El Magazín Cultural

¡Oh arte inmarcesible!: La hegemonía literaria

Después de medio siglo de gobiernos conservadores, se inició un largo período de mandatos liberales (1930-1946). Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos y Alberto Lleras Camargo se encargaron de quitarle poder a la Iglesia para dárselo al pueblo. En esta entrega hablamos de la silenciosa influencia de Marx y Hegel en la historia de Colombia.

Joseph Casañas / @joseph_casanas
20 de julio de 2019 - 09:02 p. m.
Alfonso López Pumarejo, Enrique Olaya y Eduardo Santos. La hegemonía liberal se inició en 1930 y culminó en 1946.

 / IIustración: Daniela Vargas
Alfonso López Pumarejo, Enrique Olaya y Eduardo Santos. La hegemonía liberal se inició en 1930 y culminó en 1946. / IIustración: Daniela Vargas

Tres ingredientes terminaron de arruinar la sopa. La masacre de las bananeras (1928), la crisis económica de 1929 y la división del Partido Conservador que al no lograr ponerse de acuerdo en la escogencia de un único candidato para las elecciones presidenciales de 1930, acabó presentado dos: Guillermo Valencia y Alfredo Vásquez Cobo.

Durante más de medio siglo, el restaurante llamado Colombia solo fue administrado por cocineros conservadores, hasta que los comensales, cansados del mismo líquido aguado, maloliente y costoso, optaron por elegir a un liberal (Enrique Olaya Herrera) para que administrara el negocio. Así se acabó la hegemonía conservadora y se inició la segunda república liberal, que se extendería hasta 1946. Cuatro presidentes gobernaron en este período: Olaya Herrera, de 1930 a 1934; Alfonso López Pumarejo, de 1934 a 1938, y luego de 1942 a 1945; Eduardo Santos, de 1938 a 1942, y Alberto Lleras Camargo, de 1945 a 1946.

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Esta etapa de la historia de Colombia se caracterizó por la implementación de cambios profundos en la sociedad. Entre ellos, se destacan el reconocimiento del sufragio universal, el derecho de las mujeres a integrarse como trabajadoras en las instituciones públicas, el reconocimiento oficial para que los trabajadores organizaran sindicatos, el impulso a la educación y la creación de políticas públicas serias para el fomento de la cultura, la arqueología y la enología, entre otros.

Los libros de historia presentan los aciertos o desaciertos de los gobernantes de la época como una lista de objetos de mercado a los que se les pone un chulito en frente cuando son ingresados al carrito de compras. Sin embargo, las decisiones de los mandatarios tienen una explicación. Una influencia tan silenciosa como poderosa: la literatura.

El historiador, politólogo y abogado Álvaro Tirado Mejía considera que la influencia de la literatura en el estilo de gobierno de los mandatarios de este período liberal es evidente. Sobre todo, si se compara con las decisiones que tomaron los mandatarios de la hegemonía conservadora. “Los presidentes anteriores eran abogados y la mayoría de ellos, conocedores de la lengua española y la gramática. Estos, principalmente en el caso de Eduardo Santos y Alberto Lleras, además de tener amplios conocimientos literarios, eran pragmáticos (…) López Pumarejo, por ejemplo, tenía lo que ahora llaman ‘escritores en la sombra’, como Alberto Lleras y Eduardo Zalamea; sin embargo, él corregía las alocuciones presidenciales desde el punto de vista de la gramática, pero para él lo fundamental era la economía, y eso se traduce en sus lecturas”.

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En este sentido, David F. Barrera, profesor de historia y literatura, explica que López Pumarejo “estuvo influenciado por lecturas políticas con alto contenido económico y tuvo que haber leído, por ejemplo, el Manifiesto comunista (1848) de Friedrich Engels y Karl Marx”.

Según Barrera, de la influencia que tuvieron en Pumarejo las ideas filosóficas y económicas de Engels y Marx se explica el nombre que se le dio a su primer período de gobierno: La Revolución en Marcha, “que, aunque fracasó, tenía los primeros intentos para que Colombia se acercara al socialismo, que había triunfado en la revolución rusa en 1917”, es decir 17 años antes.

El triunfo de la revolución rusa hizo que la literatura que se hacía en ese país se multiplicara por el mundo. Por eso, sería lógico pensar que en las bibliotecas de la presidencia de los mandatarios de la segunda república liberal descansaran libros de Dostoyevski, Chéjov o Tolstói. “Estos escritores que, desde la desgracia y la pobreza rusa, empiezan a despertar una conciencia de lo social, encendieron la llama para el surgimiento de las políticas públicas que adelantaron los presidentes en cuestión”. Eran momentos convulsos. Cuando Olaya Herrera asumió el poder, apenas habían pasado 12 años del fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se sufrían las consecuencias del Crac del 29 y en Europa, Hitler y Stalin atizaban los leños que se terminaron encendiendo en la Segunda Guerra Mundial.

Según explica Álvaro Tirado Mejía, teniendo en cuenta la época y los alcances literarios, los cuatro expresidentes tuvieron lecturas en común. “Todos fueron tocados por el impacto de la literatura francesa”. De esta forma, se puede inferir que por los anaqueles presidenciales de Olaya Herrera, Eduardo Santos, López Pumarejo y Alberto Lleras desfilaron las letras de, entre otros, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Víctor Hugo, Henri Beyle (Stendhal), Guy de Maupassant y los poetas malditos (Tristan Corbière, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L’Isle-Adam y Paul Verlaine).

“Todos estos expresidentes pertenecieron a una élite intelectual y formaron grupos literarios exclusivos. En esas tertulias se tomaban decisiones de gobierno, porque la política de esa época se hacía así: la gente se reunía a hablar de literatura y de política”, agrega David F. Barrera.

Pese a las generalidades, hay particularidades. Por ejemplo, Enrique Olaya Herrera, según la enciclopedia cultural del Banco de la República, de “niño adelantó estudios primarios en la escuela pública de Guateque, al lado de sus padres. Su madre, quien gustaba de escribir en prosa sencilla y muy castiza, influyó mucho en su estilo intelectual”.

Ya en la adultez, y por cuenta de los estudios que adelantó en la Universidad Libre de Bruselas, Olaya Herrera tuvo un estrecho acercamiento con los literatos ingleses y el parnasianismo, un movimiento literario francés posromántico de la segunda mitad del siglo XIX, que surgió hacia 1850, y fue constituido entre 1866 y 1876 como reacción contra el Romanticismo de Víctor Hugo.

Años antes, según un registro de la Biblioteca del Banco de la República, durante unas vacaciones estudiantiles “fundó en Guateque el periódico El soldado cubano, con el cual hizo un ambiente favorable a la independencia de Cuba y a las ideas libertarias de José Martí”. En las letras del poeta, escritor, periodista y revolucionario cubano, Olaya Herrera encontró otras claves para su proyecto político.

Por el lado de Eduardo Santos, es bien conocido que después de 1908 hizo especializaciones en Literatura y Sociología en la Universidad de París. Allí, cuenta Tirado Mejía, hizo amistad con literatos y sociólogos influyentes de la época, entre ellos, el socialista francés Léon Blum.

“La amistad de Eduardo Santos con la élite intelectual europea fue tan estrecha, que cuando Rojas Pinilla cerró El Tiempo, se realizó un banquete con los intelectuales más importantes de Francia y España. En dicho evento, quien llevó la vocería fue Albert Camus”.

No solo hubo influencias literarias y europeas en la labor política de los expresidentes. Al ser ellos parte de la élite intelectual de la época, también formaron y fundaron grupos literarios. El 6 de junio de 1925 comenzó a circular en Bogotá Los Nuevos, una revista en la que se hablaba de política, arte, literatura y asuntos sociales. Los hermanos Felipe y Alberto Lleras Camargo desempeñaban los cargos de director y secretario de redacción, respectivamente. De este grupo formaron parte, entre otros, los escritores colombianos Rafael Maya, Germán Arciniegas, Eliseo Arango, José Enrique Gaviria, Abel Botero, Jorge Zalamea, León de Greiff, Francisco Umaña Bernal, José Mar y Manuel García Herreros.

Sobre Lleras, finaliza Tirado Mejía, “Gabo decía que, si no se hubiera dedicado a la política, hubiera sido el mejor prosista de la historia de Colombia”.

Por Joseph Casañas / @joseph_casanas

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