El Magazín Cultural

Naxos y el Dúo Villa-Lobos

Reseña sobre la presentación del Dúo Villa-Lobos, integrado por la chelista Cecilia Palma y el guitarrista Edwin Guevara, ofrecida en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango como parte de la Temporada Nacional de Conciertos del Banco de la República.

Luis Fernando Valencia*
06 de noviembre de 2017 - 02:25 p. m.
La violonchelista venezolana Cecilia Palma y el guitarrista colombiano Edwin Guevara, integrantes del Dúo Villa-Lobos, lanzaron su primera disco en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango.  / Gabriel Rojas © Banco de la República
La violonchelista venezolana Cecilia Palma y el guitarrista colombiano Edwin Guevara, integrantes del Dúo Villa-Lobos, lanzaron su primera disco en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. / Gabriel Rojas © Banco de la República

Sobre el escenario vacío de la sala estaban dispuestas dos sillas de piano, solitarias, una al lado de la otra. Las acompañaban únicamente dos pequeños atriles metálicos, cuyas partituras habituales estaban reemplazadas por pequeños objetos rectangulares que almacenaban toda la notación de la música que escucharíamos en unos minutos. Entre sillas y atriles se alcanzaban a notar, además, unos dispositivos electrónicos negros discretamente colocados sobre el piso. Así, sobria y con una combinación curiosa de tradición y modernidad, lucía el escenario de la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, minutos antes del inicio del concierto del Dúo Villa-Lobos. La concurrencia era alta y lucía entusiasta.

El concierto servía como lanzamiento del disco Cello and Guitar Recital: Dúo Villa-Lobos, primera producción del mundialmente afamado sello Naxos hecha totalmente desde Colombia. Precisamente en esa misma sala había tenido lugar la grabación del disco que ahora lanzaban la violonchelista venezolana Cecilia Palma y el guitarrista colombiano Edwin Guevara.

La entrada en escena de los dos músicos fue recibida con un atronador aplauso, que más parecía el del final de un concierto que el de un inicio. Se percibía en ese aplauso un aura de celebración y de festejo ante tan importante logro de Palma y Guevara. El concierto iniciaba, por tanto, como revestido de inmunidad ante cualquier cosa que pudiera pasar. El acto era ya, desde el inicio, un éxito, y la disposición de escucha de los asistentes parecía llena de gozo y euforia. Y aun así, los músicos no defraudaron las expectativas. Más allá de la indudable maestría técnica y musical de los intérpretes, la presentación fue altamente emotiva y refrescante. Su actitud en escena invitaba al público a una complicidad frente a su logro; invitaba, en otras palabras, a compartir su propio gozo de haber alcanzado una especie de nirvana musical.

La satisfacción del éxito nunca fue opacada con ínfulas de arrogancia. Al contrario, la humildad se notaba en la manera en que parecían entregar sus cuerpos a la música interpretada. Cecilia Palma bailaba sutilmente y todo sonido parecía sincronizarse con sus movimientos corporales. Su cabeza nos indicaba el afecto del fragmento, su duración, su fraseo. De manera sutil y exquisita se fundían sus movimientos con los colores sonoros con los que hacía vibrar su violonchelo. Edwin Guevara, un poco más tímido, abrazaba su guitarra con cariño. Su mano derecha avanzaba hacia los trastes o hacia el puente, sin esfuerzo, mostrando una amplia gama de colores que revestían la música con adecuada expresión. Y las miradas. Sus miradas se encontraban aquí y allá, en medio de compases, mostrando la madurez de una comunicación que evidentemente trasciende lo musical y se alimenta del plano personal.

Así, entre danzas sutiles de cuerpos, cabezas, manos y miradas fueron transcurriendo una a una las piezas del concierto. El programa, como el disco, nos ofreció una refrescante y exótica mezcla de repertorio contemporáneo traído de los Balcanes y de Latinoamérica, territorios y culturas de la periferia de los cánones tradicionales de la llamada música clásica. De repente, la combinación curiosa de tradición y modernidad que me había llamado la atención previo al inicio del concierto, se entendía ahora como una premonición de la combinación estética, cultural e instrumental ofrecida por el dúo.

Los atriles y las sillas de piano junto a las tabletas que servían como partitura y los pedales sobre el suelo que permitían el paso de sus virtuales ‘hojas’, resonaban ahora con el acontecer musical del concierto: el de un repertorio contemporáneo, que combina aires tradicionales balcanes o latinoamericanos con técnicas extendidas y lenguajes musicales académicos contemporáneos, tocados sobre unos instrumentos acústicos, cada uno símbolo de tradiciones de músicas de élite o de pueblo con muchos años de historia. Toda esa combinación refrescante de elementos quizás un tanto oximorónica la expresaban Cecilia Palma y Edwin Guevara a través de su combinación de cuerdas pulsadas y cuerdas frotadas.

Tras una hora larga de obras llenas de collages posmodernos, de combinaciones de aires folclóricos, de músicas urbanas y de sonoridades de claustro académico; tras haber sido testigo de interpretaciones que evidenciaron el grado de madurez musical que solo proporciona el proceso de preparación de una producción sonora, unido a una ya larga y exitosa carrera artística; el público reiteró el aplauso efusivo del inicio, esta vez lleno de agradecimiento por la experiencia musical ofrecida con humildad profunda por Palma y Guevara. Tras un largo bis, de nuevo un collage musical, esta vez de piezas de Piazzolla, la concurrencia finalmente pudo salir al encuentro de los artistas, para convertir en físico el proverbial abrazo de celebración musical que había representado el concierto como un todo.

* Maestro en Música con énfasis en guitarra clásica.

 

Por Luis Fernando Valencia*

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