las enfermedades de los amados
su insuperable grosería de morirse
y dejar el rastro de su cascarón que ya no habla
sus libros, ropa vieja,
deudas y papeles,
las historias que prometieron contarnos
y olvidaron u omitieron hacerlo.
Hace falta la loza sucia,
llorar de cansancio después del trabajo,
preguntarse a dónde van los pasos,
a qué hora, carajo, quedó el arroz así de quemado,
las gripas, las ampollas,
las resacas.
Hacen falta nuestros muertos,
los ojos vacíos,
la sangre oxidada entre vidrios rotos.
Hacen falta los glaciares idos
los bosques quemados.
Hace falta el hombro hecho pozo de lágrimas,
el suspiro aliviado,
las cenas con amigos,
las miradas compasivas,
bailar hasta perder la forma de los pies,
contagiar la risa nerviosa
dar el abrazo justo que consuela y descarga
hacer el café en las mañanas
ver la luz escurrirse y sonreír con calma
para entender la briosa y testadura resistencia
que hay en abrir los brazos y decirte:
feliz año nuevo.