El Magazín Cultural

Ramón Illán Bacca, el juglar antiheróico

Es frecuente verlo caminar por las calles de Barranquilla siempre sonriendo y fraguando una nueva broma. En esta ciudad en la que el mar y el salitre siempre han tejido secretas complicidades con la literatura, conversar con Ramón Illán Bacca es asistir a un gozoso y febril rito de juglar caribeño.

Marcos Fabián Herrera
12 de octubre de 2018 - 09:30 p. m.
El escritor barranquillero Ramón Illán Bacca, premio Vida y obra otorgado por el distrito de Barranquilla. / Cortesía
El escritor barranquillero Ramón Illán Bacca, premio Vida y obra otorgado por el distrito de Barranquilla. / Cortesía

Al final de la proyección de un documental sobre la vida de este joven longevo de 80 años, dotado de tantos bríos y entusiasmos como los que suelen abundar en el esplendor de la juventud, he visto el mohín de aceptación a este diálogo.  

Se asoma en sus historias un haz de desparpajo e hilaridad. ¿ Le sobra solemnidad y escasea en humor la literatura colombiana?

Veo algunas listas  canónicas de  novelas nuestras  y me doy cuenta de que he leído de  ellas un número que no me permitiría hacer ese tipo de afirmaciones. Mi experiencia como lector sería la de que pocas me han despertado sonrisas. Al  investigar para “Escribir en Barranquilla” encontré textos como “Asaltos” de Víctor Manuel García Herreros (muy desconocido) – o algunas páginas de García Márquez muy pero muy divertidas. Mis lecturas de Saki, Swift, Chesterton son frecuentes  aunque mi inglés es precario. Después de tratar  de leerlos en su original corro a confrontarlo con las traducciones. Son mis humoristas preferidos  y también en  castellano Cabrera Infante  tiene momentos gloriosos. Nuestros autores nacionales  no marcan ese puntaje.

Las curiosidades extraviadas de la historia oficial y los rasgos anecdóticos  de la misma son los pilares sobre los que se erigen sus novelas. ¿Coincide con Truman Capote al acudir al chisme como principal insumo literario?

El hombre de la calle nunca está en los puntos de decisión de la historia, más bien la historia  los arrolla. Mis personajes  no son heróicos aunque no sé si son  anti héroes. Pero sí creo que el desarrollo de la  pequeña anécdota es la que nutre la mayoría de  la novela mundial. Lo otro es  la novela de ideas, donde los personajes dicen cosas importantes todo el tiempo. Algunos, como Tomas Mann y muchos otros novelistas alemanes -a los cuales leí mucho en algún tiempo, en español  por supuesto-  son de  una  profundidad admirable, con comentaristas entre nosotros como Estanislao Zuleta a cuyas charlas asistí con frecuencia. Los escritos de Truman  Capote, a quien mencionas como una de mis influencias, me gustan mucho,  pero tengo muchas otras, como la de Somerset  Maugham, quien se definió como “un escritor de  primera entre los de segunda”. Me siento muy identificado con esa definición. Ahora ¿Qué es el chisme  como elemento literario? ¿El chisme y su relación con el humor? Eso daría  para un  curso de literatura de por lo menos un semestre  y en el que me matricularía.

Libros como Crónicas Casi Históricas y Escribir en Barranquilla traslucen su interés por la genealogía creativa de la ciudad. ¿Considera que el estudio de la tradición local es un proceso indispensable en el oficio de escritor?

“Crónicas casi históricas” es una selección de mis artículos periodísticos y de algunas crónicas  en revistas. Tengo más de treinta años  de estar publicando columnas  de tipo cultural desde “Toque de Conticinio”, en el desaparecido  “Diario del Caribe", hasta “Puntos de bizca” en “El Heraldo”. Soy de esos columnistas conocidos que la gente lee por hábito. “Escribir en Barranquilla” fueron crónicas sobre  el quehacer literario en la ciudad. (O sea  sus tertulias, sus publicaciones, lo que lee la gente, los movimientos  que se han dado, eso. No hablé de autores ni  analicé libros) Escribí este libro como  parte de mi vida académica y porque me ganaba una plata extra. He recibido  palo  pero más han sido  los golpecitos animándome. Este libro es hoy por hoy una referencia obligada para  entender  el proceso literario de esta ciudad. No sé si  la revisión de la tradición vernácula sea importante para el escritor, pero escribir columnas y crónicas, como se  dice en el argot beisbolero, “calienta el brazo”.

¿En la mitificación del legendario grupo de Barranquilla, encuentra motivos distintos a la presencia de un nobel de literatura en su conciliábulo?

El grupo de Barranquilla ha tenido estudiosos locales, nacionales, e internacionales, y ha sido  materia de artículos en toda clase de revistas. Barranquilla, que según García Márquez, ningún prestigio duraba más de tres días, ha convertido el Grupo en un hito en su historia. Hay lugares como “La cueva” o el Parque Cultural como  sitios de peregrinación obligada y en donde  la referencia al grupo y a sus  integrantes es una de sus  atracciones.  Las figuras de José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio y Ramón Vinyes, para citar algunos, han  dado  para  variados  estudios sobre su obra. ¿Quién niega  que Fuenmayor y Cepeda fueran  unos de los mejores cuentistas  en este país? Con la publicación  este año de “Crónica”, el vehículo del grupo, se demuestra la alta calidad de su producción literaria. ¡Mejor que “Mito”! llegó a exclamar Jacques Gilard, “el sabio occitano”. Me parece exagerada la apreciación pero también indica la sorpresa y admiración que despierta este magazín deportivo –literario  hecho en una ciudad del caribe de pocas librerías y con más interés en las letras de cambio que en las literarias.

¿Es legítimo y acertado proponer categorías territoriales como la de "literatura costeña"?

El concepto de “Literatura costeña” sirve para hacer antologías de cuentos, crónicas y  selección de novelas. Hay criterios frecuentes para poner algunos nombres pero si se pregunta el por qué, ya no es tan claro. Muchos de los autores nacidos aquí viven en el interior del país o en el exterior y sus temas son múltiples. ¿Nos une el mar?¿La forma de hablar? ¿Los escenarios? Tendría que hacerse  un estudio sobre esos elementos. En su  libro  “Novela y poder  en Colombia” Raimond  L. Williams (1991) clasifica la novela por cuatro regiones: La andina, la costeña del Caribe, la antioqueña  y la del Gran Cauca. Me he leído muchas de la lista costeña y me he preguntado si se pueden meter todas en un mismo saco. Antonio Benítez Rojo afirmaba que lo que unía a la gente del Caribe era “un modo de caminar”. No sé si eso es lo que nos une.

Meira del Mar, Helena Araújo y Marvel Moreno son logradas voces que atesora el Caribe. ¿Observa alguna relación entre el festivo ambiente del litoral y el surgimiento de poetas y narradoras de ese valor?

Meira Delmar, Helena Araújo y Márvel Moreno son tres escritoras de las que salvo Meira, las demás han vivido y escrito en el exterior. Más aún, Márvel,  en su novela “En diciembre llegaban las brisas”, expresó su  rechazo a Barranquilla y sobre todo a su clase alta. He leído algunos cuentos de Helena Araújo y fui amigo de Meira. No diría que es festiva la obra de ellas. Y, ¿festivo el costeño sumido en la miseria? Tengo dudas.

Son frecuentes los casos de una súbita atención concedida  a la obra de escritores marginales y tardíos.¿ Comparte hermandad en la logia que integran Bufalino, Saramago, Conrad y otros?

Me encanta  la definición que me has hecho de  “Autor marginal y tardío”, además de la buena compañía que me asignas. Una comentarista de mi novela “Deborah Kruel” decía que  yo era un autor “minoritario” según la clasificación de un  filósofo francés. No soy fuerte en teoría literaria, pero acepto que cuando escribí esa novela la peste del macondismo se había desatado, y yo, sin embargo y al margen de esa tendencia, escribía  sobre una espía nazi en Santa Marta y su vida en un Berlín inventado por mí. Ahora con  los temas de narcotráfico, guerrilla, paramilitares, sexo pre - pagado  todo eso, que es el espíritu de los tiempos (con muy buenas novelas sobre el tema. “Los ejércitos” de Rosero  me pareció formidable) estoy otra vez fuera. No soy prolífico y además soy viejo. Mi primera novela se publicó cuando  yo tenía  cincuenta y tantos años. Había escrito “Marihuana para Goering” y otros dos libros más de cuentos, pero ¿Uno es tardío si no ha escrito novelas sino tan sólo cuentos? De todos modos, la corriente principal de los temas que el público busca la dan las editoriales radicadas en Bogotá. A veces aquí me da la impresión de que estoy en el fondo de un pozo y que veo el mundo a través de su boca abierta. Una amiga me dice  que a  lo mejor eso es  bueno.

Fue el compilador de la edición antológica de la revista Voces. ¿Qué breve semblanza nos puede legar del catalán quijotesco y visionario que fue Ramón Vinyes?

Ramón Vinyes se hizo famoso cuando García  Márquez  lo bautizó como “El sabio catalán”  en  “Cien años de  soledad”. Pero en  Barraquilla fue una presencia  fundamental en su vida cultural, famoso o no. “Voces” (1917 -1920) con sus sesenta números  y con colaboraciones de catalanes, latinoamericanos, antioqueños (los Pánidas, que habían recibido un baculazo) y los intelectuales locales se constituyó en la mejor revista cultural del país y una de las mejores de Latinoamérica. Vinyes, por ejemplo, tradujo  el primer acto de la obra de teatro “Judith” de Hebbel y lo publicó en Voces cuando en España todavía no se había traducido este autor  al castellano. Él era el alma de esta revista. Traducía, escribía notas, ensayos sobre teatro, trataba de ponernos en la hora del mundo. La publicación con pocos lectores y muy buena reputación, quebró. Vinyes  se fue a Barcelona en 1925, expulsado por el gobernador “Como extranjero indeseable”. En realidad, cobrándole sus artículos en un periódico de oposición. Estrenó algunas obras de teatro con escaso éxito. En 1929 regresó pero en 1931, feliz  con la  proclamación de la República  Española, se devolvió a su país. Allí  estuvo  trabajando  en periódicos de la izquierda catalana. En 1939 salió al exilio. En París conoció a  Claude Simon, futuro premio nobel. Quería  ir a México pero solo le salió visa para Colombia y regresó a Barranquilla. En esta ocasión fue el mentor del Grupo de Barranquilla. Les dio a conocer los nuevos autores ingleses y norteamericanos. En 1949, frente a la situación política en el país, decidió regresar al suyo. Colaboró  en “Crónica” y al morir, en 1952, se le encontraron boletos para regresar.

Por Marcos Fabián Herrera

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