El Magazín Cultural

No nacimos con estrella (Cuentos de sábado en la tarde)

Diario: Día tres Un diario pretende recopilar las experiencias de quien lo escribe. Este en especial también desea ser el remolino alrededor del cual giren todos nuestros sentimientos, desesperanzas e ímpetu. Quiere hacernos entender y que comprendamos.

Juliana Vargas / @Jvargasleal
01 de febrero de 2020 - 10:07 p. m.
Cortesía
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Febrero 1

No nací con estrella, y tampoco es que pueda crear alguna. Ese cuentico de que con trabajo duro se logra todo no es cierto, no para mí. Lo dudas, pero así es, o al menos así lo creo porque también creo firmemente en la suerte. Creo que unos nacen con estrella y otros no. 

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Los que nacen con estrella son los que mantienen una sonrisa tallada en el rostro, y los que no también tienen una, pero no es real, es más bien un mecanismo de defensa que esconde todas las inseguridades que llevan dentro. Los que nacen con estrella también ven la vida como una gran autopista, y en esa autopista no hay más que asfalto y tal vez algo de sol o lluvia. Los que nacen con estrella confían en su cadencia, en su capacidad de resistir al granizo que cae y al sol que quema; saben que, si caen, es cuestión de levantarse, limpiarse y seguir andando, pues no hay nada ni nadie que pueda parar su carrera a lo largo de esa autopista que no acaba.

En cambio, los que nacen sin estrella caen del cielo porque allá no hay espacio para ellos. Y no aterrizan en una autopista, sino que llegan a algún bosque de los que ya escasean. Las copas de los árboles son altas y el aire bajo, la noche está llena de almas sin rumbo y el día es tan sofocante que ahoga. Y los que nacen sin estrella no son capaces de moverse, ya sea por los ruidos en la oscuridad, o el sudor que los hace arrastrar, o las inseguridades que los envuelven, los seducen y bailan con ellos.

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Me sigues mirando con incredulidad y me dices que no puede ser así. ¡No puede ser que unos tengan estrella y otros no!, exclamas. Cómo sería eso posible con tantas estrellas en el cielo, tantas estrellas en la despensa esperando a poder lanzarse al vacío. No, no, no. 

Callamos por unos instantes, y es tanto el silencio, que espantamos al viento, ese que sube hasta acariciar las estrellas de las que hablamos y ahora baja hasta nosotros y sigue bajando hasta saludar a todos aquellos que miramos desde la terraza sin realmente mirarlos. Le das una última calada a tu cigarrillo, lo pisas y me empiezas a hablar de la vez que tu mamá llegó ebria a la casa, de cuando tu papá te pegó con un arreo; de cuando te escapaste con quienes considerabas tus amigos, pero te obligaron a acostarte bajo la cama porque eras su perro. También me hablaste de las mujeres de las que te enamoraste, de los versos que les escribiste y de los rechazos silenciosos que sufriste. Pero en respuesta hiciste de tu pasión por las letras y la música tu fuerza, y llegaste a levantar toda una ciudad a punta de acordes prendados de esos mismos versos. Me hablaste de Viena, de la vez que recorriste sus calles con la intención de recordar a aquella última mujer que te desvivió y con quien te encontraste fue con el tifus, el maltrato y la pobreza que sufrió Mozart mientras, al mismo tiempo, componía una sonata K. 448 que tranquilizaría a las generaciones por venir. Me hablaste de lo que no habías logrado, de tus sueños, de tus utopías. Me hablaste de lo que no alcanzarías, pero que aún esperabas realizar. Y al final me hablaste del éxito, porque todo el mundo lo persigue sin saber realmente qué es ¿Un cargo? ¿Una fortuna? ¿Una familia? ¿Fama? Y así concluiste que no tenía idea de lo que hablaba, que cómo podría saber yo que unos nacían con estrella y otros no, cuando ni siquiera sabía de qué estaban hechas las estrellas. 

Con eso te fuiste, dejándome con una terraza, un viento y unas estrellas en el cielo. Ahí, con una sonata K.448 de fondo y el abandono que dejaste, descubrí que el éxito era saber de qué estaban hechas las estrellas y construirlas, en lugar de esperar a que, un buen día, cayeran del cielo.

Por Juliana Vargas / @Jvargasleal

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