El Magazín Cultural

Notas pedagógicas para una sociedad en crisis (V)

El presente escrito hace parte de una serie de reflexiones como maestro, sobre la relación entre la educación y la vida, como sustrato de una consciencia para una sociedad equitativa y tolerante.

Guillermo López Acevedo
23 de enero de 2020 - 07:00 p. m.
“El hombre no teje la trama de la vida solo es una de sus hebras, pero todo lo que le haga a la trama se lo hace a sí mismo”. Sabiduría de los indios Cree de Norteamérica. / EFE
“El hombre no teje la trama de la vida solo es una de sus hebras, pero todo lo que le haga a la trama se lo hace a sí mismo”. Sabiduría de los indios Cree de Norteamérica. / EFE

“La enseñanza de todas las disciplinas en Colombia deberían empezar por los elementos del pensar aborigen”, fueron las palabras textuales del profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, Fernando Urbina Rangel, plasmadas en el libro: Lo que saben los wayuu, editado por la universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Idea que por supuesto considero resulta odiosa para muchos intelectuales y educadores, padres de familia e incluso estudiantes y políticos, quienes no podrían asimilar otra concepción diferente a la tradición cristiana y el modelo eurocentrista, que es el que se ha afianzado en nuestras latitudes, no como un sistema basado por consenso o en la idiosincrasia y necesidades de sus habitantes, menos aún democrático, sino más bien, como un modelo impuesto por sus colonos, para mantener su hegemonía y privilegios.

Le sugerimos leer: Rock, ska y rap hecho con el alma indígena del Putumayo

Haciendo memoria, lo único que recuerdo de la educación básica primaria y secundaria sobre nuestros ancestros nativos, fue la fundación de Santafé de Bogotá, originalmente llamada Bacatá por los indígenas, representada en doce casitas y una capilla (hoy la catedral primada), en cabeza de un representante de la iglesia y los señores conquistadores, así como un séquito de indios a su servicio; si acaso en una clase de literatura del bachillerato, recuerdo vagamente el eco del Yuruparí, mito angular y fundacional de algunas culturas amazónicas… Luego, dos puntos, Europa. Por supuesto que estudiamos Colombia, pero sobre los fundamentos y óptica del conocimiento europeo. Sin embargo, las ideas denigrantes y peyorativas sobre los indígenas nuestros, se ampliaban y reafirmaban a la par en los hogares, la calle y en círculos sociales, bajo una continua tergiversación de sus expresiones autóctonas, como lo fueron los vocablos “guache” y “guaricha”, que fueron consideradas como sinónimos de atarbán y prostituta, cuando originalmente su connotación señalaba al guerrero y la sacerdotisa, con incluso más acepciones. Indio, ha sido pues, sinónimo de salvaje, miserable, pobre e inculto, por no decir más. Y qué injustos adjetivos, que fueron pensados por las mentes de la supuesta civilización, - más bien un empeño civilizador que no civilizado-, pues sus prácticas traicionaron todo lo que pretendían sus principios: Inquisición, brutalidad, esclavitud, etc., ¿Era acaso esto lo que pretendía una religión basada en el amor y que propone textualmente que ames a tu prójimo como a ti mismo?

Los mestizos somos mayoría en Colombia, una paradoja hemática y cultural: somos –como señaló Willian Ospina_-, hijos de las víctimas y los victimarios, llevamos en nuestra sangre el conflicto, la contradicción, pero igualmente la solución. ¿Cómo se puede vivir en paz, negando sistemáticamente una parte constitutiva de nuestro ser, sobre la cual se impone una mascarada y una impostura permanente, de la cual hoy emanan tantas diferencias sociales? Eso sin explicitar los trazos de sangre africana que cabalgan silenciosos por estos ríos rojos nuestros. Hasta que no reconozcamos nuestro mestizaje y revaloremos lo que ello significa en su más alta apreciación y sentido, no habrá paz en nuestro territorio ni en nuestros corazones, sencillamente porque continuar negando esa herencia, es continuar negándonos a nosotros mismos, alimentando un complejo creado por otros, a quienes se venera y teme.

Luego de veinte años de trabajos académicos y tratos con el mundo nativo ancestral, mi descubrimiento y asombro ha sido mayúsculo, al punto de aplacar mis “humos” académicos y pasar a un sentido respeto frente a su cosmovisión y sabiduría, basada en sus mitos, el amor a la naturaleza y la vida, así como su integración con el cosmos, de los cuales se desprende una Ecosofía sagrada, o el conocimiento producto de la relación con el entorno natural, que hoy nos hace tanta falta. Noam Chomsky, lingüista norteamericano considerado como uno de los críticos y pensadores más leídos e influyentes del mundo actual, ha señalado frente al empoderamiento de este sistema del capitalismo salvaje, que “de no atender seriamente las advertencias y conocimientos de nuestros ancestros indígenas, estaremos avocados a una catástrofe sin precedentes”.

Un aplauso por aquellos centros educativos escolares y universitarios, que libres de prejuicios, han integrado maestros que pertenecen a algunas de las etnias indígenas en Colombia. Dejo para su reflexión, los sabios y urgentes principios a observar, lúcidamente manifestados por el economista chileno Max Neef, los cuales poseen una resonancia absoluta con los preceptos ecosóficos ancestrales:

le recomendamos leer: "Parásito"; pacto de pececitos ornamentales

“la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía. Segundo: el desarrollo se refiere a las personas, no a las cosas. Tercero: crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere de crecimiento. Cuarto: no puede existir una economía con un ecosistema fallando. Quinto: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por lo tanto, el crecimiento permanente es un imposible. Y el valor fundamental para poder consolidar una nueva economía es que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima de la reverencia por la vida. (…) Nada puede ser más importante que la vida. Y digo vida, no seres humanos, porque para mí el punto clave es el milagro de la vida en todas sus manifestaciones. Pero si predomina el interés económico, uno no solo se olvida de la vida y otros seres vivientes, termina también ignorando a los seres humanos”.

Por Guillermo López Acevedo

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar