A veces,
desde mi imaginación sigo los caminos dibujados
por hocicos agitados de animales nocturnos
sin estrella,
sin norte.
Pago con billetes falsos
en garitas y peajes
para llegar
(no aguanto más)
a la mañana siguiente.
Le sugerimos leer Balance “agridulce” de la economía naranja
Mi mente avanza como una máquina averiada,
estancada en el avance:
vuelvo sobre los detalles de los momentos incómodos
y las miradas ambiguas.
Me llega distorsionada la voz de John Lennon:
“You know I’d give you everything I’ve got
for a little peace of mind”.
Una rasquiña espontánea me despierta:
recorro con las uñas los caminos del estrés y la ansiedad.
El tiempo nos rasga
atento al sonido de las fibras que se revientan.
Deja estrías que se abultan en nuestros vientres
cuando nos sentamos encorvados y nos miramos el ombligo.
¿Qué registra la piel en el lenguaje que ellas esconden?
¿El paso de unas manos,
el peso de las horas
o las contingencias del clima?
Le sugerimos leer Lo que está en juego (Relatos y reflexiones)
Esta noche no logro dormir.
Subrayo con mi mirada
las sombras de la ventana sobre el techo.
Intento escapar de las pestes extranjeras
en el refugio de mi cuarto,
un nudo ciego de cuatro paredes.
Esta noche persigo el sueño.
Aprieto los párpados,
Intento ahorcar la vigilia con ellos.
Los alfileres del insomnio me alborotan:
me clavan como una polilla recién capturada
en medio de la noche,
en medio de la cama.
Me quitan el temple
para ver que todo esto
es tan solo un accidente.