El Magazín Cultural

La Ópera de Colombia alcanza su mayoría de edad

Este año Wagner y en otros con Don Carlo de Verdi y Manon de Massenet se logra lo impensable.

Santiago Espinosa
26 de julio de 2013 - 04:41 p. m.
Tannhäuser. /Foto: Óscar Pérez
Tannhäuser. /Foto: Óscar Pérez

Junto a la llegada de Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, ampliamente reconocidos, de los solistas indicados para un papel, hay que destacar el trabajo de quienes hicieron que esta puesta en escena estuviera al nivel de las expectativas, y que en uno y otro caso, Alejandro Chacón en la dirección escénica, Nicolás Boni en el diseño, Adán Martínez en el vestuario y Caetano Vilela en la iluminación, lograron una obra que no sólo conforma un hito para una generación de operáticos, también ha trascendido los públicos habituales para asombrar a una audiencia nueva, que no estaba acostumbrada a los colores de la lírica.

Desde un país algo condenado a las mismas óperas de siempre, que exportaba sus recursos como el que está condenado a una verdad extranjera, ese grupo de trabajo es el mismo que hoy exporta sus producciones a España, Canadá, México, Brasil, Ecuador, Costa Rica, Venezuela, Uruguay y Perú. La producción de Don Carlo que se vio en Bogotá en 2011, fue llevada a Lima en 2012, donde se repuso con un elenco de estrellas internacionales y fue considerada por la crítica local como una de las mejores que se hayan visto en ese país.

Detrás de esta tenacidad está la figura de Gloria Zea, quien a la hora de fundar una compañía de opera propia nunca pensó en pequeño. Es así como en las reuniones de O.L.A. (Ópera Latinoamérica), que reúne a los directores de todas las compañías de ópera latinoamericanas, en un acto de reconocimiento fue nombrada desde su creación como miembro del comité ejecutivo y directora de la región norte, teniendo a cargo las compañías de ópera de Venezuela, Ecuador, Colombia y Centroamérica.

Este Tannhäuser, con el esfuerzo de traer toda la Orquesta Simón Bolívar, convencer al maestro Gustavo Dudamel que dirija su primer Wagner, cubrir los roles principales con afamados cantantes internacionales, cubrir todos los demás roles con cantantes latinoamericanos a petición del propio Dudamel, tuvo una repercusión internacional. Wagnerianos de todo el mundo vinieron hasta Bogotá en un peregrinaje digno de la ópera misma, expresando su admiración porque una ópera de estas dimensiones fuera posible aquí y en estas alturas.

Mención especial merecería El Coro de la Ópera, que bajo la dirección del M° Luis Díaz Herodier ha conseguido un nivel de excelencia capaz de medirse a las obras más difíciles y en todos los idiomas. Antes de las presentaciones de Tannhäuser y de la Novena Sinfonía de Beethoven, dirigida esta última por Diego Matheuz, se cuenta que Dudamel le expresó al equipo de producción: "quiero felicitarlos, este coro es mejor que el de la Scala de Milán".

Lo que hace a las compañías de ópera "grandes" es exactamente eso: su coro, sus talleres de producción y su planta de maestros internos, repetidores y técnicos. Tener los mejores cantantes y los más grandes directores casi siempre se reduce a una cuestión financiera, también admirable en este caso, dado el carácter privado de esta compañía y que es prácticamente inusual en otras latitudes.

El resto fueron las sensaciones reunidas bajo un mismo escenario, televisadas en directo por el canal distrital en otro acto inédito. Situar a Bogotá como epicentro de la música mundial, con la maestría de los grandes teatros del mundo, sí, pero con la aventura y el arrojo de quienes lo logran por primera vez. Tannhäuser tendría que ser el comienzo de una larga tradición de espectáculos memorables, y el público de hoy no esperaría menos.

Por Santiago Espinosa

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