El Magazín Cultural

Raizales y pañamanes en las artes visuales de San Andrés y Providencia

Recorrido por la tradición artística de San Andrés y Providencia.

Eduardo Márceles Daconte
03 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
Sin título,Kat. Acrílico sobre tela. 97 x 78 cm.
Sin título,Kat. Acrílico sobre tela. 97 x 78 cm.

En las islas de San Andrés y Providencia se practican, con mayor o menor intensidad, todas las disciplinas artísticas; sin embargo, la pintura al óleo o acrílico, sustentada con un dibujo realista, es casi hegemónica, en tanto que la escultura, salvo en dos o tres artistas, es escasa por sus altos costos, necesidad de espacios apropiados y acceso a materiales. Las diferentes modalidades del grabado tampoco han encontrado acogida entre sus artistas. En 1990, el grabador italocolombiano Umberto Giangrandi dio un taller de técnicas gráficas en el que participaron artistas que imprimieron serigrafías y xilografías, pero no hay evidencia en la actualidad de que esas técnicas hayan sobrevivido; entre otras razones, por la fragilidad del papel en aquel ambiente tórrido, húmedo y salitroso, propenso a ocasionar hongos y decoloración de las obras.

La fotografía se ha instalado más como una profesión comercial que documenta rituales y ceremonias sociales, aunque algunos fotógrafos se han esmerado por dejar un registro de su patrimonio material e inmaterial, en especial su arquitectura caribeña a punto de desaparecer por la ausencia de una efectiva política de salvaguarda. El precursor de la fotografía en la isla es Philip Phillips, oriundo de Jamaica y radicado en San Andrés desde comienzos del siglo XX hasta 1953, antes de que la isla fuera declarada puerto libre. Dejó en imágenes el paisaje urbano de una época tranquila y sedentaria, con sus casas emblemáticas de madera e incluso su autorretrato como personaje refinado y elegante.

Noel Ramírez es reconocido como el pionero de la fotografía contemporánea. Radicado en San Andrés desde 1968, cuando llegó como turista; no obstante, cautivado por su belleza natural, decidió fijar su residencia como profesional de esta disciplina. Ha sido testigo de excepción de su historia durante más de medio siglo, experimentando en el proceso su transformación de una somnolienta isla al emporio turístico y comercial que ostenta en el momento actual. En sus imágenes han quedado registrados los sucesos más significativos de la vida social, política y cultural de las islas, sus vistas urbanas y rurales, así como el valioso testimonio documental del trasegar diario, un tesoro visual que sería necesario preservar para futuras generaciones.

Los fotógrafos Olmedo Cardozo y Gabriela Domínguez captan con, sensibilidad artística, la dinámica vitalidad del paisaje diurno y nocturno de Providencia, su exótica flora y fauna terrestre y marina, así como episodios de su vida cotidiana mientras programan actividades en su sede The Light House (El Faro), una corporación sin ánimo de lucro dedicada al desarrollo de las artes, la comunicación y la cultura en las islas de Providencia y Santa Catalina. De igual modo, es importante destacar la impactante fotografía submarina que ha desarrollado Jorge Sánchez (Jorge Dosocéanos), en la cual es fácil advertir la sin igual majestuosidad de ese mundo colorido y silencioso.

El conceptualismo ha encontrado en Ernesto Vélez Lynton a un artista de ideas provocativas, que utiliza para sus obras materiales reciclables, como conchas de coco, botellas de plástico o raíces flotantes en el mar. Además de sus pinturas más convencionales de carácter semiabstracto y pequeñas esculturas, son famosas sus instalaciones efímeras y ambientales como S.O.S. Flora y Fauna (1997) para la cual utilizó toneladas de conchas de coco sobre una playa con el fin de configurar una gigantesca tortuga de 20 m de largo por 2,15 m de alto y 18 m de ancho, que clamaba por la preservación de esta especie marina en vía de extinción por su pesca indiscriminada. Aludía también a una materia prima que, como la copra, fue durante largo tiempo un importante factor económico para los isleños, hoy abandonada y casi extinta.

En su obra Mar florecido (2000), construyó estrellas de mar flotantes en la bahía, con miles de botellas plásticas, pintura fosforescente, una estructura metálica y una malla para llamar la atención sobre el creciente volumen de desechos inorgánicos que terminan contaminando el mar. Su propuesta más reciente es Huellas de paz, una instalación constructivista que recicla miles de chancletas desechadas, unidas con zunchos plásticos y flexibles, para crear las huellas de pies que caminan sobre el mar o la tierra con dimensiones gigantescas: 30 m de largo por 5 m de ancho. Su proyecto es una contribución a transitar el camino que conduzca a una paz justa y duradera en nuestro país.

Las esculturas en espacio público de carácter popular, que recrean con humor los personajes y costumbres isleñas, son el reino de Mario Hoyos, quien las ubica en lugares estratégicos, como paraderos de buses o en bancas urbanas para el descanso de fatigados transeúntes. Se autodenomina “ingeniero artístico” por esas obras hechas de concreto armado que implican, además del trabajo artesanal, la tecnología específica de la ingeniería civil. 

En Providencia, la artista Luz Carmiña Cruz, con la asistencia de Doris Londoño, ha creado un parque temático en el barrio San Felipe, con monumentales animales típicos del archipiélago, como son la iguana, el cangrejo y los cardúmenes de peces de colores. Si bien la técnica de configurar esas imágenes de concreto armado es similar a la de Mario Hoyos, difiere en cuanto las recubre con mosaicos que les imprimen un amplio espectro de coloridos matices. En ese conjunto de figuras escultóricas, incluye también personajes de la historia, como un grumete de veleros filibusteros o la mujer del pirata, para contextualizar los vestigios de un galeón colonial.

La pintura en San Andrés tiene una larga trayectoria, que se remonta a una de las artistas insignes más reconocida y querida en la isla. Se trata de Miss Iris Abrahams (1900-1999), quien comenzó la tradición que hoy practican, salvo contadas excepciones, la mayoría de sus pintores. Por ser un archipiélago en medio del mar Caribe con numerosos cayos, playas, vegetación exuberante y parajes pintorescos, los artistas han enfocado el tema marinero como recurso que les garantiza su comercialización entre los numerosos turistas que invaden durante todo el año sus posadas nativas y hoteles de lujo.

Entre los artistas que han mantenido esta tradición se encuentra Enrique Calle, el legendario y prolífico Kat, quien dejó a su paso por San Andrés y Bogotá una inmensa cantidad de pinturas impresionistas con el tema del mar y su cayo más conocido: Johnny Cay. También se ubican en esta tendencia marinera artistas como Lucy Chow, quien tiene el mérito de pintar con la boca por su condición de parapléjica y sin manos; Crécida Archbold; Jonathan Howard; Marta de La Cruz; Olga Abrahams e Indira Howard. Caso aparte es el joven pintor Luis Howard, miembro de esta familia de artistas en Providencia, por su destreza y talento para representar, de manera hiperrealista con sus infinitos matices y transparencias en óleo y acrílico, el mar, los caballos y los personajes de la isla.

Con una temática que enfoca más las costumbres, el paisaje rural y urbano, su flora y fauna submarina, sin olvidar la presencia del mar y sus alrededores, encontramos la pintura de José Vicente Zabala, Antonio Lung, Orston Christopher, Umberto Talero, Rafael Barrios y el fotógrafo Jorge Sánchez. Con variantes que incluyen el retrato de personas, animales y episodios domésticos e históricos de la isla, se ubican artistas como Carlei Jackson, Gustavo Restrepo, Roberto Luna o Hernando Isaza. La exuberante naturaleza de las islas se manifiesta de manera espléndida en los jardines y flores tropicales de Eligio Corpus Suárez, un muralista y pintor preciosista que enfatiza el más mínimo detalle para lograr la perfección y elegancia de sus representaciones florales.

Una artista brasileña que ha contribuido de manera fundamental al desarrollo artístico desde que se radicó en San Andrés, en 1979, es Aurea Oliveira Santos. Sus murales de mosaicos esmaltados cuentan la trayectoria vital del archipiélago. Es así que su mural titulado De Naguasá a North End (2014), en el vestíbulo del hotel Decameron Isleño, es una monumental obra narrativa de 30 metros cuadrados que resume la historia, la geografía, las costumbres, la arquitectura, la vegetación, su fauna, el mar y sus navíos, hasta los cayucos de pescadores del siglo XX. Venía con la experiencia de haber concebido y hecho, en 1994, sobre la fachada del aeropuerto de San Andrés, dos murales de 500 módulos con cerámica esmaltada de 30x30 cm cada uno, tallados en bajo y alto relieve, con un total de 45 m de largo por 15 m de alto. Son los murales titulados Old Beautiful San Andrés Day and Night, inspirados en el himno del archipiélago. También se han distinguido en la pintura de murales urbanos de fondos marinos y escenas terrestres, los artistas Antonio Lung y el arquitecto-pintor Elario Faiquare.

Una modalidad que destaca las características e idiosincrasia de la etnia afrocaribeña la encontramos en la pintura de Manuel Páez Jiménez (más conocido como Bocese) y en la de Jota Villarreal. Bocese pinta sobre madera de viejas ventanas, que recupera de demoliciones, las fisonomías de sus amigos o de personas anónimas que representan la variedad de tipos étnicos; en tanto que Villarreal los pinta sobre madera de ventanas hechas ex profeso para que sirvan de soporte a esos personajes típicos de la isla. También incursiona en retratos de grandes formatos, que destacan la personalidad de niños y mujeres del archipiélago.

Después de participar en las excentricidades del nadaísmo en el continente, Samuel Ceballos y Fanny Salazar se radicaron en San Andrés, en 1968, donde desarrollaron de manera activa un trabajo artístico en la pintura y la cerámica. Mientras Ceballos manifestó en sus pinturas un genuino interés por la abstracción colorística, a veces dotada de cierto caos deliberado; Salazar osciló, de acuerdo con su estado de ánimo, entre una pintura figurativa de símbolos orgánicos y la tendencia abstraccionista de luminosos colores. El primitivismo encontró su nicho en las elementales figuras pintadas o moldeadas en cemento de Anselmo Stephens, como también en las pinturas de follajes, casas y elementos sinuosos del legendario Carson Hodgson. 

Por el archipiélago han pasado numerosos artistas que, ya sea por un breve período o tiempo indefinido, se han nutrido de los hermosos parajes naturales para dejar su huella personal plasmada especialmente en pintura. En la década de 1990, la Sala Múltiple del Banco de la República convocó a un grupo de artistas activos en las islas para el salón Artistas de San Andrés, en el que participaron pintores que han desaparecido del radar artístico. Al indagar sobre su paradero, se conoce que algunos emigraron sin dejar rastro, se mudaron al continente o viven en algunas de las islas vecinas sin conocerse el sitio de su residencia. Nombres en catálogos de la época como Arcadio González (escultor de la Barracuda de bronce en el malecón), Gabriel Olivella, Eduardo Bautista, Mary de Barreto, Bernardo Hurtado, Iván Rodríguez Archbold o también Liliana de Mazzoldi, Claudio Beltrán Quesada, Francisco Merino, Soraya Correa, Cremlin McNish o Agustín Ortega no dejaron obras en lugares accesibles para ser reseñadas en esta investigación de la plástica sanandresana.

Por Eduardo Márceles Daconte

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