“Ella me llevó a los extremos, me hizo sobrepasar todos mis límites. Me confrontó al absoluto: el amor, el sacrificio, la ternura, el abandono. Ella me dislocó, me transformó. ¿Por qué nadie me lo dijo? ¿Por qué nadie habla de eso?”, advierte Bárbara, quien acaba de tener a su pequeña Léa.
Tener un bebé. Nadie está realmente preparado para asumir ese nuevo universo. Más allá de los idilios y del cuento de hadas que supone tener un hijo, Un suceso feliz insiste en recalcar la montaña rusa que implica estrenarse en la paternidad y la maternidad, en describir realmente el choque emocional y dejar de lado las cenefas de decoración de los cuartos y los saquitos de lana hechos a mano.
Bárbara y Nicolás se conocen en el videoclub en el que él trabaja. El juego de seducción comienza con unos diálogos a través de los títulos de las películas que ella alquila y que él le recomienda, como Con ánimo de amar, La gran ilusión, Atrápame si puedes. La pareja se enamora, viajan juntos, deciden vivir en un mismo espacio y Bárbara queda embarazada. Lo que sigue es el recorrido de la experiencia de la maternidad en un ritmo vertiginoso: los cambios hormonales y del cuerpo, la depresión posparto, las noches en vela, la falta de tiempo, los pañales, la falta de deseo sexual, etc.
Con humor, con giros realmente divertidos y con una buena dosis de realismo, embarazo, parto y crianza están consignados en esta película, basada en el libro de Éliette Abécassis que lleva el mismo nombre. Y lo hace con la ligereza del humor y con la profundidad y la sinceridad de la realidad.
El director Rémi Bezançon logra sumergirse en el universo femenino a través de Bárbara, una heroína moderna, y al mismo tiempo se adentra en la paternidad. Por último, habla del vértigo de la pareja, de esa creencia arraigada de que un hijo reforzará los lazos, cuando en la realidad pasa todo lo contrario.