esconderse del sol. Los únicos habitantes a primera vista, son dos o tres hombres que venden paseos en lancha y planes de rafting en neumáticos de camiones.  

No es necesario tomar un tour para conocer uno de los atractivos más llamativos del pueblo. En la bifurcación de los ríos Misahuallí y Napo, ambos anchos y terrosos, se extiende por varios metros en sus orillas una playa de arena blanca y blanda, características no muy comunes en la zona. En esta playa, las hojas de los árboles se expanden a lo ancho y sus troncos tienen poca altura, lo que provee sombra a la explanada junto al río. Allí, los pobladores venden frutas y jugos en pequeñas tiendas rodantes, y es posible nadar cerca de la orilla.

En este lugar, hay acceso a las comunidades indígenas que viven en la ribera del río. Para ello, es necesario contratar el servicio de lancha que comúnmente da un paseo antes de llegar a la comunidad. Las primeras ofertas de este tour oscilan entre los 25 y 30 dólares, al dar la primera negativa a pagar esta cantidad,  pueden rebajar el precio hasta 15 dólares por persona, y cuando definitivamente la decisión es quedarse en la playa y decirle al lanchero que se retire, el costo será de 5 dólares. No se debe pagar sin regatear en Misahuallí.     

El viaje en lancha por el río dura unos quince minutos hasta llegar a alguna de las comunidades que habitan allí, en este caso la comunidad Muyuna, donde los visitantes son recibidos en una palapa por un guía nativo de la zona.

La muestra cultural comienza una vez todos los invitados están sentados. En primera instancia, entran al recinto varios hombres tocando música autóctona con tamboras, guitarras y maracas; más tarde, aparecen seis mujeres malcaradas a bailar al compás de los instrumentos. No las juzgo, hacen cada hora lo mismo, con un montón de gente que solo quiere sacarse selfies con ellas, y además, tienen que bailar con los turistas como parte del show.

Más adelante, una mujer adulta en tónica ceremonial, muestra la manera en que fermentan la yuca para hacer la chicha, y comparte un poco de la misma totuma para que todos los asistentes prueben. El sabor de esta chicha es completamente diferente a la de maíz que puede probarse en Colombia, el gusto es menos ácido y su textura más sutil, para decirlo cómo es, es menos “babosa”.

El resto de actividades que se quieran realizar en la comunidad son pagas, cómo entrar al zoológico a ver boas y gatos salvajes, o hacerse una limpia en público. Un chamán sienta a los viajeros en una banca frente a los demás espectadores que vayan en la lancha, y hace todo el proceso de limpieza espiritual en dos minutosLa muestra termina pronto, y si de ser sincera se trata, esperaba conectarme de una manera diferente al entrar al territorio de la comunidad Muyuna, pero lo han convertido en un destino simplemente turístico.

Para quienes prefieran un contacto más real con las costumbres de los habitantes del Amazonas, cerca de Muyuna hay otras comunidades que no viven del turismo, en la que pueden hacerse voluntariados a cambio de hospedaje y comida.

Al regresar a las playas y caminar por el pueblo, es necesario tener extrema precaución con la comida y los objetos personales, la razón: unos pequeños y escurridizos ladrones, los monos capuchinos. Estos, vagan libremente por las copas de los árboles del pequeño poblado, se han contado más o menos unos doce monos, que se acercan sin ningún problema a las personas, ya sean porque les ofrecen comida, por curiosidad, o para robarles lo que sea que lleven en la mano, podría ser un banano o hasta un celular.

Al principio es difícil verlos, aunque solo se necesita de cinco minutos de paciencia, porque una vez entran en confianza, se ven saltando de rama en rama a lo largo y ancho de Misahuallí. No son tan amigables cuando aún no saben los propósitos del nuevo turista, son más bien sigilosos y reservados, pero después no tienen problema en acercarse demasiado.

Brincan por delante y por detrás de las personas, se paran frente a ellas y las observan, las analizan. Se revuelcan en las ramas, se hacen los dormidos, e incluso desfilan por las bardas del pueblo, desde los más grandes, que parecen ser los jefes de la manada, hasta las mamá con los más pequeños de todos colgando en su espalda. Para los amantes de los monos, solo eso, ya es motivo para hacer un viaje hasta la selva ecuatoriana. Si se quiere ir más allá de este límite, grupos de aventureros se embarcan hasta Brasil en un viaje de dos meses en balsa.

La siguiente parada del recorrido suramericano es Baños, un lugar para los deportes extremos y la visita al Tungurahua, un volcán nevado que explotó hace doce años.

Por Natalia Méndez Sarmiento/ @cuentosdemochila

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