El Magazín Cultural

Ricardo Darín: “El que se cree la consagración, se convierte en un imbécil”

Con El amor menos pensado, la máxima estrella cinematográfica de Argentina inauguró la 66 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Una buena oportunidad para hablar de los recovecos del amor, del tiempo y de las nuevas energías.

Janina Pérez Arias
22 de septiembre de 2018 - 07:25 p. m.
Marcedes Morán y Ricardo Darín, protagonistas de la película El amor menos pensado, que inauguró el festival de cine de San Sebastián.  / Cortesía
Marcedes Morán y Ricardo Darín, protagonistas de la película El amor menos pensado, que inauguró el festival de cine de San Sebastián. / Cortesía

Ricardo Darín fuma en la terraza del Hotel María Cristina en Donostia (España). Muy cerca se escucha una algarabía. Estamos en el segundo día del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, inaugurado con el astro argentino que estelariza El amor menos pensado, una cinta dirigida por Juan  Vera, y coprotagonizado por otra leyenda de la actuación Mercedes Morán.

Darín, completamente de negro, da una bocanada. El sol aprieta, se pone sus lentes de sol. Sigue sonriendo, y esa sonrisa se acentúa cuando le decimos así nomás: “Ricardo, hablemos del amor”. El cigarrillo se le consumirá entre los dedos, el café se le enfriará, porque Darín tiene mucho para contar. 

En estas cosas del amor, ¿qué tanto puede dañar o beneficiar el tiempo?

El tiempo es un elemento de contaminación a favor o en contra para todo, para un vino, para el jamón, pero otros elementos es realmente tóxico. En el caso de las relaciones humanas te aporta muchas cosas invalorables como el conocimiento, el camino andado, los padecimientos y las felicidades compartidas. Por supuesto que también tiene el lado B, que implica un agotamiento de vínculo, se puede caer en la rutina, en esa dinámica que no entusiasma. Y en ese caso yo creo que definitivamente depende de lo que cada uno ponga. Por eso me parece que por delante del tiempo está la intención, el interés y el respeto que se puede tener por el otro.

En cuanto a tu carrera, ¿qué siente que le ha aportado el tiempo?

Sería muy hipócrita si no te dijera que en todo lo que te aporta de experiencia, de conocimiento y recorrido, también se pierde muchísimo de ingenuidad, se extravía una gran dosis de falta de medición, de hacer las cosas porque te da la gana de hacerlas y nada más… Eso es una pena; con el tiempo transcurrido y el camino andado lamentablemente estamos orientados a tratar de visualizar qué debemos hacer y qué no. Cuando eres muy joven te manejas más por impulsos, y esa es una sensación tan maravillosa, tan refrescante, sin medir consecuencias. Yo añoro la época en la que era una promesa porque detesto las consagraciones. Las consagraciones no le hacen bien a nadie, no son buenas consejeras, ni para uno, ni para otro. El consagrado es tratado de otra manera, incluso su trabajo es analizado desde otro punto de vista, desde otro ángulo, porque ha perdido sorpresa e impacto. Mientras que eres una promesa todo es una revelación, y todo son loas, entonces el estímulo es muy grande. Es bastante ambivalente la posición frente a lo que es el efecto del tiempo, no solo profesionalmente sino en nuestras vidas.  

¿Echa de menos la época de los impulsos? ¿Cuándo se dio cuenta de que ya estaba muy mayor para dejarte llevar por ellos?

¡Por suerte aún conservo alguno de esos impulsos!

¿Cuáles por ejemplo?

No necesitamos entrar en detalles (se ríe), no porque no sean confesables, sino porque es muy largo de describirlos. Sin embargo, de esa época extraño la ingenuidad. Me parece que la ingenuidad es muy amiga de la ternura, del entusiasmo, de la frescura. Uno se endurece con el tiempo, he acumulado mucha felicidad pero también muchos dolores, muchas pérdidas. Hay cierta irreverencia de la juventud, de la primera juventud sobre todo, cuando uno cree que es el centro del mundo y que no tiene límite, que no tiene techo, y esa energía arrolladora de ir hacia allá es incomparable.

El cinismo asesina la ingenuidad. Como persona y como actor, ¿de qué manera lucha contra el cinismo?

Es difícil detectar exactamente cuáles son los factores que te arriman a convertirte en una persona cínica, pero también es cierto que uno puede detectarlo con una mano en el pecho, y sabiendo que si te eres fiel, es difícil vivir una vida de cinismo. También hay que entender que el hombre es producto de las circunstancias que le toca vivir, y en muchos casos lo que impera es lo que uno tiene que hacer para mantener una familia, para sacarla adelante, para luchar por los suyos. Entonces, desde fuera es fácil hacer un juicio sobre la actitudes de los demás. Yo siempre intento hacer el ejercicio de ponerme en los zapatos del otro antes de sentenciar, de decir si me parece bien o mal. Pero ese ejercicio es el menos ejercitado, y valga la redundancia, porque lo que nos sale más fácil es la crítica. El entendimiento es siempre más complejo, por eso la intolerancia en el mundo no ha perdido vigencia. 

Como productor está muy entusiasmado, ¿cuáles son esos proyectos que tiene entre manos?

No puedo adelantar mucho porque nos va a llevar mucho tiempo la realización. Lo cierto es que tengo muchos proyectos con mi hijo (Chino) y con nuestros amigos, con quienes conformamos esa pequeña productora (Kenya, fundada en 2017). Al ser más jóvenes están haciendo que recupere el empuje irracional, que es como una mano en la espalda que te impulsa hacia delante. Si por mí fuera, me pondría un pijama, me metería en la cama para dormir por dos años, ¡es que estoy cansadísimo! (se ríe) Pero ellos me han aportado esa dosis extra de energía.

Desde su punto de vista, ¿qué tipo de energía aporta usted a cada proyecto en el que participa?

Soy una persona que ama su trabajo, me dedico a tratar de entender a los seres humanos, no solamente a los que me rodean, sino también a los que están más allá del alcance de la vista. Trato de aprender en el camino, porque el que se cree la consagración, se convierte en un imbécil y se pierde la mejor parte. Esa es la realidad. 

Chino (por Chino Darín, su hijo) le está dando esa nueva energía, ¿siente que su trabajo como padre está bien hecho?

Yo creo que sí, pero no puedo discriminar mi trabajo como padre del que ha hecho su madre (Florencia Bas, esposa de Darín desde hace más de 30 años). Ha sido un trabajo en conjunto, los dos estuvimos muy enfocados y muy atentos no solamente con él, sino también con Clara, nuestra hija. Nuestra prioridad fue siempre estimularlos, apoyarlos y no cortarles las piernas, sino dejarles que se desarrollen y que demuestren sus capacidades. En el camino a veces te encontrás con algunas piedras porque uno se torna en alguien muy permisivo, para decirlo de alguna manera, pero vale la pena. Ellos nos han dado muestras de que se convirtieron en seres sensibles, inteligentes y de muy buen corazón. 

Por Janina Pérez Arias

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