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"Mother!": la incómoda película que develó nuestra miseria (Siempre cine)

"Siempre cine" es una serie de reseñas sobre películas que será publicada semanalmente por El Espectador. Este filme de Darren Aronofsky se estrenó en 2017. La crítica y la audiencia se dividieron: unos le dieron las peores puntuaciones y la relegaron. Otros destacaron sus alegorías y la dureza de sus escenas. Hoy continúa revelando los peores horrores que se han cometido desde nuestros orígenes.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
12 de septiembre de 2019 - 12:00 a. m.
"Mother" es protagonizada por Jennifer Lawrence y Javier Bardem.  / Cortesía
"Mother" es protagonizada por Jennifer Lawrence y Javier Bardem. / Cortesía

Nada tenía coherencia. ¿Era una historia de terror? No parecía. De un momento a otro unos extraños se instalaban en la casa de una pareja. Uno de ellos los recibió y los dejó quedar. No los conocía. A ella, la esposa, le disgustó la idea de tener desconocidos en su casa, y tenía razón. En un abrir y cerrar de ojos sus invitados tuvieron sexo sin privacidad, se metieron en sus habitaciones y se comieron su comida. Nada los satisfacía. Cuando la dueña de la casa dio a luz a su hijo, invitaron a más personas. Eran miles. La gente no cabía. Se salían por las ventanas, las puertas, las tuberías. Cuando terminaron de destruirlo todo, mataron a su bebé y se lo comieron. Su esposo, un poeta, le decía que todo estaba bien, que debía perdonarlos. Ella, con el horror en los ojos y la furia en las venas, decidió prenderle fuego a la casa y acabar con todos.

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Lo anterior es un breve resumen de “Mother!”, la película de Darren Aronofsky, un director incómodo. “No soy alguien que entrega la información en bandeja de plata, no suelo hacer eso”, dijo, según un texto del The New York Times publicado el 04 de octubre del 2017. Se refería a la película en cuestión, con la que reforzó lo evidente en sus obras.  Que su trabajo tenía objetivos claros y que la confusión, la sorpresa, y, en este caso, las náuseas, son los efectos que le interesa provocar en el que dé con sus películas. Con este filme (de hecho, con todos los que ha dirigido), desecha la facilidad y se lanza al vacío con irreverencia. De nuevo, Aronofsky decidió incendiarlo todo.

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Mi obsesión por las montañas y sus formas me llevó de nuevo al campo. Me monté en una flota, me elevé en los verdes y me entregué al frío. Llegué a Nemocón, un pueblito pequeño y tranquilo con olor a café. A las 8:00 p.m., después de llegar de pasear por la carretera destapada y comprar algunas cosas para el desayuno del día siguiente, busqué una película. Había algunas sobre una mesa. Revisé y vi una con la foto de Javier Bardem y Jennifer Lawrence. Su título era “Mother!”. Todas las demás eran de acción, así que me decidí por la de pinta interesante y algo de misterio. Hasta ahora, las dos horas más perturbadoras, confusas y culpables de mi vida.

“¡Madre!”, título para Latinoamérica, es un espejo. Aronofsky ya vivía asqueado con la forma en la que habitamos el mundo: esta película fue su forma de decirlo. Escribió un guion basado en la biblia. Construyó alegorías y les dio a los actores la posibilidad de ser dios, la madre naturaleza, Adán, Eva, Caín y Abel. Una montaña rusa de emociones que retrató la forma en la que nos adueñamos de una casa que no es nuestra y de cómo la destrozamos. Un suceso de hechos que se veían terroríficos y lejanos, pero que revelaban nuestra miseria.

Jennifer Lawrence interpretaba a Madre. Javier Bardem era Él: un poeta bloqueado que no había logrado escribir una letra en mucho tiempo. Vivían en una casa gigantesca que había sido restaurada por ella (Lawrence) después de un incendio devastador. Su rutina era tranquila, solitaria y cálida. Para entender mejor lo que ocurriría después, debí saber el real significado de los roles: Él era dios y ella la Madre naturaleza. La casa era el planeta. El paraíso: el estudio de Él. El infierno, el sótano de la casa. A la tierra, posteriormente, llegaron Adán y Eva, quienes se comieron la fruta prohibida, hecho que Aronofsky narró con el rompimiento de un diamante muy cuidado por Él. Después de ellos, aparecieron Caín y Abel; y sí, Caín terminó matando a su hermano. A pesar de todo, dios los seguía perdonando, por lo que continuaron en la casa, que más tarde terminó convirtiéndose en el escenario de los peores horrores que ya todos hemos visto en los titulares de los diarios de cada uno de los países del mundo. Después de la visita de los intrusos a la casa, Él tuvo una inyección de inspiración y escribió en la obra más vendida de todos los tiempos: los 10 mandamientos. A la casa llegaron los fieles. Personas provenientes de diferentes países del mundo que adoraban a dios, pero que interpretaron a su manera sus letras. Madre, embarazada y herida debido al descuido de los invitados que con cada paso destruían más su casa, dio a luz en medio del caos a un bebé que posteriormente le arrebató dios para mostrárselo a sus seguidores, quienes lo retuvieron, lo mataron y comieron de él. Ese niño era Jesús.

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Todas estas escenas son literales, reveladoras, duras. A medida que va avanzando la película, los sucesos se iban pareciendo un poco más a “Les Triplettes de Belleville”, un relato surrealista que, a pesar de sus encantos, resultó desconcertante para muchos debido a su rareza y deformidad. Hasta para los actores se complicó la distinción entre la realidad y la ficción. Las jornadas de grabación fueron tensas y los delirios hicieron su aparición. Después del estreno, Lawrence habló de los ataques de pánico y las crisis nerviosas que padeció. 

Con “Mother!” ocurrió algo similar. La mitad de la crítica la fulminó. La otra mitad aún la rescata. Es una película que desagrada. Es inclemente con los ojos y el pudor de nosotros, los espectadores como yo que llegamos inocentes esperando una historia lenta y profunda sobre la cotidianidad. “Mother” abusa y se cuela por entre nuestras culpas para recordarnos que hemos sido fanáticos, crueles y arrogantes. “Mother” es insoportable: pone de frente y sin consideración el hecho de que a dios lo hemos alabado por el afán de salvarnos. Nuestra ceguera siguiendo las órdenes religiosas ha resultado macabra y a causa de cumplir tales dictámenes, interpretados a nuestro antojo, hemos legitimado la guerra, la destrucción y hasta el canibalismo, convirtiendo el hecho de comernos al hijo de dios, otro humano como nosotros, en un acto solemne.

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Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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