El Magazín Cultural

Mujeres al parque

Hoy en Rock al Parque, voces femeninas con más de una década en escena.

JULIANA MUÑOZ TORO
03 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
La Marisoul, o La Santa Cecilia, se presenta hoy en Rock al Parque 2017 / Facebook La Santa Cecilia
La Marisoul, o La Santa Cecilia, se presenta hoy en Rock al Parque 2017 / Facebook La Santa Cecilia

La Marisoul, o La Santa Cecilia. Cuando Marisol La Marisoul Hernández llegó de niña a Morelos (México) con su madre una cantante aficionada de cumbias, tuvo que refugiarse en la música para establecer algún tipo de comunicación, ya que había nacido y vivido hasta entonces en Los Ángeles y no hablaba español. Luego, esa cultura hispana, con sus ritmos norteños, de cumbia, boleros y son cubano, se le metió en el alma. Pero primero estaba el rock y en una banda empezó su carrera musical. 

Al comienzo tenía sus complejos. Había quienes hablaban más de si estaba gorda que de su música; se fijaban en que el rojo no le favorecía; sugerían que era mejor que cubriera sus brazos y no se vistiera ajustado. No sé a ciencia cierta si lo dijo así, pero les respondió: “A la chingada”, y ya en La Santa Cecilia impuso su estilo y no dejó que otros lo hicieran por ella, pues “estos cueros iban a terminar envejeciendo, por lo que decidí volverme libre para vestirme como me diera la gana”. Con esta banda, ella y los músicos ganaron el Grammy anglo a Best Latin Rock Album, orgullosos de sus mezclas de swing de los 40 con ritmos latinos y con letras que a veces hacen que a La Marisoul le fluyan las lágrimas en el escenario: Cuando toco ese pañuelo/ Las penas se despiden/ Puedo abrazar a mi abuelo/ Pa que jamás se olvide/ Que hasta las nubes lo quiero/ Aunque en el cielo vive.

Juliana Ronderos, de Salt Cathedral

Primero se llamaron Crossing Colors, pero algo no sonaba bien al pronunciarlo. Faltaba una señal, una mínima señal, de una Colombia a la que Juliana Ronderos y Nicolás Losada le habían dicho “hasta pronto”. Se instalaron y estudiaron en Nueva York, esa ciudad en la que se les hizo más fácil aunque no fue fácil darle sentido a una mezcla de sonidos futuristas que se abrazan en canciones dulces y rítmicas que dan ganas de bailar como dejándose llevar por el oleaje. Se renombraron entonces Salt Cathedral, como la Catedral de Zipaquirá a la que alguna vez hemos ido a encontrar una fascinación por la oscuridad y las luces de neón, y con buena música fueron ganando su mayoría de seguidores en ese bulevar de los sueños rotos. 

Ya sé que de cualquier artista le podrán decir que tiene una voz única, pero hace falta escuchar a Ronderos para darle más sentido a esta afirmación. Cuando ella canta, su voz se dobla y llena el espacio, manteniendo un tono suave y un pulso tribal en esta propuesta de rock-pop experimental, con raíces de folk y jazz. Y como no solo se trata de forma, sino también de contenido, detengámonos en un fragmento de Unraveling, una canción que Salt Cathedral grabó en colaboración con Matisyahu y que parece hecha para un país que busca la reconciliación: And if you're looking to fight me, intermittently/ All I got for you is bread and flower (Y si estás buscando pelear conmigo, intermitentemente/ Todo lo que tengo para ti es pan y flor).

Desde Brasil, Tulipa Ruiz 

Estudió periodismo. Ilustraba. Ilustra. La música se dio como un hobby, y como tal la subió un día a su página de My Space y la gente pidió más. Ya con su primer álbum al aire —Efêmera—, sus canciones fueron descritas como sutiles, llenas de arranques simples y melodías dulces para todas las generaciones. En 2015, ganó el Grammy a mejor álbum de pop contemporáneo brasileño con Dancê, un disco para dejarse llevar y que llevado al escenario está hecho para rockear. 

También se dice que lo que Tulipa hace es poesía: Congela o tempo pr'eu ficar devagarinho/ Com as coisas que eu gosto/ E que eu sei que são efêmeras/ E que passam perecíveis/ Que acabam, se despedem,/ Mas eu nunca me esqueço (Congela el tiempo para quedarme despacio/ con las cosas que me gustan/ y que sé que son efímeras/ y que pasan perecederas/ que se acaban, se despiden,/ más nunca se me olvidan). 

Mon Laferte, para las penas de amor

Ella canta con ese desgarro, ese dolor, que tal vez sólo puedan lograr quienes perdieron alguna vez la voz y por suerte la recuperaron. La artista chilena Mon Laferte debutará en esta edición de Rock al Parque “que quiere resaltar la labor de las mujeres en la música y en todos los géneros del rock”, de acuerdo con la página oficial del festival. En esta labor, Laferte empezó cantando en bares de Valparaíso. Tuvo que vestirse de negro antes de salir, como hoy en día, con tantos colores en su piel, en su cabello trenzado y ese estilo a lo Amy Winehouse para cantar: “Ven y cuídame/ Pero que parezca que me estás haciendo daño”.

Lucrecia Dalt, una  pereirana en Berlín

Lucrecia Dalt, que se mueve entre Barcelona y Berlín, estudió ingeniería civil y terminó como una experta en composición contemporánea y sonidos electrónicos. Ya ha lanzado cinco álbumes en solitario y varias instalaciones de sonido y piezas performativas. En una entrevista sobre el proceso creativo de su disco Syzygy, más que una historia, parecía contando una deliciosa alucinación: pocas horas de sueño, vino barato, arte surrealista, lecturas de Susan Sontag y de patafísica la ciencia paródica que estudia las soluciones imaginarias y las leyes de las excepciones, películas de Ingmar Bergman con esas escenas infinitas y repetitivas y bellas. Hay que mencionarlo porque es ese mismo caos armónico bienvenido el oxímoron la experiencia que ella nos traspasa cuando está en escena con su guitarra, bajo, ordenador, controles midi, percusión y voz, su voz que canta, o que sobrevuela: “Quiero llenar este cuarto de frecuencias/ Que no quede un espacio/ Que empiezan a rebotar/ Comprimirse y terminar resonando”. 

Catfish y Sin Pudor, anarquía femenina

Amandine Guinchard es la voz del dúo francés Catfish, junto con Damien Félix, una voz que marca la diferencia cuando quieren compararlos con The White Stripes o con lo que se espera de la música francesa y su tradición de acordeones y jazz. Ella es poder y anarquía; ella es blues, folk y rock indie que llena el escenario y parece más que una, más que dos, con canciones como “Landmarks”, “Rebirth” y “Lost and Found”.

Por otra parte, en la escena local, escucharemos Sin Pudor: punk thrash hardcore. Formada por Jessica Morales (voz), Alejandra Maldonado (guitarra), Carolina Pita (batería) y Tatiana Almonacid (bajo). Esta banda surgió “como un proyecto musical que permite expresar una posición respecto al mundo, el cuerpo, el rechazo y hastío de la cotidianidad”. En sus portadas y fotos se muestran no figuras hipersexualizadas, sino como cuatro mujeres desafiantes que le cantan a todo: a lo político, social, existencial y, por qué no, al amor también. 


Por JULIANA MUÑOZ TORO

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