Somos un país donde los reivindicadores de derechos son ignorados al unísono, mientras sus muertes arrecian con disonancia. Así como se debe identificar y sancionar a los victimarios; también debemos ser conscientes, de que sin la indiferencia de muchos ciudadanos, como usted y como yo, este oscuro flagelo jamás habría alcanzado la magnitud que ahora tiene. Paradójicamente y lo que hace todo más doloroso aún, es reconocer que detrás de cada muerte de un líder social, se esconde una expresión generalizada de indiferencia con el solidario; de descuido con el diligente, de mezquindad con el generoso y de insensibilidad con el compasivo. Al igual que el eco, las denuncias de intimidaciones parecieran ondas que regresan a su emisor; pero esta vez, no en forma de fenómeno acústico. Es horrible reconocer que en la mayoría de las situaciones, sólo los escuchamos cuando ya los han callado para siempre.
El más reciente informe anual del Índice Global de Paz, corrobora que ocupamos uno de los primeros lugares a la hora de silenciar las voces que en otros países serían las más amplificadas. En las naciones socialmente sensibles, quienes luchan por el cumplimiento de los objetivos comunes y derechos de una colectividad, son atendidos, respetados y muchas veces aplaudidos. Mientras que en Colombia, si en algunos casos se abandonan comunidades enteras, qué pueden esperar quienes son la imagen más representativa de las mismas. Seguramente, no la expresión de aprobación mediante palmadas para crear ruido, en donde el aplauso más escandaloso y prolongado demuestra el mayor beneplácito. La mayoría de líderes están expuestos a un ruido diferente, al cual le tienen pánico; generado por una expresión de clamor a través del llanto, como el del hijo de Maria del Pilar Hurtado, en donde el lamento más desgarrador es reflejo del mayor desconsuelo.
Los “Alabaos”, cantos fúnebres de las regiones más abandonadas y agraviadas del Pacífico Colombiano son una melodía de dolor y esperanza, porque es imposible despojar a los más vulnerables de esta última. Como le dijo Pandora a Prometeo y Epimeteo, que lo único a lo que podían recurrir siempre era a la esperanza, pues era lo único que quedaba en la caja y por lo tanto, lo último que se podía perder. Nunca perderán la esperanza de ser escuchados.