El Magazín Cultural
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A petición del público

Metallica, la legendaria banda estadounidense, se presentará ante 30.000 espectadores que eligieron el repertorio.

Andrés Páramo Izquierdo
16 de marzo de 2014 - 02:00 a. m.
A petición del público

Teníamos las canciones. Teníamos la actitud. Teníamos el fuego. Estábamos ahí para conquistar el mundo”. Eso. Una serie de ideas arrogantes disparadas al aire, dichas con rapidez, pomposamente sencillas. Las palabras de James Hetfield describen  lo que fue Metallica en sus inicios: una banda a la que no le importaba nada aparte de sus necesidades. Como un adicto. Como ellos: cuatro borrachos que, de un solo borrón alcohólico, olvidaron su primera gira. Una realidad nebulosa llena de hoteles destruidos y mujeres disponibles, de disparos de pistola y peleas en la calle. Cuatro rufianes dueños del thrash metal de San Francisco. Y por ahí derecho, de las almas de una generación entera que pasaba sus canciones a escondidas. Como adictos.

“Había que agarrarse de algún lado mientras ese tren iba muy rápido, sin control, destruyendo todo a su paso”. Que se entienda bien entonces lo que quiso decir el baterista Lars Ulrich: destruyendo todo. Tanto las vidas personales de sus integrantes, perdidas en el marasmo del vodka, como cualquier aspiración que fuera otra a seguir tocando: más rápido, más duro, más fuerte. Más. De repente, las letras de la banda se volvieron resueltamente autobiográficas: “Pruébame y verás / Sólo necesitas más / Estoy dedicado a matarte / Ven arrastrándote más rápido / Obedece a tu maestro / Tu vida se quema más rápido / Obedece a tu maestro”, como en Master of Puppets.

Y así, con esa adicción inconsciente a sí mismos, se fueron de gira. Treinta años seguidos. Porque si algo caracteriza a Metallica es eso de estar tocando siempre: desde unos bares anónimos en Los Ángeles hasta en frente de un millón de personas en la Rusia de 1991. Desde un concierto con la sofisticada Orquesta Sinfónica de San Francisco hasta en la temida Colombia de pescas milagrosas y violencia generalizada de 1999. No importaba en dónde ni frente a quién.  No había reglas. Sólo las que impusiera Metallica.

Fue esa práctica constante de dar un concierto detrás del otro lo que les permitió cicatrizar las heridas de un camino lleno de contrariedades: la muerte temprana de Cliff Burton (uno de los diez mejores bajistas de la historia, de acuerdo con la revista Rolling Stone) en un accidente de tránsito en 1986; la salida esperada de su reemplazo, Jason Newsted, quien se fue 20 años después, dejándolos raquíticos y patéticos, trabajando de la mano con un terapeuta; el accidente de pirotecnia que quemó la mitad del cuerpo a un James Hetfield que, igual, siguió de gira, inflando el vicio: sin guitarra, vendado, desnaturalizado; el lío en el que se metieron por oponerse tercamente al innovador Napster. Todo, en fin.

Para conjurar sus crisis sólo necesitan un escenario. Ahí pertenecen. Esa es la forma en la que curan su síndrome de abstinencia y sus males. Como los adictos. Parados frente a sus súbditos (que en Colombia son bastantes) saben desenvolverse bien. Saben tocar una música punzante y agresiva, sólida, sin arandelas. Saben compenetrarse con el público: le ordenan que cante, que grite, que los acompañe durante todo el espectáculo. Que den lo mismo que ellos. La fuerza. Metallica.

—Un momento —dijo James Hetfield, una de las miles de veces que ha interpretado Creeping Death—. Algunos de ustedes saben qué está pasando aquí, ¿no? Algunos de ustedes no. Voy a explicar esa mierda ya mismo: en esta canción nos gusta que todo el mundo se junte y grite una palabra muy duro. ¿Quieren cantar, no? ¿Ya están cansados? Bueno, hijueputa, nosotros no hemos acabado todavía.

Esta vez vuelven al camino de las giras a pedido de la gente: 17 temas elegidos por los fanáticos. Un listado de himnos en el que pusieron sus votos y su fe. Hoy, entonces, las luces caerán. Entonces el silencio llenará el aire por unos 30 segundos. Entonces sonará a lo lejos The Ecstasy of Gold, anunciando que la bestia viene. Que ha sido liberada. Y entonces, finalmente, James, Lars, Kirk Hammet y Robert Trujillo aparecerán delante de todos y les mostrarán cómo y por qué es que siguen dominando el mundo.

Hoy, domingo 16 de marzo a partir de las 4:00 p.m. Parque Simón Bolívar en Bogotá. Informes y boletería: 593 6300 y www.tuboleta.com.

El menú para los metaleros

‘Master of Puppets’. ‘Master of Puppets’.

‘One’. ‘...And Justice For All’.

‘Enter Sandman’. ‘Black Album’.

‘Fade to Black’. ‘Ride the Lightning’.

‘Seek and Destroy’. ‘Kill 'Em All’.

‘Nothing Else Matters’. ‘Black Album’.

‘The Unforgiven’. ‘Black Album’.

‘Battery’. ‘Master of Puppets’.

‘For Whom the Bell Tolls’. ‘Ride the Lightning’.

‘Sad But True’. ‘Black Album’.

‘Blackened’. ‘...And Justice For All’.

‘Creeping Death’. ‘Ride the Lightning’.

‘...And Justice for All’. ‘...And Justice for All’.

‘Orion’. ‘Master of Puppets’.

‘Fuel’. ‘ReLoad’.

‘Welcome Home (Sanitarium)’. ‘Master of Puppets’.

‘Ride the Lightning’. ‘Ride the Lightning’.

Por Andrés Páramo Izquierdo

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