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Pieza musical (Cuentos de El Magazín)

Querido lector, lo invito a que este texto lo lea acompañado de la canción In this shirt – The irrepressibles. Juegue con la música. Si lo prefiere, léalo sin ella y luego permítase acompañar.

María Fernanda Rodríguez
17 de agosto de 2020 - 04:27 p. m.
"El humo del cigarrillo reñía con el de la hierba en lo que parecía risas. Recordó la vez que había tenido que recogerla en casa destrozada, desecha y casi mutilada de alma".
"El humo del cigarrillo reñía con el de la hierba en lo que parecía risas. Recordó la vez que había tenido que recogerla en casa destrozada, desecha y casi mutilada de alma".
Foto: Ilustración: Nátaly Londoño Laura

Ella estaba así, sentada con las piernas entreabiertas mientras el humo del cigarro parecía desaparecer en la esquina del cuarto. El pecho se le inflaba en ese cuerpo minúsculo que habitaba, y podía escucharse un leve resoplido por los lados de su tráquea cuando intentaba volver a tomar aire. "Qué finito es vivir, ¿no?", le preguntó a Joaquín mientras miraba cómo un círculo de humo se suspendía en el aire.

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–Filosofía barata, Maya. –Terminó de enrollar el porro y lo prendió. Tosió.

–Barata la mierda que te metes a diario. –Soltó ella una carcajada mientras miraba su mano derecha y la sorprendía in fraganti: amarilla, cubierta de nicotina y olor a viejo. –Tal vez la que se envenena soy yo.

Joaquín volvió a toser tras el comentario, y se rio.

–Cómo te gusta, ¿no? Pensar lo finito de la vida y cómo caminar sobre el borde de ella. –Botó las cenizas que quedaban y trató de tomar impulso– No has pensado en abrirte otra vez, ¿cierto? –Bajó la mirada. La sospecha del impacto siempre acorralaba a Joaquín.

El humo se condensó en una sola esquina. El pelo rubio de Maya pareció perderse entre los grises de nicotina, como una silueta mal puesta en el aire. Su cuerpo se levantó de la silla y empezó a caminar hacia el equipo de sonido. Tomó un CD que tenía elegido de una selección melómana, y sonrió un poquito. Fumó otro poco y se llevó la punta de su dedo gordo a los dientes para morderlos suavecito. Miró de reojo a Joaquín y movió sus hombros al ritmo del silencio mientras le daba *play* a la canción.

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I am lost in a rainbow

Now our rainbow is gone

Overcast by your shadow

As our worlds move on

Joaquín se sobresaltó y, con un gran esfuerzo, puso su espalda recta imaginándose un espaldar en el butaco. Miró de reojo su brazo y lo descubrió empapado en sudor, todo empinado entre texturas.

In this shirt I can be you

To be near you for a while

In this shirt I can be you

To be near you for a while

La hierba le supo a quemada y podía vislumbrar, desde ese lado de la habitación que ahora parecía abismalmente lejana, la silueta de Maya buscando meterse entre las letras de la canción. Ella cerraba sus ojos mientras sus delgadas manos buscaban tocar un cuerpo que no parecía pertenecerle. Su piel gritaba que no le pertenecía.

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There's a crane knocking down

All these things that we were

I awake in the night to

Hear the engines pout

“Venga, Jota. Baile aquí”. Él no se levantó. El humo del cigarrillo reñía con el de la hierba en lo que parecía risas. Recordó la vez que había tenido que recogerla en casa destrozada, desecha y casi mutilada de alma. Recordó las sirenas sonando en la calle mientras él temblaba y le repetía al policía que él no le había hecho nada, que ella lo había llamado y que –sintiendo una culpa atravesada en su estómago– incluso había pensado en no pasar a verla. Recordó los ojos en blanco de Maya, su cuerpo temblando en el suelo mientras su lengua buscaba ahogarla y sus extremidades luchaban entre sí para lograr evitar la muerte. Recordó cuando la había amado.

There's a pain it does ripple

Through my frame makes me lame

There's a thorn in my side

It's the shape it's the prize

Miró sus manos y pudo reconocer sus uñas amarillas y opacas. Volvió a cerrar los ojos mientras, en voz alta, cantaba la letra de la canción. Vio a Joaquín inmaculado, callado, quieto, con lágrimas derramarse de sus ojos. Ella sonrió en silencio. Sabía lo que estaba recordando porque tal vez ella era dueña de ese recuerdo. El cigarrillo se había suspendido en el tiempo. Aspiró otro poco de él y su cuerpo no se deshizo.

Of you and me ever changing

Moving on now moving fast

And this touch must be wanting

Must become free to act

Dio una vuelta intrépida. Se imaginó en un cuarto enorme, lleno de luz con un espejo mirándola, juzgándola y advirtiéndole que si detenía el baile tendría que volver a empezar. Dio otra vuelta, esta vez coqueteándole al reflejo que veía. Se esbozó una sonrisa a sí misma. Movió los hombros y agitó las caderas. Se detuvo en seco cuando vio su cuerpo duplicado, tirado en el suelo como basura, temblando, gritando y suplicándole a sus manos que tuvieran el control que ella no tenía. Recordó su tráquea cerrada, su garganta ardiendo y sus ojos sin luz escupiendo agua. Quién la hubiese visto habría pensado que lloraba de miedo, pero en realidad estaba extasiada de haber perdido el control que le rogaba a sus extremidades.

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But I mean jape to tell you

That I love you and never rash

And I bled everyday now

For a year for a year

Escuchó un crujido mientras su cuerpo estaba de pie viéndose a través del reflejo. Se percató de que había sido el espejo. Sus manos empezaron a temblar tan fuerte que, sin previo aviso, decidió dar una vuelta más para coquetearle al pasado. Su rostro se llenó de lágrimas y empezó a bailar para romper el espejo y sus recuerdos.

I did send you a note

On the wind for to read

Our names there together

Must've fallen like the sea

Joaquín se levantó de la silla temblando. El porro había quedado prendido en el suelo. Sus ojos parecían dos cristales puestos de frente al sol. Se acercó a aquel cuerpo tembloroso, cubierto de miedo y revoloteando en el suelo. Encontró que los ojos de Maya estaban en blanco repletos de lágrimas, con hilos amarillos buscando encontrarse con sus orejas. Una línea de saliva densa salía de su boca... una boca que imitaba una sonrisa mientras sonidos guturales buscaban ir al ritmo de la canción. Joaquín se descubrió sin voz, sin cuerpo, sin el suelo de la habitación.

To depths of the soil

Buried deep in the ground

On the wind I can hear you

Call my name held the sound

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El espejo terminó de quebrarse y una silueta perdida bailaba en una habitación que había empezado a opacarse de colores. El cuerpo en el suelo había empezado a tomar un color tierra mientras se ahogaba, gruñía, regurgitaba y bailaba. Era un baile improvisado, demente, de pares bailando sin tocarse... La silueta bailarina estaba poseída por los violines y soltaba carcajadas que se convertían en el *tempo* de la pieza musical.

I am lost

I am lost in a rainbow

No a rainbow is gone

I am lost in a rainbow

No a rainbow is gone

Las sirenas volvieron. La música se había mezclado con ellas. El equipo de sonido seguía reproduciéndose y podía verse un cuerpo abandonado temblar mientras sonreía sosteniendo un cigarrillo detenido en el espacio, humeando una pequeña bailarina que daba vueltas en espirales deformes. El pitido del teléfono botado en el suelo acompañaba los sonidos retumbantes de la habitación. La puerta entreabierta dejaba ver asomado un porro olvidado en el suelo cerca de una caja vacía de opioides.

I am lost, I am lost

I am lost, I am lost

I am lost

–Qué finita es la vida, ¿no?

–Filosofía barata, Maya.

La puerta se abrió. El humo del cigarro parecía haber desaparecido en todo el centro del cuarto.

In this shirt – The irrepressibles

Por María Fernanda Rodríguez

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