El Magazín Cultural

"Somos lo que hacemos": Nicolás Montero, secretario de Cultura de Bogotá

Muchos se preguntan si Nicolás Montero, actual secretario de Cultura, cuenta con la experiencia que, en teoría, se requiere para administrar dineros públicos. Él profundiza en este texto sobre las prioridades que tiene para la cultura en Bogotá, un asunto que va más allá de los números. También sobre su formación como persona, profesional y ciudadano.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
31 de enero de 2020 - 12:14 p. m.
Antes de posesionarse como secretario de Cultura, Nicolás Montero dirigió el Teatro Nacional.  / Mauricio Alvarado
Antes de posesionarse como secretario de Cultura, Nicolás Montero dirigió el Teatro Nacional. / Mauricio Alvarado

Escarbar para pensar no es fácil. Nicolás Montero lo ejemplificó muy bien: “Miguel Hernández dijo: ‘menos tu vientre todo es oscuro’, y muchos, después de leerlo, pensaron: ‘Uy, ¿qué fue lo que dijo este tipo? Y entonces comienzas a pensar y a repetirte para entender: menos, me-nos, tú vientre, esa parte tuya, todo lo demás es oscuro. Ahí entiendes que Miguel Hernández cogió la concepción de amor, la llevó a otro plano, la volvió lenguaje y al final enriqueció la definición del término para la persona a la que se lo dijo, para el mundo, pero, sobre todo, para él. Se enriqueció él”.

Foto: Mauricio Alvarado

Montero habló para El Espectador sobre por qué le gustaría que todos los ciudadanos entendiéramos que “la creación es un derecho”, y por eso cree que, además de pensar, entender que profundizar, tener consciencia y asumirse como un creador haría de Colombia una sociedad distinta.

Creación no necesariamente tiene que ver con ser artista. Esta intención por pulir, perfeccionar, profundizar o complejizar cada proyecto artístico está, como él lo dice, “en primerísimo plano” en el sector de las artes, pero él no se refiere esencialmente a eso. Su intención, o más bien convicción, va enfocada hacia la creencia de que cada persona es lo que hace, y que, por ende, todos somos creadores. “Si uno se convence de que cada cosa que hace lo refleja, lo representa. Si uno entiende que, de nuevo, uno es lo que hace, y que, a través del hacer puedes acceder al ser, la cosa cambia”.

Foto: Mauricio Alvarado

¿Y por qué cambia?

Nicolás Montero: Si yo me siento creador, me voy a reconocer en esa realidad. No voy a pensar cosas como "Es que la realidad no tiene nada que ver conmigo". Si soy un creador asumo que cada cosa que hago se vuelve la obra que estoy creando. Es muy importante saber que uno es lo que hace porque eso quiere decir que se tiene el poder de construirse a sí mismo.

Además de hacerse responsable de cada cosa, por pequeña que sea, entenderse como creador implica incorporar la idea de que en cada acción está el reflejo, la firma infalsificable, la huella clara. Asumirse como creador tiene otra serie de consecuencias: la atención y disfrute del proceso de cada cosa que se emprenda. Al detalle, mirando con la lupa y atendiendo a que cada gesto, palabra o silencio es un testimonio claro de lo que se lleva adentro. Siempre habrá un pensamiento que se enfoque en el proceso, en el camino y, paralelamente, en el placer. Esa recompensa que no tiene precio porque no hay nada equiparable.

Montero no se demora para hablar. Saca palabras y es hábil para juntarlas, pero se ríe. Escucha sus ideas convertidas en frases y le da risa. Esas carcajadas salen cuando cree que está diciendo cosas muy complejas que más bien deberían sonar sencillas. Porque no es tan difícil para él entender que el sentido de la vida no se encuentra ganando más plata o comprando más ropa, sino adueñándose de la construcción de la propia vida. “Si uno comienza a entender esto que te cuento, es muy fácil que llegue a concluir ‘no importa que no me paguen tanto’, y esto es una utopía desmedida, pero si yo puedo generar un ejercicio donde la gente encuentre tanta recompensa en el placer, en el hacer, en el proceso, entonces a lo mejor podemos encontrar más seres humanos que piensen que, viéndolo bien, no se necesitan los tres carros. Me compro uno y más bien voy a una obra de teatro o salgo a caminar, o le asigno una enorme recompensa a los procesos en mi vida”.

Foto: Mauricio Alvarado

Cuando Montero comenzó a contarme sobre su utopía, sugirió que ese parte quedara off the record, que eso no saliera de la conversación, que no se tuviera en cuenta para este texto. Le parecía que lo que estaba diciendo era demasiado ambicioso y hasta vanidoso. Después le pregunté por qué no poner algo tan necesario en una nota que buscaba hurgar más en lo que él pensaba y representaba, así que accedió. Después de conversar de eso que para él es una fantasía, se desprendió una charla en la que además habló de la mezcla entre su carrera como antropólogo y artista, su preparación para ser secretario de Cultura, tiempos libres, la “colombianidad” y las víctimas del conflicto armado en Colombia.

¿Por qué cree que Claudia López lo eligió para ser el secretario de Cultura?

NM: Esa pregunta hay que hacérsela a quien me nombró porque yo no lo estaba buscando. Yo soy por un lado antropólogo y esa carrera me conduce a hacer una reflexión sobre lo que significa ser hombre, ser un ser humano. La antropología considera una cantidad de variables que lo que nos hace es preguntarnos por qué somos lo que somos. En eso la construcción cultural es fundamental: ¿Cómo me formo? ¿Por qué me formo? ¿Quién me forma y para qué me forma? Todas esas son consideraciones hechas desde la antropología. Desde ese punto de vista uno de los temas que más me interesaron fueron los procesos de socialización. Es decir, ¿cómo un ser humano se vuelve parte de una cultura? En eso, en lo nuestro, está la educación.

Foto: Mauricio Alvarado

Por la reflexión educativa pasa todo lo que significa ser quienes somos en relación con un contexto cultural. Pero, paralelamente, (risas) yo hacía teatro. Eso hacía que yo me hiciera preguntas desde la crítica cultural con la mirada desde la creación. Por ejemplo, yo me subía a un escenario y me decían: "Tome un texto de Shakespeare y haga lo que quiera". Y entonces yo decía: Okey, entonces 'Este es el aire, este es el sol glorioso, esta es la perla que ella me entregó. La contemplo, la toco...' y luego pensaba: pero no me siento bien, mi cuerpo no me pertenece, no sé qué pasa con mi voz. Siento pena, vergüenza. Esa consciencia por el lenguaje no la entendía. Ahí comencé a darme cuenta de que la (risas)... expresión y hasta mi propio cuerpo estaba permeado por todo eso que había sido mi formación cultural. Desde ese punto de vista y desde el principio, comencé a combinar muy rápidamente lo que era la reflexión cultural en términos de la antropología y los lenguajes artísticos para la construcción de un ser consciente. (Más risas y más fuertes).

¿Por qué se ríe?

NM: Porque me da risa que suena muy complejo. Suena a que es una reflexión muy filosófica cuando en realidad es muy práctica. Cuando se combinan las dos cosas: la reflexión de la antropología y el arte, se da vueltas todo el tiempo sobre eso. Es un tema de formación social y humana. Ahí es donde yo me he movido siempre. Que además me conozcan como actor: pues es que tocaba ganarse la vida, además me gustaba y conocí gente que me enseñó muchas cosas.

Mientras Montero estudiaba también trabajaba en el Teatro Libre. Iba de las aulas a las tablas y ahí era cuando comenzaba a aterrizar todo a su lenguaje. Sin las arandelas que confunden y que después se ven muy claras en la práctica. Aunque al principio de este texto quedó claro que a él las arandelas no le molestan. Las piensa, las vuelve a pensar, las interpreta y después, si se refleja, las incorpora.

No se ha preguntado mucho por qué llegó a la secretaría. Supone que por su trayectoria.

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Nicolas Montero durante un evento con la alcaldía, el Idartes y la secretaría de Cultura/ Cortesía Secretaría de Cultura

Su trayectoria no tiene que ver con administrar plata ni tampoco con formación en el sector público…

NM: No, pues ahí sí me rajo. Para eso están los equipos. Lo importante es la visión sobre lo que debe ser la cultura. Mis apuestas son sencillas:

1.      Cómo volver común la idea de que todo el mundo puede ser un creador.

2.      Fortalecer un sector que quiero que trabaje en pro del ciudadano. Ustedes me están confiando una plata para que yo diga: esto que llaman cultura es importante. Yo haré todo lo posible para que así sea y para que además ustedes la incorporen a su vida cotidiana.

3.      Cada pesito que a mí me llegue del servicio público quiero que me rinda por cuatro.

Luego uno arma un equipo y les dice: miren, el cuento es este, y se hacen las preguntas pertinentes: ¿Cómo se hace esto legalmente? ¿Cómo se hace eso con las herramientas que tenemos? ¿Cómo hacemos para que estas ideas bajen? Por supuesto hay hacer un plan de desarrollo. Hay que ponerse unas metas y tenemos que cumplirlas porque es nuestra responsabilidad.

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¿A qué le dedica el tiempo el libre?

NM: Ahora no tengo muchos, pero siempre ha sido por etapas: hubo una época en la que fui un lector compulsivo. 

¿De qué?

NM: De todo. Era un lector de lo que me apareciera, hasta de las cajas de remedios, pero claro, fundamentalmente de novela y me aficionó la lectura de poesía y textos teatrales. Hubo un momento en que mi trabajo se volvió mi hobbie. Dirigir teatro se convirtió en el lugar donde más me gustaba estar. Después me dio por trotar y más adelante tuve un hijo, así que me puedes preguntar por todas las películas que había entre 1996 y 2010. La que sí podría decirte que ha sido una constante entre todos esos tiempos libres es conversar. Me gusta mucho conversar. 

¿Con quiénes o sobre qué? 

NM: Con cualquier persona. Para tratar de responderte en términos de este periplo de formación, supongo que también depende. Me gustó siempre conversar sobre educación en términos muy concretos, intereses muy concretos. Sobre la creación también, por supuesto. ¿Con los amigos uno de qué habla? pues, quizás unas de las conversaciones más memorables que tuve fue con Mónica Agudelo: hablábamos sobre cómo podíamos conformar una ética del afecto. Supongo que esas conversaciones me moldearon.

¿Y en qué consistió esa conversación? ¿Qué concluyeron?

NM: Sobre la ética del afecto no concluimos nada. En últimas hay una especie de solidaridad que pasa por el afecto y ese intangible. Esa condición que uno se exige cuando siente cariño y amor por alguien se vuelva más importante que cualquier otra cosa. No es solo seguir una norma, no es solo creer en lo que se hace, sino pensar en cómo el afecto que generas con otra persona se vuelve lo más fácil, pero a la vez lo más exigente. Una ley te exige una cosa, el afecto te exige tres cosas más, solo que lo estás haciendo en una enorme conciencia por el otro. 

 Montero y la alcaldesa Claudia López

Le hablé más sobre su utopía. Le pregunté más. Le dije que creía que nosotros los colombianos teníamos que cambiar tanto... Que no veía muy cercano ese cambio por eso que no nos gusta que nos recuerden, pero que de algún modo todos llevamos en la sangre: la colombianidad. Ese concepto que a veces se ve tan abstracto, pero que siempre aterriza en la viveza, la falta de empatía, el camino fácil. Después y hablando con él vi más claro que no, que no es que corra por nuestras venas, que nadie nace así, pero que es muy difícil no contagiarse con la cotidianidad de un país que vive dormido, castrado o automatizado. Que ese legado que cargamos en la espalda es muy difícil de ignorar. Le pregunté por nuestra cultura y la forma en la que podríamos transformarla.

Me habló mucho de un concepto: solidaridad, y luego dijo que este era un país en el que los acuerdos sociales no eran inclusivos. Argumentó que el Estado colombiano, durante mucho tiempo, no representó los intereses de los colombianos y que solo tuvo en cuenta los de unos pocos. Por eso Colombia, a pesar de que es un país con muchos recursos naturales, sigue siendo un lugar tan inequitativo. Por eso, según él, aquí hay una crisis sistemática de confianza porque al no sentir una representación, el ciudadano asume la frase de “Sálvese quien pueda”.

Después le dije que a él era fácil ubicarlo dentro de los artistas que habían tomado una postura clara respecto al Acuerdo de paz y la construcción del relato de lo que pasó. También le recordé que hoy por hoy se discute sobre la verdad o las verdades, y le hablé sobre los que creían que en Colombia no había habido conflicto armado. Le dije que también había escuchado a muchos decir que ya estaban cansados de hablar de eso, que ya era difícil que se le prestara atención al relato de lo que pasó, si es que además la violencia no era cosa del pasado y los colombianos a veces se blindaban (se blindan) con la frase: “yo no leo prensa o veo noticieros porque siempre están dando malas noticias”. Le dije que me parecía difícil pretender hablar de lo que pasó si ese era nuestro presente: la violencia no había cesado.

NM: “Para cualquier noción de progreso que quieras necesitas ese relato. Una de las cosas más importantes que nos tenemos que preguntar es ¿para qué saber lo que tenemos que saber? Esta ahí, más fácil no se puede: para que no vuelva a pasar. ¿A quién le vamos a preguntar para tener más luz?

Montero no esperó a que le respondiera porque ya ni siquiera controlaba las palabras que necesitaba sacar. Le brotaban. Hizo más preguntas de ese estilo y luego, visiblemente molesto, dijo que no entendía cómo queríamos saber de perdón y resiliencia si no teníamos en cuenta el relato de los expertos: las víctimas.

Repitió la palabra “resiliencia” y recordó lo que le a él le habían contado en Trujillo. Dijo de nuevo “resiliencia” y cuando venía el aluvión de palabras que quería hilar con el concepto se calló, pidió perdón y respiró. No estaba gritando. Tuvo que detenerse porque lo que iba a comenzar a brotarle, además de frases, eran lágrimas. Algunas trataron de asomarse. Con los ojos rojos, las manos fuera de la chaqueta (que siempre habían estado escondidas por el frío) que usó para apoyar su idea, concluyó: “¿Qué definición de mí mismo puedo tener si no tengo el relato de lo que pasó en Colombia registrado? Aquí tenemos que entender que enterarse de lo que ocurrió no es para intentar reparar nada. No es un tema de asistir, ni de ser bueno. No. Esto es para entender que nos perdimos una porción de la realidad y saber qué pasó enriquecerá la mirada que tengamos del mundo. Así es como yo lo veo”.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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