El Magazín Cultural

Patricia Ariza y su lucha por la paz desde el teatro

El ministerio de Cultura les rinde homenaje a tres de los grandes protagonistas de la historia del teatro en Colombia: Santiago García, Patricia Ariza y Carlos José Reyes. Patricia Ariza, una de las fundadoras del Teatro La Candelaria, dramaturga desde la adolescencia, habla del papel de las mujeres en las tablas y en la vida, de los "falsos positivos" y de los desplazados en Colombia.

María Alejandra Ríos Sánchez
02 de julio de 2019 - 11:33 p. m.
Patricia Ariza y el grupo del teatro La Candelaria, en la puesta en escena de la obra Soma Mnemosine, o El cuerpo de la memoria / Cortesía
Patricia Ariza y el grupo del teatro La Candelaria, en la puesta en escena de la obra Soma Mnemosine, o El cuerpo de la memoria / Cortesía

“Hemos tratado de convertir el dolor en fuerza, en resistencia, porque nada saca una persona reduciendo el dolor al llanto. Eso es válido, o sea, a quien no le va a doler que le maten un hijo, pero es un proceso tan interesante. Es ver cómo eso lo convierten en teatro, en poesía, en rebeldía. Es salir del pobrecita y mirar qué puedo hacer para cambiarlo. El trabajo fundamental es hacer todo lo posible para la no repetición”, dice Patricia Ariza, hablando sobre cómo el teatro convierte a las víctimas en heroínas.

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Una puerta de madera pequeña, una casa colonial con muchas historias por contar, carteles por todos lados anunciando festivales y obras de años pasados. Los colores rojo y negro predominaban junto a un eco que zumbaba alrededor. Cinco minutos más tarde un carro rojo parqueó en frente y una mujer con un abrigo gris, jeans y tenis se bajó. Era ella.

- ¿Tú eres la que me está buscando? 

- Sí señora.

- Dame un segundo y ya estoy contigo.

En poco tiempo se sentó en frente y tendió la mano – "Un gusto conocerte. Se comentó acerca de una entrevista con Carlos Satizábal, su compañero de trabajo en la “corpo”, también director de teatro de obras como Antígonas oTribunal de Mujeres.

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Leí algo que publicaron sobre usted en la revista Semana en donde decía que había heredado la fuerza para el trabajo de su madre y el amor por el arte de su padre, eso me llenó de curiosidad por saber cómo y por qué se interesó por el teatro y si hubo personas de por medio

Sí, hubo personas, claro. Digamos que yo tuve la fortuna de estar con los Nadaístas que eran en su mayoría poetas. Eso me ayudó mucho con la sensibilidad, pero también tuve, a muy temprana edad, la oportunidad de conocer a Santiago García que estaba montando una obra en la Universidad Nacional llamada Galileo Galilei. Ese día yo tomé las notas del montaje.  Ahí empecé a fascinarme por el teatro y cuando él se retiró de la universidad por conflictos con las directivas, yo me retiré con él y fundamos lo que es ahora el Teatro La Candelaria.

¿Cómo fue el proceso de creación de La Candelaria con Santiago García? 

 Fue una verdadera aventura, un acto fundacional porque hasta ese momento hubo experimentos de teatros independientes, pero duraban un tiempo y se terminaban. La Candelaria tiene la virtud de ser un proyecto que ha permanecido durante más de medio siglo en una dedicación sistemática al teatro.  Se fundó el teatro y esta Corporación.

¿Cuál fue su primera obra? 

Mi primera obra fue un sketch de solidaridad con Chile, ahí me di cuenta que yo podía dirigir y después empecé a escribir. También hay todo un trabajo afuera, todo lo que se hace con la gente que trabaja con nosotros, no solo los actores sino las víctimas del conflicto colombiano.

Hizo un desfile de modas con el fin de recaudar fondos para el Festival del Teatro de Cámara, ¿cómo fue todo esto? 

No fue un desfile de modas. Lo llamamos así, pero era una performance, que en esa entonces no tenía ese nombre. Lo hicimos con los mejores pintores de este país y con mujeres que no eran modelos. Se hizo como una instalación en los cuerpos de esas personas. Eran vestidos imposibles, no eran vestidos para la moda. Alejandro Obregón o Grau, todos ellos diseñaron vestidos para estas mujeres. Marta Traba desfiló, Santiago también, fue una cosa muy bella, eso fue en el año 1966 y recogimos fondos para el festival y para el teatro La Candelaria.

¿Trabajó con Carlos Satizábal en Expedición por el Éxodo?

 Sí, nosotros trabajamos muchos años con la población víctima del desplazamiento. Expedición por el Éxodo se llamaban todas las actividades que hacíamos. Se hizo un libro, se hicieron varias performances, hicimos una que está en YouTube que se llama Siembra y Canto en la Plaza. Muchas cosas hicimos, también de carácter académico, encuentros, debates sobre el desplazamiento.

¿Usted cómo ve el papel de la mujer en el teatro y estas puestas en escena?

Creo que es determinante. Hago parte del Movimiento Social de Mujeres y de varios movimientos de mujeres artistas y en el trabajo con las víctimas, finalmente las que desarrollan la permanencia en la resistencia son las mujeres. Las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, las madres de Soacha, las madres de La Candelaria, ellas tienen la paciencia y la terquedad de permanecer años esperando una reparación. Los hombres también han estado en la solidaridad, pero no de la misma manera, entonces es fundamental el papel de las mujeres. Por eso aquí en la corporación hacemos un evento llamado Festival de mujeres en escena por la paz. Ahí han participado el grupo de las Antígonas y no solo ellas sino muchos otros, también con las víctimas de la masacre de la UP.

¿Y usted cómo vivió esto de los falsos positivos? – Ariza respiró profundo y dijo "Pues por un lado las madres fueron las que empezaron a desovillar el enjambre del horror de los falsos positivos, porque ellos cometieron el 'error' de llevarse un montón de muchachos de Soacha. Además, nunca se sabrá cuantos fueron porque se llevaban muchachos de la calle que no tenían trabajo y que no tenían familia. Las madres se reunieron para ir a Santander y se dieron cuenta de que no era un solo caso y que fue algo sistémico para mostrar éxitos falsos en la guerra. El termino de falsos positivos es un eufemismo porque en realidad son crímenes de lesa humanidad, crímenes de Estado.

¿Qué otras obras están trabajando? 

 Memoria es sobre todo lo que les toca a las mujeres desplazadas, puedes ver un vídeo que hay en YouTube que se llama “Huellas, mi cuerpo es mi casa”. 

Nosotros aquí hacemos énfasis en las víctimas, pero especialmente en las mujeres víctimas del conflicto colombiano, mezclando las actrices con las víctimas. En noviembre vamos a hacer una performance con treinta mujeres que se inscribieron a un curso, junto con actrices y cantantes.

Hablando de nuevo acerca de Antígonas, tocando el tema de las ONG que hacen beneficencia y recaudan fondos para las víctimas, comentó: "Siempre lo hacen desde una mirada caritativa, nosotros no hacemos eso, a nosotros nos interesa tratar estas personas como compañeras, como sujetos mas no como objetos".

En medio de su respuesta llama su hija Catalina, ella contesta el teléfono, con un tono serio le pregunta cómo sigue y cómo está su nieto Simón. "¿Cuándo nos vemos?... Yo me voy el domingo para México con Carlos a presentar Soman, en Ciudad de México y en ciudad Juárez…Me avisa y si quiere nos vemos esta tarde…Bueno, okay, bueno pues, chao".

Para usted ¿el teatro es herramienta de paz?

Pensamos que el conflicto en Colombia es solo económico y social, pero también hay un conflicto cultural. Aquí la educación de la gente se ve reflejada en que haya ganado el no en el plebiscito. Son cosas muy difíciles de asimilar pero es la realidad en la que vivimos. Los ocho años de uribismo hicieron mucho daño en el imaginario de la gente y los medios de comunicación también han hecho mucho daño, pero el teatro y la cultura pueden ayudar a transformar ese imaginario de guerra hacia un imaginario de paz.

El teatro-continua- ha sido excluido de las políticas públicas culturales porque las personas que hacemos teatro tenemos una mentalidad crítica y ellos no se sienten bien apoyando el teatro, pero yo estoy segura de que el teatro puede cambiar el mundo.

Pero el teatro no puede solo, necesita escenarios, necesita público; es todo un sistema. Se han hecho cosas grandísimas en Colombia, nosotros acá en la corporación tenemos mucho trabajo, el Festival de Mujeres en Escena es un trabajo gigantesco y viene mucho público. A ellas les ha servido muchísimo el teatro para ser más seguras y a nosotros nos han servido ellas, nos han dado muchas lecciones de vida.

¿En este momento está escribiendo alguna obra?

Sí, siempre estoy escribiendo obras y montando cosas. Ahora estamos en una escuela nacional de mujeres, una escuela política, de género y de arte. Con ellas trabajamos los sábados un performance que vamos a presentar en noviembre sobre la violencia de género y va a ser un homenaje a las lideresas asesinadas.

Ariza también agregó que "Hoy en día el pragmatismo neoliberal ha devorado a los jóvenes, no a todos, pero muchos se tienen como proyecto de vida a ellos mismos. Esto no es malo, pero eso hace el mundo demasiado pequeño. Pueden ser un grandes profesionales y también pensar en la humanidad, pensar en su país y pensar que a los jóvenes les toca transformar esta realidad del conflicto que nos tocó vivir a nosotros. Uno sale a las manifestaciones y solo ve jovencitos, es muy esperanzador". 

La directora se despidió con un abrazo y se retiró a seguir con su trabajo. La puerta pequeña parecía observar un cartel de Antígonas que adornaba la pared igual que las mujeres adornan los escenarios y se convierten en heroínas.

 

 

Por María Alejandra Ríos Sánchez

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