“Porque te quiero”

María Acosta

Sin embargo, yo le pregunté que cómo sería el mundo para quienes no habíamos nacido llorando, que qué clase de seres seríamos o en qué realidad estaríamos, a lo que me contestó que yo no tenía alma.

Puede ser que nos encante generalizar o nos aburra profundizar en las historias de cada quién, de un ahora y un por qué. Para eso existe el chismorreo, para enterarnos de quiénes somos, con un té, una cerveza, un vino, una comida o un pastel, algo que nos haga tragar saliva, aún estando secos de palabrearías, pero no importa, queremos hablar, del tal o tal tema, desahogarnos, conocernos, confiar en nuestras palabras y de que lo que se está diciendo lo entenderán, pero, no es así. Nos conocen por la letras, las fotografías que hacemos, los silencios que vacilan con miradas ajenas, las historias no contadas, el mundo adentro y no expuesto, el universo en el que crecemos día a día. Nos conocen si nos damos la posibilidad de conocernos.

Pero, como les venía diciendo, no lloré al nacer y obviamente tuve mis dificultades, estuve en terapias y desarrollé “defectos”, según decían los médicos, que no mejoraría en absoluto. Mi madre y mi familia. oraron por mi, y de allí el nombre de “María”, me adicionaron religiones, me bautizaron sin mi autorización y cultivaron creencias en mi. Así mismo, con mis pensamientos recónditos, encontré a mis amigos, y a esos seres que vuelan con sus alas y que dicen quererme. Me quieren, y aseguran que me quieren, aún no estando en mis situaciones de mala racha. Los entiendo, no suelo lamentarme en público, prefiero que me cuenten de ellos. De mi, ya me tengo, en mi apartoestudio, en la bicicleta, en la ducha, en el caminar, en los libros, ya me he contado mis historias, prefiero entonces escucharlos a ustedes.

No nací llorando, pero sí me reconozco llorando, creo que es mi modo de desahogo, literalmente me dan calambres en el alma (si es que tengo). Estoy considerando que ese llanto que me faltó al nacer sea mi karma, llorar siempre, llorar la realidad, llorarlo todo, pero llorarlo bien, donde los instantes se juntan unos con otros intensamente, y donde mis pensamientos cobran sentido sin plan geométrico, ni intensión, ni lógica, pero ellos insisten en que no me desvíe, que me quieren, que aterrice porque me quieren, que me quieren aquí en la tierra. Yo, ante la posibilidad que tengo de sumergirme en estas palabras, me pregunto: “¿Me quieren de qué manera?” “¿Cómo me quieren ver?” “¿Qué es lo correcto para que me quieran y no me dejen de querer?” No me quieran mal, está lloviendo y tengo miedo del maldito día anatema.

Es increíble, quizás, que me sepan a partir de otros, pero estas palabras y este texto, es lo que es, este instante (¿lo sienten?), es el querer ser, el es, esos ex futuros que aún no son futuros, pero que ya lo serán en un par de segundos, y en lo cual seguiré siendo perseverante, no porque me quieran, sino porque me quiero, me quiero viva, en silencio, decayendo, y levantándome, apagándome y encendiéndome, no geométrica, flexible.

Nadie me ha enseñado a querer. Pero yo ya quiero.

Nací sin llorar, pero quiero llorarlo todo.

Es verdad, hay varias posibilidades de querer, y muchas preguntas sobre el querer, ¿por qué querer?,  ¿por qué me quieres? Solo, escúchame, y vamos a ver cómo nos ponemos en marcha para dejar ese ludibrio con tanta gente hablando a nuestro alrededor, concentrémonos en lo de acá, en un día a la vez, en ser con la humanidad, ser y hacer, querer serlo por mi esencia y el otro, eso, me llena de sobremanera, que lloren sin nacen, pero que nazcan con causa. No nacimos sin causa.

¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire?

¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire, el llanto, el ser?

Lo estoy intentando.