El Magazín Cultural

Recordando a John Steinbeck

El escritor estadounidense, autor de obras como La perla, Las uvas de la ira, Al este del Edén o El invierno de mi desazón, nació un día como hoy en 1902.

Andrés Osorio Guillott
27 de febrero de 2019 - 06:28 p. m.
El pasado 20 de diciembre se celebraron 50 años de la muerte de John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura en 1962. / Archivo
El pasado 20 de diciembre se celebraron 50 años de la muerte de John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura en 1962. / Archivo

"El intelectual tiene que tener todas las libertades para escribir lo que se le da la gana, no se le puede poner norma ni prohibición. Eso sí, tiene la obligación moral de salir a la calle cuando ve injusticias en la sociedad, no quedarse en la torre de marfil", afirmó Osvaldo Bayer, historiador y escritor argentino declarado socialista libertario. 

John Steinbeck, quien fue declarado "escritor proletario" por defender las causas de los inmigrantes, de los campesinos y de las minorías, entendió también que su rol como intelectual, o mejor como ser humano, estaba ligado a respaldar a quienes han sido sometidos a las injusticias promovidas por la opulencia, pues el sistema ha logrado implantar la lógica de la acumulación a costa de la explotación y la exclusión de los menos favorecidos. 

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Dos elementos determinan la visión del mundo que propone Steinbeck en su literatura calificada como sentimentalista y nociva para el orden social: la Gran Depresión del 1929 y el contexto en el que vivió en Monterrey, California. La fusión de ambas vivencias se asoman en sus personajes y en las tramas que se desarrollan en sus novelas. Así, en Las uvas de la ira, se refleja ese testimonio autobiográfico que parte de trabajos que eran considerados para la clase baja, ya que su paso por la pesca y la venta de artículos en las tiendas del condado de California le permitieron convivir con la población migrante y con aquellos campesinos que recibían órdenes de los terratenientes de la zona. 

Aunque Steinbeck pudo pertenecer al gremio de los terratenientes y seguir los pasos de su familia y de sus coterráneos, decidió rebelarse a ese aparente destino predeterminado y labrar un camino que le traería mayores dificultades pero que sería más coherente con sus convicciones y con sus ideales direccionados a escenarios más equitativos y mucho más beneficiosos para la comunidad. Esta decisión le costó el desprecio de los habitantes de Salinas y California, lugares en los que el autor creció, pues poner en tela de juicio el rol de los terratenientes en una sociedad que se estaba haciendo cada vez más desigual, fue un acto que no le perdonaron quienes, precisamente, habían logrado crecer bajo esa lógica de la apropiación de grandes porciones de tierra. 

A Steinbeck, autor que suscriben en el grupo de la llamada "Generación perdida" por haberse apartado de los ideales que Estados Unidos estaba promoviendo como potencia política y militar luego de la victoria de la Primera Guerra Mundial, lo condenaron en todo el país. Era un letrado odiado por no hacer parte del discurso de grandeza y supremacía. En su tierra le quemaban sus libros y la crítica reducía su narrativa al tildarla de sentimentalista por la manera en que relataba su cercanía con la población obrera y proletariada. 

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El acontecimiento de la Gran Depresión del 29 auspició las condiciones de pobreza y marginalidad. El golpe económico noqueó a todo el territorio estadounidense y terminó por hundir los esfuerzos de esas minorías que empezaban a surgir en medio de las trabas y las trampas que los dueños del dinero y el poder establecían en los más indefensos y desprotegidos. también fue un golpe que opacó esa atmósfera de superioridad que el Gobierno estaba buscando promover desde el fin de la Gran Guerra.

Además de haber sido testigo de esa crisis económica que partió de aquel "martes negro", John Steinbeck había logrado archivar en varios reportajes la crisis ambiental del 36 a causa de una sequía que tenía en vilo las actividades agropecuarias del medio oeste estadounidense. Así mismo, el cubrimiento de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de Vietnam fueron acontecimientos relevantes que el mismo Steinbeck tuvo la oportunidad de narrar cuando trabajó para el New York Herald Tribune y para la Revista Newsday respectivamente. 

En 1961 escribió en el epígrafe de El invierno de mi desazón, la que sería su última novela, que: "A los lectores que pretendan identificar las personas y lugares de ficción que aquí se describen, más les valdría inspeccionar sus propias comunidades y registrar a fondo sus propios corazones, porque este libro trata sobre una gran parte de Norteamérica tal como es a día de hoy". Sin embargo, este mensaje podría extenderse a toda su obra y ser mencionado en Las uvas de la ira, en La perla o en El este del Éden, pues sus composiciones literarias estuvieron hechas de ficción pero plagadas de una realidad que él mismo vivió y que primero lo hicieron testigo y luego lo transformaron en narrador o portador de esa verdad cruda que pretendía ser escondida.

Por Andrés Osorio Guillott

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