El Magazín Cultural

Retrato de una familia pequeña

Moving on termina siendo un muy recomendable filme que, sin recurrir al melodrama, es capaz de labrar un nudo en la garganta y de hacernos reflexionar con respecto al papel de la familia y al valor de nuestras relaciones.

Nelson Samuel Galvis Torres
12 de octubre de 2020 - 08:41 p. m.
La familia de Okju está compuesta por su padre, su pequeño hermano Dongju, una tía y el abuelo. La película Moving On narra la vida de estos personajes que viven en la misma casa.
La familia de Okju está compuesta por su padre, su pequeño hermano Dongju, una tía y el abuelo. La película Moving On narra la vida de estos personajes que viven en la misma casa.
Foto: Producción BIFF- Bogota International Film Festival

En el lejano oriente ha existido una tradición de autores como Yasujiro Ozu, Hou Hsiao-Hsien o Hirokazu Koreeda, que han construido gran parte de su filmografía a través de pequeñas historias familiares, manejando un estilo austero, contemplativo y que se enfoca en los detalles de las interacciones mundanas. Una tradición que entiende la vida como una experiencia frágil y efímera, pero que sabe encontrar en estos aparentes defectos aquello que la puede hacer rica e increíblemente significativa. La realizadora Yoon Dan-bi recoge la antorcha de dicha tradición en Moving On, su debut. Con esta película nos trae la historia de Okju y su familia. Ellos deben mudarse a la casa del abuelo, quien, con el paso del tiempo, ha sufrido graves padecimientos.

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La familia de Okju está compuesta por su padre, su pequeño hermano Dongju, una tía y el abuelo. Estos personajes están lejos de ser retratos ideales o simples estereotipos, pues cada cual irá revelando a lo largo de la historia su personalidad y sus defectos. Para esto serán importantes las interaccionas cotidianas. Algo tan simple como una conversación en la cena, o un paseo en el coche nos permitirán conocer de a poco el trasfondo de los protagonistas.

Hay una mirada transgeneracional en el filme en los distintos modos que tienen lo personajes de interactuar con el mundo. Por ejemplo, en cuanto al amor, el pensamiento del abuelo se resume en una pequeña escena en que Okju lo descubre quedándose dormido mientras escucha lo que parece ser una especie de bolero romántico que evoca al amor eterno de su esposa fallecida. Por el otro lado, está la mirada de la tía, para quien el amor es algo conflictivo y que a través de sus consejos parece sugerir que se debe probar en demasía y experimentar a diferentes hombres antes de concretarlo. Aun así, su reciente separación sugiere que su amor es más inconstante y frágil. Por último, tenemos a Okju, quien está experimentando un amor donde prima el desapego, pues, como ella lo indica, su pareja casi nunca la busca. Estos retratos románticos representan una evolución progresiva en la forma de entender las interacciones en las cuales cada vez es más presente la búsqueda de un desarrollo independiente.

Es de resaltar el trabajo actoral de todo los involucrados, en especial el de Okju, la joven protagonista quien, a través de sus gestos y reacciones propias de una edad inmadura, llena de cuestionamientos y contradicciones, sabrá enternecernos con sus vivencias y dilemas. Y es que a la par de la historia familiar, Okju explorara los primeros amores, los complejos con su aspecto físico y hasta pequeños líos con la ley. En cuanto a la estética, la cinta busca el realismo tanto en los entornos de transito como en los de hábitat, un realismo que se acentúa gracias a la duración de los planos y el tamaño de estos, pues priman los planos generales que generan una mirada distante que mantiene la intimidad de los personajes. Esto no privara a la película de brindarnos, de vez en cuando, escenas de gran belleza, como los momentos en los que Dongju y el abuelo recogen fresas, o cuando Okju y su hermano juegan con la bicicleta en el atardecer.

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En la medida que la historia avanza, las subtramas se irán integrando con la complicada situación del abuelo y todo esto llevará a una conclusión dolorosa, donde los pequeños momentos trascienden gracias a cómo estos mismos han logrado construir un complejo trasfondo íntimo y personal que nos hace sentir el dolor como nuestro. Por todo esto, Moving on termina siendo un muy recomendable filme que, sin recurrir al melodrama, es capaz de labrar un nudo en la garganta y de hacernos reflexionar con respecto al papel de la familia y al valor de nuestras relaciones.

Esta reseña fue elaborada en el marco del Taller de Crítica del Programa académico BIFF BANG!, organizado junto con la Maestría de Creación Audiovisual y el Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana.

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Por Nelson Samuel Galvis Torres

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