El Magazín Cultural

Paula Becker: una pintora sin molde

El 25 de mayo llegó a Colombia la película alemana “Paula”, dirigida por Christian Schwochow, estrenada en el Festival de Locarno, Suiza.

Yorley Ruiz M.
03 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
“Paula” es protagonizada por la actriz suiza Carla Juri.  / Cortesía
“Paula” es protagonizada por la actriz suiza Carla Juri. / Cortesía
Foto: PANDORA Film Produktion/Martin V - Martin Valentin Menke

“Las mujeres no pueden hacerse pintoras”

Esta es una de las frases que introduce el filme. Un padre cuestiona la soltería de su hija de 24 años. Ella claramente quiere ser pintora, una aspiración “prohibida” e impensable para su época, un lugar que estaba reservado para los hombres. Por ello, él le sugiere más bien que se case o se convierta en maestra, pero ¿pintora? ¡No!

Según un artículo de Marisa Vadillo, llamado “La deconstrucción del cuerpo femenino: el ‘no lugar’ en el arte”, publicado por la Universidad de Sevilla en 2009, el cuerpo femenino nunca ha tenido, dentro de la historia del arte, un lugar autónomo: “La imagen de la mujer fue constantemente tratada como un no lugar, un espacio vacío, sin historia, efímero, mutable y relativo”.

Y ¿habría de ser diferente para Paula? A pesar de que la película recrea un ambiente bucólico de inicios del siglo XX y muestra a la joven recibiendo clase en la comunidad artística de Worpswede, donde entabla amistad con Clara Westhoff y el poeta Rainer Maria Rilke, su maestro la obliga a seguir el canon realista impuesto hasta el momento.

“Esta masiva utilización de la imagen femenina como modelo durante siglos impuso la recreación de lo femenino desde el punto de vista del varón. Esta mirada masculina del autor convertía la imagen de la mujer en un ente impreciso, en un auténtico no lugar: un sujeto vacío y pasivo, un arquetipo múltiple sin identidad ni historia, un símbolo anónimo sobre el que aplicar continuamente símbolos”, explica Vadillo.

“Estoy deseando pintar con libertad”

Carla Juri, la actriz que le da vida a Paula en la película del mismo nombre, logra transmitir una particular ingenuidad y perspicacia de la joven artista que, junto con su amiga Clara Westhoff, se enfrenta a sus atrevidos sueños. Entre ellos, casarse con un hombre artista, visitar París y ser unas grandes y reconocidas artistas.

Ella, Paula Becker, se casa con el paisajista Otto Modersohn, y Westhoff con Rilke, quienes más tarde se irán para París.

Becker estaba cansada de tener que pintar como “otros” querían, quería ser libre en su expresión pictórica y expresar el mundo como lo veía. Esa fue su constante lucha.

A pesar de que la apertura académica del arte fue cediendo a favor de las mujeres, muchas no supieron cómo responder a las opciones que se les abrían con nuevas posibilidades de expresión, por lo que siguieron adoptando la visión masculina:

“Sorprendentemente, muchas asumieron precisamente ese punto de vista masculino y no pudieron dar una respuesta autónoma a la singularidad de la representación de su propia imagen (…). Las creadoras intentaron intervenir sobre este imaginario con mayor o menor independencia de la producción masculina. Un ejemplo muy interesante es la obra de Paula Modersohn-Becker”, según Vadillo.

“Si de verdad me quieres, Otto, déjame vivir”

Al casarse con el pintor Otto Modersohn —papel interpretado por Arbrecht Abraham Schuch—, Paula cree haber encontrado a su alma gemela creativa, pero cinco años después lo abandona, en gran parte porque él nunca quiso acostarse con ella por temor a perderla, pues creía que si quedaba embarazada podría ocurrirle lo mismo que a su anterior esposa, que falleció luego de haber dado a luz a una niña. Por otro lado, su corazón añoraba la capital francesa, que para entonces era el mayor referente artístico de Occidente.

Al llegar a París, la fotografía muestra una paleta de colores fríos que ubica al espectador en un lugar ajeno hasta entonces. Cuando ella llega a París, empieza a vivir una profunda libertad, gracias a la influencia vanguardista que estaba comenzando a florecer allí y a que las academias de arte empezaban a abrir sus puertas a las mujeres.

Su esposo nunca se interesó por su trabajo. Además, era con las pinturas de él que la casa lograba sostenerse: “Paula odia lo convencional, y sin embargo comete el error de hacerlo todo anguloso, horrible, estrafalario, sin gracia. El color es magnífico, pero ‘la forma’, ¡la expresión! Manos como cucharas, narices como pistones, bocas como heridas, expresiones de idiotas. (…) Pero uno no puede darle un consejo, como de costumbre”, cita Alba Ibero al pintor en su artículo “Pintoras expresionistas: cuatro perfiles de mujer”.

Somos tan buenas pintoras como ellos. ¡Mejores!

La película entra en conflicto al mostrar cómo esta moderna mujer, que no sólo se va de casa a perseguir su sueño de pintora, también deja las labores hogareñas, se aventura con otros hombres, se enfrenta a los esquemas pictóricos de su época e impone los propios, y se tropieza con el amor que siente hacia Otto.

En este punto, la figura masculina se presenta reflexiva y la narración se comparte entre el escenario pastoril alemán y el anónimo francés. Él logra reconocer la grandeza creativa de su mujer y la da a conocer a los más cercanos.

Aquí la cinta no sólo muestra a una mujer moderna sino a una pareja que rompe con unos esquemas de convivencia y unos roles muy claros y establecidos para la época.

A pesar de que Paula Becker se despide del mundo después de haber dado a luz a su hija. A los 30 años, dejó alrededor de 750 pinturas y una gran cantidad de dibujos, resultado de sólo 14 años de trabajo.

Tiempo después de su muerte fue reconocida como una de las máximas representantes del expresionismo alemán. Es la única en lograr un museo sólo para la muestra de su obra en Alemania.

Más de un siglo después

El director Christian Schwochow aceptó la propuesta de los guionistas Stefan Kolditz y Stephan Suschke para acercar, más de cien años después, no sólo al público alemán, sino al mundo, a la valiente artista. Es apenas en estos últimos años que la pintora ha logrado gran revuelo a nivel internacional.

La cinta deja sobre la mesa la aún actual discusión sobre el papel de la mujer en el arte y su propio desarrollo visual y la difusión de su trabajo: “En definitiva, creemos que la imagen femenina aún está en un fascinante conflicto, que sigue siendo un campo de batalla para el arte. Quizás, las artistas tengan que esperar a que la sociedad general tenga normalizada la imagen de la mujer ligada a un imaginario inédito (…). Cuando lo femenino esté realmente asociado con nuevos significantes, las artistas podrán vincular sus imágenes femeninas a un lugar propio, sin complejos y sin bagajes ajenos, que haga de la mujer —al fin— la dueña de su propio discurso visual”, expresa por último Marisa Vadillo.

Por Yorley Ruiz M.

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