El Magazín Cultural

Notas pedagógicas para una sociedad en crisis (VIII)

El presente escrito hace parte de una serie de reflexiones como maestro, sobre la relación entre la educación y la vida, como sustrato de una consciencia para una sociedad equitativa y tolerante.

Guillermo López Acevedo
25 de febrero de 2020 - 08:48 p. m.
¿Es posible reinventar nuestra educación como estrategia radical para la construcción de una nación equitativa y justa, sobre los pilares ilustrados que Steiner nos propone de: “Libertad espiritual en la vida cultural, Igualdad democrática en la vida jurídica y Fraternidad social en la vida económica”? / Reuters
¿Es posible reinventar nuestra educación como estrategia radical para la construcción de una nación equitativa y justa, sobre los pilares ilustrados que Steiner nos propone de: “Libertad espiritual en la vida cultural, Igualdad democrática en la vida jurídica y Fraternidad social en la vida económica”? / Reuters

 

“…No hemos de preguntarnos qué necesita saber y conocer el hombre para mantener el orden social establecido; sino ¿qué potencial hay en el hombre y qué puede desarrollarse en él?” Este  cuestionamiento realizado por el pensador austriaco Rudolph Steiner, creador del movimiento antroposófico y la pedagogía Waldorf, planteada a principios del siglo XX, abrió un camino de reflexión y advertencia sobre  el oscuro panorama que se cernía inminente con la primera y segunda guerras europeas, las cuales determinaron su devastación intelectual, moral y física, suceso señalado posteriormente por la escuela de Frankfurt como : “El suicidio de la razón”, cuyas consecuencias barrieron con el optimismo que se había apoderado del hombre “europeo” en nombre de la ciencia, la filosofía y la raza, promovidos desde el pangermanismo del tercer Reich, pero que se había expandido soterrado bajo los conceptos de civilización y eurocentrismo por el mundo entero. 

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De plano resultaría y resulta mucho más vital y ganancioso para un país, educar a sus niños y jóvenes integralmente, para que estos revitalicen y renueven con energía e ideas el orden social, el cual así siempre será lo que las nuevas generaciones le impriman, en vez de que estas sean sacrificadas en función de lo que el orden social establecido quiera de ellas. Nuestra “nación” en esta perspectiva, ha sacrificado prácticamente todas sus generaciones, en aras de mantener una clase dirigente  colonial y diríamos hoy por hoy, si miramos las desproporciones de la repartición de la riqueza, que sería mucho más honesto señalar como repartición de la pobreza, teniendo en cuenta que somos uno de los países con mayores diferencias sociales, además de poseer el mayor número de pobres en el continente americano, paradójicamente siendo uno de los más ricos ¿Cómo se puede entender un fenómeno como este, sino es el resultado de un sistema impuesto que no ha cambiado desde su implantación hasta nuestros días? Colombia a mi parecer y sin ambigüedades, es literalmente hoy por hoy, una deformación en el espacio y el tiempo del Medioevo inquisitorial y feudal. 

En un sentido de contraluz, traigo a colación la propuesta visionaria que Simón Bolivar con grandes esperanzas había asumido para nuestro territorio y nuestras gentes: la creación de una república independiente y soberana, asumida desde los pilares de la Ilustración francesa, en los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que aquí fueron frustrados una y otra vez, por las fuerzas reaccionarias  coloniales y religiosas, pero luego y paradójicamente, por quienes asumieron nuestro destino como criollos, y resultaron más crueles y avaros que sus predecesores; mientras las tierras del norte veían con enorme alegría y beneplácito, la conformación de una nación, bajo los preceptos heredados de la revolución francesa.

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Esta triformación ideal que propició los Derechos del Hombre y los Derechos Humanos, hoy pisoteados a diario en nuestro país, han liderado los destinos de las democracias más aproximadas al verdadero ideal de convivencia, progreso y desarrollo humano;  los cuales dimensionó Rudolph Steiner como ningún otro, para propiciar un verdadero avance espiritual de la humanidad, al formularlos así: “libertad espiritual en la vida cultural, igualdad democrática en la vida jurídica y fraternidad social en la vida económica”. Porque como él lo cita para la premisa inicial: “La libertad es una condición básica para la existencia de la vida espiritual creativa”. Aspecto este -que al igual que los otros-, resulta bastante difícil de promover en medio de una tendencia creciente de planificación estatal industrializada que,  aunque necesaria, se ha impuesto decidida y salvajemente a la sociedad en general y en la educación en particular, en ámbitos como el de la investigación científica y como consecuencia en prácticamente toda la vida cultural, a la cual ha puesto en peligro al igual que la vida, bajo las nefastas asociaciones de científicos, políticos y empresarios al servicio de la guerra, por ejemplo. Ahora, así como se requiere de esta libertad individual para el fomento de los aspectos creativos en función de la participación en la cultura y generar los cambios sociales necesarios; en lo colectivo, resulta  prioritario que los organismos gubernamentales protejan los derechos que son los mismos para todos los hombres: pues si la justicia solo opera en un sentido o precaria y acomodadamente a los intereses de los poderosos, las consecuencias de tamaño despropósito, será como ha sido hasta ahora, la justificación enfermiza de exigir y continuar fomentando la espiral de violencia, como única manera de solucionar las cosas, cuando aquello que debería traer equidad y paz a los hombres, se convierte en su contrario y pierde toda su credibilidad, para ser sostenida a medias por el miedo y el terror. Siguiendo esta línea reflexiva, para la última premisa, Steiner nos invita a pensar en una “fraternidad social” que se aplique a la vida económica, donde el sistema trabaje en función de la vida y los hombres, por encima de los intereses individuales y egoístas que hoy caracterizan la mayoría de nuestras sociedades, donde sus dirigentes al servicio de los intereses económicos, han supeditado la vida, el territorio y sus pueblos, a una explotación inmisericorde, inconsciente e irracional, la cual no contempla más que su bienestar inmediato bajo la premisa de la mayor ganancia en el menor tiempo posible –ecuación insostenible para la naturaleza-, sin la menor muestra de vergüenza ni sentido común.

 Es por esto, como por los más altos ideales de la civilización y la humanidad que en cada discurso se enarbolan, que urge fomentar una educación para y en libertad, desde la cual nuestros hijos en su día, tengan a bien implementar los cambios que como producto de tal estado de posibilidades creativas, consideren necesarios para bien de la salud mental y general de la mayoría y de las siguientes generaciones, con miras a construir una verdadera nación, equitativa y justa, donde las escuelas sean consideradas definitivamente y en el más amplio y profundo de los sentidos, como la patria espiritual de nuestros niños.

Por Guillermo López Acevedo

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